Jueves, 28 de agosto de 2014 | Hoy
DIOS (LOS CRíA) ESTá A FAVOR DE LA MúSICA LIBRE
El sonido de lo inevitable marca el retorno del grupo tras ocho años sin discos y su renuncia final al formato CD por un modelo digital y gratuito.
Por Juan Ignacio Provéndola
Hubo un día en el que Dios decidió morir. Sucedió en 2008, cerca del mediodía, en un restorán de La Pampa. Fue el último almuerzo. “Ahí firmamos el acta de defunción”, recuerda Pato Duhalde, seis años más tarde, mientras adoba unas bondiolas al sol de un sábado increíble en su casa de Sierra de los Padres. El grupo marplatense acababa de editar por su cuenta Justo cuando nos estábamos quedando sordos, tras la fallida experiencia en la multinacional EMI. Después de 15 años de carrera, Dios Los Cría acumulaba una obra (cinco discos imperdibles) y una convocatoria (llenaba salas como La Trastienda Club o el ND) que volvían creíble el sueño de la autogestión. Pero no. “Haber grabado ese disco fue increíble, porque podían estar tirando bombas en la esquina que a nosotros sólo nos preocupaba conseguir el sonido que nos daba vueltas por la cabeza, pero hacerlo por nuestra cuenta significó un esfuerzo muy grande. No funcionó como pensábamos y entramos en una meseta”, sostiene el cantante.
En 2008, Dios fue sepultado y sus deudos se dispersaron. Pato (que nada tiene que ver con Eduardo) fue a parar a Europa y encontró refugio artístico en God Save The Music, una agrupación poliétnica de rock dedicado a la militancia activa en contra de una industria discográfica en recesión. Eran conocidos como “Los Blancos”, porque tocaban con ropa, calzados, instrumentos, guantes y máscaras de ese color. “El mensaje era que no te ofrecíamos modas ni caras ni poses. Sólo música. Grabamos varios temas que colgamos gratuitamente en Internet e hicimos campañas por distintos lugares del mundo, como la Medina de Fez, en Marruecos. Esa experiencia me terminó de redondear ciertos conceptos que tenía a favor de la música libre”, explica el cantante. El proyecto al que se había plegado para despegarse de Dios Los Cría fue el que lo terminó convenciendo de que aún había vida en aquello que se creía extinto.
El sonido de lo inevitable, flamante disco, es apenas la consecuencia final de un Operativo Retorno zanjado por dos decisiones fundamentales: continuar a pesar de la partida (en buenos términos) del histórico guitarrista Hugo D’Intino y renunciar definitivamente al formato CD. “Nuestra experiencia en EMI fue decepcionante. Una vez que terminamos de grabar el disco con ellos, nos sentimos como en el final de Buscando a Nemo, cuando los peces se escapan de la pecera pero ven que siguen encerrados en una bolsa. La música es aire y la era digital la libera de la tierra. Le arrebató su elemento molecular y la llevó a su estado natural. En cualquier momento, nosotros también seremos virtuales”, afirma Pato.
La primera experiencia de esta era libre y virtual fue en 2013, con 7 canciones vivas, buena muestra de lo que el grupo es capaz de ofrecer en esas ceremonias que sus fans bautizaron “misas”. Y ahora repiten con El sonido de lo inevitable, primer disco en estudio en ocho años. Ambos están disponibles en diosloscria.com.ar junto a una aplicación para celulares con Android que permite escuchar todas las canciones del grupo y recibir info, fechas y novedades. Todo gratis. Conviene guardar la moneda entonces para verlos volver en noviembre. Será el domingo 23 en GAP de Mar del Plata y el viernes 28 en Rocknrolla de Rosario, aunque todos los cañones apuntan al Teatro Vorterix del jueves 27, el show más importante en toda su carrera.
“Pato nos lleva hasta el precipicio... y se tira. Es imposible no seguirlo”, opina Leo Pino, guitarrista de Dios Los Cría y uno de los encargados de desarrollar la aplicación, proyecto absolutamente inédito que fue pensando, como esta charla, en un asado en Sierra de los Padres. Allí también acudieron Mariano Mendoza (batería), Tarugo Martínez (bajo) y Antonio Torres (el otro guitarrista), y Juampi Mendoza, manager de las primeras horas que vuelve para asistir a Dios en su resurrección. Todos dejaron su sello en una obra que, al igual que las anteriores, está dominada por el cuidado de canciones y melodías que movilizan hondos planteos existenciales, tales las motivaciones que Duhalde reconoce en el proceso creativo: “Todo surge de un lugar de catarsis, de decir cosas que no podrías expresar de otra manera. ¿A qué vinimos? ¿Y qué pasa cuando te vas? ¿Se terminó? El inconformismo es una herramienta fundamental del arte”.
La última vez que sacaron un disco fue hace ocho años. ¿Cómo evaluás ese paso del tiempo, en función de las expectativas que tenían entonces y las que tienen ahora?
–Si pasa lo mismo que hace ocho años, significa que no pasó nada. Una persona normal guarda su vida en fotos. Nosotros, en canciones. Cuando producís hechos artísticos, mojoneás tu existencia. Después lo ves en retrospectiva y podés describir si el tiempo pasó al pedo o no. Asumimos riesgos complejos, a veces sin saberlo, y si miro hacia atrás a lo mejor corregiría algunas cosas. Pero eso no correspondería: en su momento creímos que estaban bien, nos enorgullecimos y estuvimos en paz con nosotros mismos. Nunca nos importó lo que pasaba en ese momento, sino lo que nos pasaba a nosotros. Todo es proceso y experiencia. De nada, hacer mucho. Eso te mantiene vivo. Pero, como en los libros, el desenlace está al final.
Siempre cerrás los shows con una frase que se volvió costumbre: “No se conformen con poco”. ¿Cómo aplicarías este axioma a las posibilidades de la banda?
–En cierto momento, toda expresión artística guarda un instante de eternidad, que puede ser perdurable. Esa es la motivación más fuerte, que las canciones te trasciendan. Quiero llevar nuestra música hacia lugares que ni yo sé cuáles pueden ser. Y no jubilarme nunca. Se trata de subir la vara siempre un poquito más, porque eso hace que se incrementen tus potencialidades. Cuanto más escalás, más grande es el desafío. Y el desafío es lo que te mantiene vivo. La vida es para valientes. El riesgo es absoluto, siempre, pero no tenemos nada para perder, porque ya perdimos de movida: nacimos con fecha de vencimiento, estamos en un barco que se hunde. Tenemos un tiempo que se va a terminar y no vale la pena quedarse a esperar.
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