EL JUSTICIERO LIBRO SERá SIEMPRE INDEPENDIENTE
Los periodistas José Bellas y Fernando Soriano indagan en la decadencia y la recomposición del Rojo de Avellaneda.
› Por Santiago Rial Ungaro
Para José Bellas y Fernando Soriano, autores de Será siempre Independiente, todo acaba de pasar a segundo plano: el Kun Agüero acaba de hacer un golazo y de poner al Manchester City 3-0 arriba del Liverpool. Se los nota orgullosos del hijo pródigo del Rojo. “Mejor que no me hagan elegir entre el Kun y la patria –dice Bellas–. ¡La patria me hizo hacer el servicio militar y el Kun sólo me dio alegrías!” De alegrías y tristezas está hecho este fantástico libro sobre el sufrido ascenso del Rojo desde el infierno del siempre violento Nacional B, un texto a mitad de camino entre el ensayo y el diario íntimo, y que tiene también algo de plegaria.
Estos dos periodistas hinchas preguntaron, investigaron y recordaron esa crisis de identidad que implica la vergüenza de haber sido y el dolor de ya no ser. No sólo por la intención y la ansiedad de volver a Primera, sino también por volver a ser ese “orgullo nacional” invocado subliminalmente: el Rey de Copas ganó dos Intercontinentales y siete Libertadores, paseó por el mundo su estilo exquisito y siempre tuvo jugadores que inspiraban respeto. Los autores reivindican la Intercontinental ganada al Liverpool en 1984 como la primera revancha simbólica pos Malvinas. Soriano: “A los tres minutos, el Loco Enrique le pegó un patadón al 11 del Liverpool. Eso también es Independiente, además del pase gol de Marangoni a Percudani”.
“El libro trata sobre la identidad perdida –define Bellas–. Teníamos unos tópicos iniciales, los pecados capitales de Independiente, que nos fueron marcando el camino. Hay capítulos más de investigación y otros que tienen que ver con nuestros sentimientos.” El libro emociona, divierte y es autocrítico, sin perder el fanatismo. No es casual que el capítulo dedicado a Bochini (con justiciera cita de Maradona, ese hincha tan notable como traidor, quizás el mejor alumno del Bocha) sea de lo mejor. “Hacía años que tenía en la cabeza hacer un libro sobre el Rojo. En principio pensé en Bochini, pero no lo pude ni contactar. A Fernando y a mí nos gustó Fiebre en las gradas de Hornby y aunque al principio nos daba vergüenza, teníamos que usar la primera persona. Nunca fuimos periodistas deportivos y probablemente ésta sea la última vez que escribamos sobre Independiente.”
El libro tiene prólogo de Andrés Calamaro, ya agotó su primera edición y hasta ahora las críticas fueron (casi) todas buenas. “Algunos se la agarraron para criticarnos por hacer un supuesto ‘elogio’ de Fredes, el jugador más resistido por la gente. En realidad queríamos reivindicar que a los jugadores del club hay que bancarlos. Fredes es un síntoma de época, porque de algún modo es un crack fallido”, encara Bellas. Y se la pasa a Soriano: “En la hinchada hubo cierta conciencia de que no había que poner tanta presión a los jugadores. Cuando descendimos, a diferencia de la actitud de nene millonario caprichoso de la gente de River que se puso a vandalizar su estadio, la gente de Independiente reaccionó con dignidad”.
Hinchas memoriosos, trazan el principio de la decadencia institucional en 1992, cuando al empresario italiano Setimio Aloisio le pidieron a Diego Cagna y Perico Pérez y en el paquete sumó a Amato, Mohamed y Maia. A partir de entonces, la gestión sobria y honesta de un club administrado como un almacén entró en una rueda dominada por capitales privados. Bellas: “Ahí empieza el quilombo, con los 117 jugadores que vinieron en los ocho años en que estuvo Comparada”. Las entrevistas a referentes como Miguel Angel Santoro y Gabriel Milito apuntan a una recomposición de las bases. “Ver a Gaby Milito haciéndonos mate con una pava toda oxidada, sabiendo que el tipo se vino del Barcelona, fue fuerte. Es como un Jedi, su compromiso marca el rumbo”, dice Bellas. La entrevista a Santoro también fue clave. “La hicimos en un momento muy duro, con la acusación de abuso sexual a un jugador. Pepé parecía estar hablando de la enfermedad terminal de su hijo. En los últimos años, como entrenador de arqueros, es el único que cumplió: Ustari, Gabbarini, Assman, Rodríguez. Pero lo mejor fue cuando después de hablar con él media hora, le dijimos que no éramos periodistas deportivos y nos tiró: ‘Sí, se nota’. Fue como si el Papa nos diera una bendición divina.”
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