LOS FUTUROS #8: SAM SMITH
El querubín inglés del pop electrónico tiene dos Top 10 de Billboard y un gran disco debut de baladas íntimas.
› Por Lucas Garófalo
Como cualquier otro niño en cualquier otra parte del mundo, Sam Smith solía cantar las canciones que escuchaban sus padres, en el condado rural de Cambridgeshire, Inglaterra. La diferencia es que el falsete de Whitney Houston a él le salía igualito. A los ocho años lo mandaron a clases de jazz y teatro, y durante la década siguiente tuvo seis managers, todos convencidos de poder convertir al pibito de voz andrógina y profundamente expresiva en una nueva estrella juvenil. Su destino parecía estar en algún concurso de talentos de la tele, de esos que dan vueltas por los muros de Facebook en videos tipo “Nadie confiaba en el gordito, pero abrió la boca y esto fue lo que pasó”. Esa fama tantas veces prometida lo desvelaba. “En un par de meses no voy a poder venir más porque voy a tener mucho trabajo”, les decía a sus compañeros de colegio. Pero al sexto cambio de representante empezó a sentir que algo no funcionaba.
Entonces llegó Lady Gaga y arrasó con todo. Lejos del modelo de American Idol, la historia de Gaga era la de una luchadora que había alcanzado el éxito por sus medios, abriéndose paso a la fuerza en la ciudad de Nueva York. Ella contra el mundo. “Yo tengo que hacer eso mismo”, pensó Sam, que en cuanto cumplió dieciocho se mudó a Londres, consiguió trabajo en un bar, limpió baños y empezó a escribir canciones sobre lo que realmente le pasaba. Si hasta ese momento su repertorio eran covers de Sinatra y Amy Winehouse, de pronto el abanico de posibilidades artísticas se le abrió de par en par. ¿Qué mejor lugar que un bar londinense para descubrir un montón de música nueva y cruzarse con gente de su edad que estuviera en la misma?
Los hermanos Guy y Howard Lawrence, por ejemplo, empezaban a asomar como jóvenes promesas de la electrónica local con su dúo Disclosure. Cuando escucharon a Sam en un demo que les pasó un amigo, pensaron que cantaba una mujer: era justo el timbre de voz que necesitaban para potenciar el costado soul de sus temas. Juntos hicieron Latch, hit que los catapultó a todos a la fama en el Reino Unido en 2013. Un año más tarde, esa misma canción llegó al ranking estadounidense: ocupa el puesto 7 de Billboard hace 20 semanas.
Y el tercer escalón de ese mismo chart también le pertenece a Sam Smith: Stay with me es el segundo corte de In the Lonely Hour, su reciente debut solista, que combina la tradición del soul que incorporó de niño con un concepto de producción moderno, ligado a la electrónica. Es decididamente un álbum confesional: casi todas las canciones son baladas de piano en primera persona que hablan de experiencias íntimas, especialmente amorosas. Aunque, a diferencia de lo que sucedería con un ganador de Operación Triunfo o una estrella pop prefabricada, este chico de 22 años no le canta al amor de una pareja heterosexual sino al desamor entre hombres. Desde que se dio cuenta de que la mejor manera de sentirse realizado era siendo él mismo, no necesita fingir nada. Como en una fábula zen, encontró el éxito cuando dejó de buscarlo. A veces un fracaso a tiempo es lo mejor que puede pasarle a una persona.
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