UN ESTADIO PARA SHOWS A CUADRAS DE CROMAñóN
Al margen del ruido simbólico en Once, el código urbano y el proyecto de una arena para 18 mil personas se contradicen.
› Por Juan Ignacio Provéndola
Que sea como un juego. Al decir Once, ¿qué es lo primero que se viene a la cabeza? ¿Comercio ilegal en la vía pública? ¿Talleres clandestinos? ¿Venta de drogas? ¿Problemas edilicios? ¿Explotación sexual? ¿Comisarías con serias denuncias en su contra? Esas podrían ser algunas respuestas. Salvo, claro, que se forme parte de una productora. O del Gobierno de la Ciudad. En ese caso, nada de eso importaría tanto como el megaproyecto inmobiliario y comercial con el que se pretende edificar un estadio multipropósito en una zona del barrio que no está habilitada para semejante construcción.
Una arena para 18 mil personas de forma oval y con tres bandejas de tribuna, locales comerciales, tres subsuelos de cocheras y hasta una zona subterránea de trasbordo entre el subte H y varias líneas de colectivos. Todo eso cabrá en la manzana delimitada por Belgrano, Jujuy, Moreno y Catamarca, según el proyecto que anunció públicamente Ake Music, la productora que se auspicia como impulsora. “La Ciudad de Buenos Aires necesita un estadio de otras dimensiones y más moderno. El Luna Park se ha quedado un poquito en el tiempo. Vinieron a plantearnos la intención y claramente es una buena ubicación, porque tiene acceso por transporte público y le facilita el acceso a la gente. Mejor que sea por el centro, cerca del tren y del subte, y con colectivos de todo tipo”, opinó Mauricio Macri cuando en FM Rock and Pop le preguntaron acerca de este proyecto.
En noviembre está planeada la inauguración de un microestadio techado para 14 mil personas en el predio estatal de Parque Roca, interesante iniciativa en la periferia de la ciudad que sin embargo no parece colmar las expectativas del alcalde porteño. Es que siempre fue secreto a voces que deseaba tener una arena al estilo norteamericano. La obsesión es entendible en una gestión que corona embajadora a Violetta mientras cierra, desaloja, vacía o desfinancia decenas de centros culturales y barriales. En ese escenario aparece Ake Music, una productora que manejó el showbiz local de artistas como Backyardigans, Guns N’ Roses, Marco Antonio Solís o Laura Pausini.
En su exposición pública, Aquiles Sojo, titular de Ake Music, anticipó que iba a tramitar un préstamo de 130 millones en el Banco Ciudad. De allí, y también del aporte de financistas privados, conseguiría el dinero necesario para consumar una obra que comenzaría en algunos meses y demandará al menos tres años. Pero la productora no necesita del Estado sólo su dinero (a través de un préstamo de su banca, claro está), sino también su autorización. Y allí comienzan a sonar las primeras notas fuera de tono. Según el Código de Planeamiento Urbano, el lugar escogido es una manzana prohibida para los intereses del multiestadio, ya que está referenciada como “R2AII”. Es decir: se trata de una zona destinada “a la localización preferente de la vivienda con el fin de garantizar y preservar las buenas condiciones de habitabilidad”. Asimismo, el Código impide expresamente construcciones tales como cines, teatros o clubes de música en vivo. Eso sí: permite, por ejemplo, la instalación una galería de arte de hasta 500 metros cuadrados o una sala independiente de no más de 500 butacas.
Claro que el Código puede ser modificado por el voto mayoritario de la Legislatura de la Ciudad (tal como ha sucedido tantas otras veces), lo cual no supone un gran obstáculo en un Parlamento dominado por el color político del gobierno porteño. El tema es que, además, se necesita un estudio de impacto ambiental, y en este punto tienen concentradas sus esperanzas todos los vecinos que desde hace varios meses se movilizan en contra de un proyecto que juzgan perjudicial para el barrio.
La manzana en discusión pertenece a una sociedad integrada por Luciano Miguens, ex presidente de la Sociedad Rural Argentina. Los edificios de dos y tres pisos que allí había desde hacía varios años comenzaron a ser demolidos en 2010. Muchos de los que pasaban imaginaban una plaza pública, un polideportivo, un jardín maternal o un centro primario de salud, algunos de los recurrentes pedidos que las distintas organizaciones barriales le vienen realizando al Gobierno de la Ciudad. Cuatro años más tarde, el lugar es un Damasco cualquiera. No por la fruta, sino por la capital de Siria: detrás de los chapones de obra que cubren la manzana emerge un albañal desolado, en ruinas.
La decepción fue mayúscula cuando los vecinos del barrio comprobaron que allí se planea construir un estadio que no sólo carece de la aprobación legal, sino que además implica una obra con consecuencias peligrosas para las edificaciones cercanas. Los soterramientos violentos que se necesitan para socavar tres subsuelos y sostener semejante construcción prenden la alarma en una zona con dos hospitales (sitios de frágil arquitectura) y edificios que padecen serios inconvenientes edilicios. Alarmadas, varias organizaciones barriales pidieron informes a organismos públicos para saber si es cierto todo esto que se dice. Aún no recibieron respuestas alentadoras. Simplemente, quieren saber la posición del Gobierno de la Ciudad respecto de la construcción de un megaestadio bajo estas condiciones. Y a sólo cuatro cuadras de Cromañón, uno de los símbolos más brutales del desamparo del Estado frente a los intereses mezquinos de unos pocos.
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