EL SEGMENTO JOVEN DEL FESTIVAL DE LA LUZ
Selfies afuera, la muestra 25/25 expone el extrañamiento con el pasado y las expectativas a futuro.
› Por Stephanie Zucarelli
Uno de los mayores furores de la época es la obsesión selfie. Según como fue ingresada en el diccionario de Oxford, es “una foto que alguien toma de sí mismo con un smartphone o similar”. A continuación, aclara: “Las selfies ocasionales son aceptables, pero postear una foto de sí mismo todos los días no es necesario”. Es cierto que pensar así es un lugar común, pero hay que caer en la cuenta de que las “autofotos” se convirtieron en parte de la vida. En una sociedad donde la juventud se esgrime como ideal rector, crece la obsesión egocentrista y la necesidad de no olvidar lo que es pasajero.
No es broma: se suben a Instagram alrededor de 60 millones de fotos por día. Convertida en aplicación para móviles, da la posibilidad de retocar las fotos con opciones preseteadas, mezclando estilos con una suerte de estudio de edición to go. De a poco, el “selfier” puede sentirse fotógrafo. Pero, ¿qué pasa con los que eligieron los equipos profesionales? Algo se comprende en la muestra 25/25 del Festival de la Luz. En una esquina un poco olvidada del Centro Cultural Recoleta, la convocatoria consistió en ver cuántos sub 25 esquivaron el mainstream. La sorpresa fue no sólo el descubrir nuevos talentos sino englobar pensamientos sobre la vida joven.
Escapándose de la restrictiva cámara de cualquier celular, los artistas lograron dar una impresión fuerte en las 138 obras expuestas. Es muy distinto ver a través de estos ojos, ya que el fotógrafo joven parece no tener necesidad de montar una escena artificial para atrapar: encuadra su curiosidad en la vida cotidiana. Muchas obras muestran una especie de extrañamiento con el pasado de la infancia, miradas que conservan expectativas al futuro y sensaciones que varían desde la presión y el estrés juvenil hasta la necesidad de la autodefinición y hasta la pachorra.
Mientras los fotógrafos de 25/25 buscaban satisfacer su curiosidad, una cantidad sorprendente descubrió la vitalidad de la tercera edad. ¿Por qué no? Ambos períodos viven bajo el “carpe diem”, disfrutar el día a día. Tamara Goldenberg realizó un ensayo fotográfico con ancianos realizando actividades en un club: “El marco social me representa, también el vínculo con el club. La pasión con la que realizan cada actividad, la amistad y el compartir en grupo. Son un ejemplo por su disfrute y su actitud. A pesar de los obstáculos de la edad, el espíritu y las ganas permanecen intactos”.
Los fotógrafos del mañana –que son un poco los de hoy– no tienen nada que envidiar al resto del festival. La necesidad innata de romper con la monotonía es una constante que se plasma en los ensayos, que tienen mucho de ojo espía. Son retratos vitales y lecciones de vida de artistas que se bajan del ritmo frenético juvenil y le dan al público perspectivas que ayudan a desmembrar la mirada y la curiosidad joven de la vida diaria.
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