EL PICADOR #15: CORTEO, DEL CIRQUE DU SOLEIL
Estética impactante, trama sencilla y una medida exhibición de destreza es el resumen del show que la compañía canadiense muestra en Vicente López.
› Por Luis Paz
Si es verdad que el big bang fue la gran danza de los elementos, si es cierto que hay un dios y un diablo, una comedia y una tragedia, o si acaso existe un destino que es el supremo titiritero o tal vez es el cosmos que hace malabares con los planetas, satélites y estrellas; pues entonces en el comienzo –fes, religiones y ciencias dentro o fuera– está el circo. Y en algún lugar sobre el arco iris, entonces, brilla el Cirque du Soleil.
La compañía canadiense, fundada en 1984 en Montreal, tomó la magnífica costumbre de presentar en la Argentina, cada dos años, alguno de sus shows itinerantes. Corteo, el presente, es metacirco: el Circo del Sol hablando sobre la fraternidad, la fantasía y las fanfarrias del circo. Deudor del burlesque y la estética victoriana, impactante en lo visual, e incluso más en lo sonoro, con música hermosa y soberbia interpretada siempre en vivo, la resta en Corteo puede estar en el hecho de que la destreza física y acrobática no sea tan extrema como en otras de sus entregas. Y eso incluso cuando lo que puede verse en el Complejo Al Río es, de todas maneras, de un despliegue muscular, elástico y de gracia corporal absolutamente regio.
De a ratos, Corteo es emocionante. En otros momentos se pone gracioso, muy gracioso, con pasos de comedia de salón. Están los lapsos en que la cosa se pone peligrosa, y entonces hay mujeres siendo revoleadas a ocho o diez metros de altura, y otros en los que todo se tiñe de rosa chicle globo y aparecen el mensaje, la moraleja. La historia de Corteo, que es el cortejo fúnebre –pero diametralmente opuesto a lo funesto– de un payaso de la compañía, es sencilla, lisa, llana. Todo lo contrario a lo que pasa en la altura entre los trapecios y los aros y pinos en constante malabar. Lo único permanente es la fascinación, excepto durante ese entretiempo de media hora puesto tanto para algún que otro cambio de vestuario como para la explotación comercial de los pasillos de pochoclo y paraguas de Soleil.
“Vas a soñar despierto”, agitan los anuncios audiovisuales de este show. Y es lo que ocurre. Si las reacciones químicas del big bang, el mandato divino, las directrices del destino o la voluntad mística de la Pachamama, lo que fuere, están detrás de las intenciones ensoñadas de volar, de saltar más alto que nadie y de soportar todo el peso del mundo sobre los hombros, entonces en Corteo está un poco la base de todo. Y si no lo está, al menos da la pauta de cómo barajar en el aire los quilombos de cada día y saludar con una reverencia y una sonrisa al terminar otra función más.
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