CINE Y TEATRO SOBRE LA LIBERTAD SEXUAL
La película El tercero, de Nicolás Guerrero, y la obra de Martín Marcou y Juan Crespo sobre darkrooms invitan a una crisis sin clausurar sentidos.
› Por Brian Majlin
La puesta en escena de Cosas que tengo que decirte antes de ponerme de rodillas | Darkrooms (escrita por Martín Marcou y Juan Crespo), así como el estreno y permanencia en cartel de El tercero (de Nicolás Guerrero) son representaciones culturales de una época histórica. Y ocasionan en el espectador un abanico de cuestionamientos que van de la profunda incomodidad sexual a la empatía más asexuada. Cuentan, narran –y lo replican sus autores– elementos universales más allá de estar catalogadas dentro del amplio universo de la diversidad sexual.
Son obras de arte que hablan de la soledad, de la vejez y el cuerpo, del sexo rápido, del amor, de la aventura sexual, del desamor e incluso de la utilización política de ciertos aspectos de la sociedad (quizás el momento más lisérgico en la pieza teatral). Para Marcou se trata de un collage de preguntas, incluso, sin respuesta. “Es lo que más me interesa, abrir el juego a las inquietudes. No tengo una respuesta para la pregunta que abre la pieza.” Una pregunta tan sencilla como si “¿están bien los darkrooms?”.
Si en la obra hay 12 cuerpos que salen de sus casas y recorren los recovecos de ese “cuarto oscuro”, a los que acude la comunidad gay en busca de sosiego sexual desde que emergieron en los ‘60 en Estados Unidos; en la película de Rodrigo Guerrero, la homosexualidad se juega puertas adentro del hogar. Aunque en realidad, dice el autor, la búsqueda pasa por un tema más amplio: “Intentamos hacer hincapié en la posibilidad de una relación poliamorosa, más allá de la condición gay de los personajes. Sabíamos que la película sería encasillada como ‘de temática gay’, pero en la película no se problematiza sobre la condición homosexual de los personajes, simplemente es una circunstancia. Luego, en el terreno de la recepción, cada espectador se debate más o menos con sus prejuicios”.
En una coyuntura de tensión permanente (de la aprobación de la Ley de Matrimonio Igualitario en 2010 a las golpizas denunciadas hace menos de un mes por dos jóvenes homosexuales apaleados en Capital y el conurbano), Guerrero y Marcou traen a escena dos elementos que desatan un mundo de reflexiones en una sociedad que, en el mejor de los casos, atraviesa un período transicional. El propio director teatral dice que “en nuestro cotidiano conviven innumerables expresiones a favor y en contra de la disidencia sexual”, y alerta sobre la necesidad de “estar muy atentos ante los avances de una derecha recalcitrante que expresa odio”.
Descreen, aunque la resisten con aceptación, de la etiqueta de un teatro de género homosexual. Planta bandera Marcou: “Resisto desde mi teatro, pero también le pongo el cuerpo, salgo a la calle a defender las causas que me parece que hay que sostener”. Al mismo tiempo se sincera y admite que no cree que haya fórmula para salir del encasillamiento: “Seguirá ocurriendo eso de señalar lo distinto. Quizás entendamos con el tiempo que era necesario para avanzar, para conquistar nuevos espacios y derechos”.
La noción de arte como resistencia, como disparador de interpretaciones, la recoge Guerrero en su análisis, reconociendo que las definiciones y las etiquetas surgen a veces de la reafirmación identitaria de las minorías, pero aspirando a más, “buscando siempre que las producciones sean recibidas por la mayor cantidad de gente posible”. Esto es lo que dice: “Creo que en los últimos años hay una apertura mayor del conjunto social para la recepción de las temáticas LGBTI con mayor naturalidad”.
Aunque en la charla se repitan conceptos como “despertar reflexiones o cuestionamientos”, los autores remarcan la necesidad de escapar al mensaje unívoco y a la pretensión de marcar rumbo. Aun sin pretensión, entonces, El tercero y Darkrooms son pedazos contemporáneos de cultura que han de incomodar a más de uno. Una por los 15 minutos de escena sexual explícita entre tres hombres y la otra por la cercanía con los cuerpos, olores y sonidos del deseo enjaulado. Y los autores no pretenden hacerse cargo.
“Cada ser humano debería establecer una discusión consigo mismo para intervenir sus límites, siento que ahí abundan respuestas que a veces no queremos ir a buscar. Quizá la obra es una invitación a que den ese importante paso”, dice Marcou. Guerrero, que no está de acuerdo con “la imposición del sentido por parte del autor”, habla sobre los “espacios vacíos” que dejó en su película. De esos retazos que el espectador deberá –luego de ser una especie de voyeur en la aventura sexual de una pareja gay, pero tradicionalmente conformada– ir haciendo cuajar como pueda.
El arte, cuando es estético y reivindicativo, cuando es una herramienta bella y, a la vez, conmovedora, sacude algo en el que lo recibe. De eso se tratan.
* El tercero es proyectada en los cines Gaumont y Bama Cine Arte. Hasta agosto.
* Cosas que tengo que decirte antes de ponerme de rodillas | Darkrooms va los lunes a las 21 en el Teatro La Comedia, Rodríguez Peña 1062. Desde agosto, pasa a los viernes a las 23 en la misma sala.
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