ROCK Y ELECTRóNICA EN LA ESCALA RICHTER
Con quince años y cinco discos, delinearon un electro-rock con tanto punk como tecno, que sacan a pasear... ¡en ambulancia!
› Por José Totah
En el 2000, cuando las casas de música hervían de gente comprando violas a dos mangos para engordar al rock, estaban los que buscaban otra cosa. Gustavo Scheller, bajista de Richter, cuenta que en esos días los sintetizadores “ya estaban demodé” y que consiguió uno en un negocio sobre Rivadavia, de un viejito que vendía teléfonos hechos pelota y contestadores a minicasete. La banda sigue usando algunos de esos sintes, fieles como dinosaurios con correa, desde un punto equidistante entre el rock noventoso y Creamfields: “Hace 50 años que existen los sintetizadores, pero a nosotros nos siguen pareciendo desafiantes, o al menos ése es el uso que les damos”.
Casi siempre se notan las influencias de una banda con sólo ver su look. A veces puede fallar. Scheller tiene patillas gigantes y jopo rockabilly, una especie de Elvis, pero tecno. John John, el violero, lleva peinado a la cachetada hacia la izquierda y remera naranja de Depeche Mode. El más neutro es Zenitram, cantante, vestido de “civil”. Sus influencias exceden la pilcha: hacen un rock electrónico que trae encima la new wave de fines de los ‘70 y los ‘80, el ADN de grupos noventosos como República, Garbage o Elástica, y la bandera del electro-rock resucitado a partir del 2000. Todo en una ensalada de punk, dark y tecno que podrá verse nuevamente este sábado, cuando estrenen Transforma2, versión remixada de su último disco.
Por toda esa cruza, Richter está a mitad de camino entre tocar en un boliche del palo o en una discoteca. Una formación de banda clásica de rock que puede mutar y que, en el cuadro siguiente, cada uno esté enfrentado a un sintetizador. “No nos interesa el costado lánguido de la electrónica”, aclara Zenitram. Se juntaron en 1999 y tienen cinco álbumes editados, al que se suma un disco de remixes recién salido. “En cada disco nos fuimos acercando a lo que teníamos en la cabeza: ser un grupo de rock con bases electrónicas que se entremezclen bien”, define el cantante.
En todos esos años debe ser una de las bandas del under que más giró por la Argentina. A partir del tercer disco, Lanzallamas, se lanzaron a la ruta y no pararon más. Se compraron una ambulancia porque les alcanzó para eso y dieron más de cien shows en todo el país. Después sacaron Fin del mundo y manejaron otros 10 milkilómetros, desde Ushuaia hasta Salta, pasando por más de 50 ciudades. “Llegamos a pueblos en donde nunca había tocado un grupo de rock”, juran. De ese viaje editaron el DVD Cuentakilómetros, una especie de manual de guerrilla para cualquier banda que quiera hacer una gira totalmente autogestionada. Ahora, advierten, ya no es tan sencillo tocar en el interior. “Es como si la ola post-Cromañón se hubiese expandido a las provincias; hay más restricciones en todos lados.” Quizá por eso aflojaron un poco con el “ambulancia tour” y se pusieron a trabajar en el sonido que quieren lograr en vivo. “En los shows despuntamos nuestro costado punkoso y no nos importa que todo suene tan perfectito, lo cual sigue siendo raro en una banda a la que le gusta el tecno”, definen.
* Sábado 13 en Kirie Music Club, Bolívar 813. A las 22.
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