Jue 31.07.2014
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COIFFEUR ABANDONA SU GUARIDA Y BUSCA EL BAILE

“La guitarra me estaba anclando”

El trovador de Morón se pone pistero en un disco que es un “experimento humano” de movimiento corporal.

› Por Santiago Rial Ungaro

“Hacía un montón que quería empezar a bailar”, comenta Coiffeur sobre su cuarto disco, que lo muestra en tapa dando una onírica vuelta carnero en el aire, con los ojos cerrados, como si soñara. Este aún joven cantautor de Morón logró destacarse por oficio y frescura para lograr expresarse con los medios más clásicos de una canción: guitarra, voz y canción, claro. Pero ya en El tonel de las Danaides (2009), un disco más ambicioso y exigente que los anteriores, el trovador melodioso y amable se animó a cambiar de piel y dejarse llevar, corriendo los riesgos que eso implica: “Quizá tendría que ser un poco más especulador, pero me gusta dejarme llevar por lo que me entusiasma en el momento: es mi forma de manejarme. Nunca sabés qué te puede pintar más adelante, así que siempre trato de dejar abiertas todas las posibilidades”. En Conquista de lo inútil va todavía más allá.

Esta vez, esa apertura lo llevó a darle forma a un disco cuya madurez pasa por hacer lo que tiene ganas, aunque en principio sabía qué quería evitar: “Tenía ganas de bailar y me di cuenta de que la guitarra me estaba anclando una bocha para poder pensar en el cuerpo en movimiento. Llegué a la conclusión de que la reflexión tenía que pasar por el cuerpo, no por la guitarra. Ya en Nada —un EP digital anterior— quise que no hubiera guitarra, pero más que un capricho, fue una forma de liberarme y de dejar la canción en un vacío.”

Sin ser un disco bailable, Conquista de lo inútil lo muestra explorando su pasión por la música negra y nutriendo a sus canciones de ese deseo visceral por dejar la guitarrita y bailar, que a fin de cuentas tan bien hace. Ya desde el principio, con una canción enigmática y pegadiza como Guarida, queda claro que su búsqueda de cierta abstracción poética aún sigue presente: “Que abandonen su guarida, a partir de ahora, que abandonen este tiempo”, implora al principio de disco, pero, quizá para preservar la privacidad de Guillermo Alonso, el artista detrás del seudónimo, menea las cabeza cuando se le pregunta sobre el sentido de sus palabras. “Creo que las cosas uno tiene que hacerlas por uno y después la gente puede conectar o no. No me gusta dar explicaciones de los significados, creo que eso le quita la riqueza de la subjetividad. Cuando uno hace una canción, siempre está haciendo un ejercicio de evocación: es algo que tiene que ver con placeres y sensaciones primarias, cosas que quedan en el inconsciente, como la primera vez que te amamantaron. Siento que para mí la canción es un medio para llegar a esos momentos”, analiza.

Coiffeur se entusiasma con los sonidos que logró junto a Ernesto Romeo como técnico de sintetizadores (Manza Esaín y Juan Stewart lo produjeron, y Pablo Grinjot hizo arreglos de cuerdas) en La Siesta del Fauno, quizás el secreto sónico mejor guardado de esta sucia y hermosa ciudad. “¡Ernesto Romeo es tremendo! Por suerte se involucró bastante y se tomó la osadía de sugerir cosas. Creo que los discos son experimentos que tendrían que estar centrados en lo humano, algo parecido a hacer un retiro espiritual, algo que hacés como un experimento personal, para aprender algo humanamente.”

Por lo pronto, hacer este disco le implicó al menos el desafío de hacer las cosas de otro modo: “Traté de tomar todas las limitaciones que tenía y usarlas para ver a qué lugar me podían llevar, traté de sacarles el jugo. Para componer me compré una plaquita y empecé a aprender muy de a poco cómo grabar. Salvo una canción que hice entera con la guitarra, el resto las fui armando por partes mientras aprendía a grabar. Y como no sabía armar bases rítmicas, agarraba un vaso o golpeaba la mesa y grababa ese ritmo”.

Sorprende escucharlo cantar todo un disco en falsete, pero más saber sus sensaciones durante la grabación: “En un momento flasheé que esa voz aguda era la de otra persona: la voz de una señora vieja”. Poseído por esa voz, dejando la guitarra de lado, confirmó su talento melódico en Conquista de lo inútil, pero también su intención de búsqueda y liberación: “Aunque siempre terminé abandonando, hice algunos años en el conservatorio. Y siempre me sorprendió que no hubiera una materia que sea baile: que hagan entrar a los alumnos a un cuarto y los hagan bailar. No puedo creer que en un lugar en el que te enseñan a tocar un instrumento no te enseñen a sentir la música con el cuerpo”. Al final, lo inútil no quita lo placentero.

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