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Canibalismo e ilusionismo
› Por Javier Aguirre
En el Mundial todo se supone de última generación: las cámaras, la tecnología, las camisetas, las tácticas y también el arte de lastimar al rival. El (ritmo del) protector bucal de trapo que llevó Zabaleta, o el accidente rectal de Mascherano ante Holanda fueron consecuencias de la intensidad del juego, aunque no necesariamente de novedosas acciones ruines de los rivales. Pero en otros casos la crueldad fue evidente, y contó con enseñanzas provenientes de otras disciplinas.
Lo de la mentira en el arte siempre tuvo que ver tanto con la gambeta como con la simulación de infracciones (áreas en las que brilló el holandés Robben). En Brasil, sin embargo, el engaño como jugada decidida y ensayada tuvo ejemplos directos: uno fue el falso resbalón del alemán Müller previo a un tiro libre contra Argelia para desconcertar a los defensores, otro fue el corner tirado sin que nadie lo note, apenas tocando la pelota y dejándola en juego, del colombiano James Rodríguez contra Uruguay.
Y el fútbol ya no sólo mira al rugby y al básquet, ahora también a las MMA, como en el rodillazo rompevértebras del colombiano Zúñiga al brasileño Neymar, representativo del riesgo que implica dejar la zona lumbar a merced del rival. Nunca regales la espalda. Lo supo también el italiano Chiellini, quien así permitió al uruguayo Suárez anotar su épico mordisco al deltoides, inmediato clásico de las acciones violentas de la historia mundialista, sólo superada en veinte mundiales por el cabezazo del francés Zidane en el esternón del italiano Materazzi, en la final de Alemania ‘06.
La lluvia de memes sobre Suárez no reparó en la cuidada técnica cinético-zoológica de la mordedura. A diferencia del tarascón “defensivo” de herbívoros asustados —como los bambis del Zoo, cuya jaula lleva el cartelito de “cuidado, estos animales muerden”—, la dentellada del goleador charrúa fue ataque puro: primero el maxilar superior subió, para ganar altura y tomar envión, y recién después desplomó su fuerza de incisivos y caninos sobre la superficie carnosa de la presa azzurra. Un ejemplo para cachorros de yaguaretés y otros carnívoros amenazados.
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