107 FAUNOS RELATA LOS ULTIMOS DíAS DEL TREN FANTASMA
Pandillas, zapadas y fantasías en la historia de la banda de canciones breves y pequeños mundos hermosos. La búsqueda del disconfort como nafta súper. Las “canciones Twitter” y el asunto “comentarios YouTube”. Eso y la nostalgia por 2001, cuando “no estaba la escena y no existía el negocio”.
› Por Hernán Panessi
Se dice que aquello que se corre de lo canónico, es distinto. En la foto, elementos –blandos– que forman un lugar común: sonidos, zapadas y amistad. Y allí, una situación –sólida– de fantasía indisoluble, una candidez que aboga constantemente por la felicidad: los 107 Faunos están enamorados del momento. “Quiero morir cuando termine este verano”, dice Jazmín chino, uno de los temas de Ultimos días del tren fantasma, su flamante disco. Que termine ahí, en el pico y ya está. Y eso, por caso, les da una urgencia que imprimen, naturalmente, tanto en sus canciones como en sus frecuentes recitales. El imaginario platense de las pandillas (sorprende, pero un poco reniegan de su presente ruidoso) se entroniza en una banda que hace unos años acomoda y desacomoda su retórica según el chiste del momento. “No sabemos cuál es el chiste de ahora”, dicen.
Canciones cortas, a contramano de su época germinal. Letras concisas, abstractas pero, aun así, empáticas. “Nos encantaría sonar en Los 40 Principales sin tener que cambiar nuestro sonido”, arremeten juguetones. Y los lugares comunes, a la basura. ¿Su legado? Una poderosa pintura generacional: Pepsi en lata, imanes de lo nuevo, días dorados, muchachos lobos de madrugada, movimientos de montañas, saltar con el A y disparar con el B. Alguna vez, el historietista Gustavo Sala, en la tapa del #13 de Revista NAN, los definió burlona y amistosamente: “La mejor banda. Parecen nenes de cuatro años tocando sus instrumentos de juguete”. ¿Su presente? Una lectura que se come –iluminada siempre por lunas azules– coyunturas: “Vender, arreglar, tomar clases de algo. Singular, y al mismo tiempo, pertenecer y alimentar el calor de la manada”, canta Miguel Ward en Ley de los hermanos. 107 Faunos busca lugares de disconfort para nutrirse de libertad. Y cambiar para que nada cambie. Y si así lo quieren, está más que bien.
¿Quiénes son los 107 Faunos?
Gato: –Somos los más incorrectos de todos, siendo políticamente correctos. Las formas que elegimos están un poco fuera de lo masivo. Hacer algo profesional de esa manera es incorrecto.
¿Se hacen cargo de su espontaneidad?
Migue: –Puede ser. Algunas cosas son espontáneas y otras no. Está bien pensar, elaborar cosas, pero si después sale otra cosa, no importa. Podés trazar una idea, cambiarla, pero lo importante es seguir.
Gato: –En todos estos años veníamos tocando y llevando adelante un estilo. Lo nuestro no empieza con los Faunos. Tenemos una pre-historia. Pero siguiendo con ese hábito, los Faunos vamos capeando el momento y viviéndolo paso a paso. Hay bandas que tienen una intención definida y se ve de antemano para dónde van. El camino que elegimos nosotros no se ve.
¿Y cómo llevan esa frescura al disco?
Gato: –Hablar de una “frescura” es como si lo hubiera sacado un suplemento cultural y lo hubiera captado el público. Nosotros no lo llamamos “frescura”. Lo vivimos con naturalidad. A veces dudamos si estamos haciendo las cosas completamente mal. O si es tarde para cambiar. Es como esa canción del Pity: “No tengo ganas de seguir, pero tampoco tengo ganas de parar”.
Migue: –Estamos enamorados del momento. Es como que, en general, el momento es lo que sobrevive.
¿Y tienen ganas de cambiar o quieren seguir así?
Gato: –El tiempo pasa cada vez más rápido, y no hay tanto tiempo para pensar qué vas a hacer.
Migue: –Esa cosa que tenemos a veces es como un chiste interno y después se transforma en una canción. Eso se plasma en las letras, en los afiches, en la estética de la banda en general. El código interno nuestro tiene que ver con chistes que vamos poniendo o sacando según el momento.
¿Y qué es lo que prima en este momento?
Gato: –Creo que tenemos una retórica bien definida y eso va cambiando con nuestro ánimo. Se plasma, fundamentalmente, en nuestra manera de escribir.
Sus comienzos fueron caóticos: al levantar la mirada, sólo había sesiones aturdidas a puras drogas lúdicas. Migue dixit: “No podés vivir atado al origen”. Con el pasar de los años, encontraron su propio camino: ya no son sólo los primos hermanos de El Mató a un Policía Motorizado. Y esta asociación evanescente fue un poquito culpa de la prensa que toca de oído, otro poquito de su yunta de culo con calzón. Y, asimismo, dos discos (107 Faunos, Creo que te amo), otro puñado de EPs y maxisimples (El tesoro que nadie quiere, Cosas caras rotas, La turba) y un par de viajes (¡tocaron en el Primavera Sound!) engordaron un imaginario adultescente que, ahora, estiran caprichosamente, incorporando monos & zorros cósmicos, astronautas, motocross y planetarios. Corta la bocha: “La nuestra no es una banda hipster”, dice el Gato mientras mastica arisco una porción de muzzarella. Se nota: Migue y Gato constituyen un monstruo deforme –cual Megazord del indie pop– que los representa mejor que nada ni nadie. Y en el fragor de su música, los 107 Faunos encontraron tiempo en este lugar.
¿Cómo fue su pre-historia?
Gato: –Nos juntábamos en mi cuarto. Teníamos pedacitos de canciones y, de a poco, las fuimos haciendo.
Migue: –Empezamos lentamente a armar canciones que terminaron quedando en el primer disco. Llamamos a las primeras incorporaciones que fueron medio móviles. En un comienzo tuvimos una cantante; no prosperó.
Gato: –Eran todas rarezas que probábamos. Una elección bastante idiota, por cierto. En la historia de las cosas, lo que está al principio es lo más fresco.
Migue: –Además, no podés vivir atado al origen como si eso fuera lo único, si no, te quedás anclado en el pasado.
Gato: –Lo que empezó a ser la banda fue Muchacho Lobo, formado por unos amigos que tenían mucho que ver con la psiquiatría: estaban muy chiflados. Estudiaban psiquiatría por dentro, ja ja ja. La primera bajista me dijo: “Gato, vamos a hacer una banda de covers de My Bloody Valentine”. Yo en ese momento me cagué de risa. Era la idea más imbécil que había escuchado en mi vida. Nos juntamos en mi habitación, todos en recontra cualquiera. Nada tenía mucho sentido. La banda no era seria, hacíamos boludeces. El comienzo fue con dos pies izquierdos. Era una época de La Plata donde éramos todos más jóvenes. Era 2001 y no todos teníamos trabajo.
Migue: –Después tuvimos un tiempo muy bueno, con unas sesiones en una terraza, frente al Teatro Argentino de La Plata. Fue el sueño de tener una banda, tocar en un techo y hacer cualquier cosa. Arrancamos polémicos, sí.
¿Y cuál fue el puntapié inicial de 107 Faunos?
Migue: –Una vez que pasamos la etapa de Muchacho Lobo nos empezamos a juntar con nuevas canciones que se armaban y desarmaban. También íbamos cambiando de integrantes. Empezamos con rítmicas muy cuadradas que rozaban la estupidez.
Gato: –Por ahí, al arrancar, queríamos hacer canciones muy sencillas. Nos habíamos cansado de hacer cosas dificilísimas. Fuimos como una reacción a todo el rock alternativo que mamábamos. No sé... empezamos escuchando Stereolab y de ahí para abajo. No es que arrancamos con Viejas Locas y después nos hicimos los exquisitos. Tenemos una formación muy del centro, de leer revistas, esa cosa media cosmopolita. Hicimos descansar un poco eso y nos salimos de algo que no estaba funcionando en ese momento. Veníamos de la cultura de Velvet Underground: juntarse a tocar.
Migue: –Los antecedentes eran sesiones de zapadas eternas. O de juntarnos a charlar de cualquier cosa y eso llevaba años de proyectos de bandas que no iban a ningún lado. Sintetizamos eso de tocar, tocar y tocar.
¿Eso siguió?
Migue: –Hasta el día de hoy.
Félix: –Con canciones de un minuto. Ahí está la verdadera frescura.
Gato: –Bueno, contemplamos mucho eso: las canciones duran lo que tienen que durar. ¿Viste cuando en un tema viene el solo? ¿Por qué tiene que venir eso? Nos adelantamos a la cultura... nos adelantamos a Twitter.
Migue: –Nos interesa la brevedad, los universos breves. Son cortas las canciones, son cortas las letras: eso es algo que mantenemos.
Alguna vez, el Gato dijo que “la intelligentsia” no los quería.
Gato: –Sí, me pasa seguido de sentir eso.
Migue: –Me da la sensación de que en nuestros recitales, todos los seguidores que tenemos desparramados se encuentran ahí.
Gato: –Ese es el underground. Que cada uno vaya por su lado y vayan a ver a alguien que le puso verso y melodía a ese sentimiento de creerse solo. Quizá siga haciéndolo por eso. Tal vez es una suerte, tal vez una maldición.
¿Les pasa que se les acerque gente y les diga: “Puse su disco para sentirme bien”?
Migue: –Que venga un desconocido a decirnos que una letra o una canción le gusta, es algo genial.
¿Y cuando pasa lo opuesto, tipo: “Son una mierda”?
Gato: –Depende cómo nos agarre. Igual, no está bueno que pase. Evitamos leer los comentarios de YouTube. Tratamos de evitar eso a todo nivel. Si vemos una nota de La Nación que hacen los haters, de gente que odia cosas, la esquivamos. Para bardearnos a nosotros deben tener una vida horrorosa.
Migue: –Es como el que odia a Messi, más o menos. No por compararnos con Messi, ja ja. Hay como distintos niveles de resentimiento. Hay una bardeada a lo que se desconoce, a lo que se corre del foco de lo correcto. Es como el tipo que compra la RollingStone y va a escuchar Los Beatles toda la vida. Y está quien odia porque el otro representa “cierta autoridad”: sacan discos, entonces los odio por eso.
¿Cómo son sus mecanismos creativos?
Gato: –Es un monstruo que no podemos dirigir.
Migue: –Casi es lo mejor que tenemos. Es algo colectivo.
Gato: –Me encantaría que hagan todo lo que yo digo, ja ja ja. Nuestro objetivo es siempre experimentar un poco más. Pasa que es difícil porque ahora tenemos menos tiempo para buscar. Tratamos, desde el lenguaje, de ser vanguardistas en algo. Estamos lejos de calificar como vanguardistas, pero nos gustaría.
Y ese monstruo que crearon, ¿los representa?
Migue: –Sí, en algún punto sí. Se deformó en algunas cosas: es divertido que se nos vaya de las manos.
Gato: –Me gustaría que ahora volvamos a 2001, cuando no estaba creada la escena, cuando éramos unos pibes que nos emborrachábamos y no existía El Mató a un Policía Motorizado, ni el negocio, ni nada.
¿Y qué cambiarías?
Gato: –La libertad.
Félix: –Es que nos ata la dinámica de tener fechas, salir a tocar y eso se puede volver desgastante.
Gato: –Cambiar algo para que nada cambie.
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