HELADO NEGRO, NUEVO ICONO MUSICAL ECUATORIANO
Desde Brooklyn, Roberto Carlos Lange se impone como gema del indie yanqui con raíces latinas. Double Youth es la confirmación de su talento bilingüe.
› Por Yumber Vera Rojas
Cuando todo apuntaba a que el disco Invisible Life, lanzado hace poco más de un año, aún tenía sorpresas para ofrecer, Helado Negro arremetió, a comienzos de septiembre, con otro más reciente, Double Youth. Este trabajo confirma ese credo de la fotógrafa estadounidense Diane Arbus, retratista del dolor cuya fuente de inspiración fueron los escenarios marginales y los modelos expulsados de la pulcritud del “sueño americano”, que manifiesta que “una foto es un secreto sobre un secreto: cuanto más te cuenta, menos sabés”. Y es que una polaroid de la infancia olvidada en un placar de la casa de sus padres, en la que posa junto a otro niño al que no recuerda, se tornó en disparador conceptual de la producción más audaz e intrincada del proyecto unipersonal de Roberto Carlos Lange, el nombre detrás del álter ego, en la que acuñó en canciones las inquietudes que surgieron a partir de ese instante: por caso la ambigüedad, la identidad y la memoria que, pese a los intentos para preservarla, extrañamente tiende a declinar.
No obstante, ese ejercicio de reconciliación entre el recuerdo extraviado con la memoria presente le permitió al exponente nacido hace 34 años en South Florida, pero establecido en la actualidad en Brooklyn, extender la noción de dualidad que recorre a Double Youth, cuya tapa está ilustrada por la foto en blanco y negro de la discordia, hasta su bilingüismo. “Introduje el español en mi estética sonora en la medida en que fui explorando mi voz, lo que me llevó a descubrir otras dinámicas, texturas y colores”, le explica al NO este hijo de ecuatorianos que, tras el éxito de Gerardo Mejía y Christina Aguilera, se convirtió en el nuevo icono musical de esa nación en Estados Unidos. Sobre Mejía, responsable del hit Rico suave, dispara: “El tema le dio mala fama a Ecuador”. Y vuelve: “Si bien no hay intención premeditada de componer en el idioma de mis padres o en inglés, son dos hermanos que conviven en mí. Es raro, es divertido, y eso me pone feliz”.
A pesar de que la influencia musical latinoamericana se puede rastrear desde su disco debut, Awe Owe (2009), Helado Negro nunca pretendió redimir su abolengo, sino incorporarlo, de la misma forma que lo hicieron Devendra Banhart, Nicolas Jaar o Xenia Rubinos, artífices estadounidenses de origen hispano claves en el indie actual, al igual que él, a una propuesta que sintetiza la hibridación cultural en la era 2.0. “Ya no existe nada nuevo, lo que sí hay son economías experimentales”, reconoce el artista que comenzó a hilvanar su sonido luego de que descubrió, a través del hip hop, las posibilidades creativas del sampleo. Lo que más tarde erupcionó, en el volcán onírico de su cuarto álbum, hacia la canción electrónica, de empuje groovero y de textura espectral, salpicada por la intemperancia tecnicolor de Soul II Soul, la confidencialidad de Prince y la psicodelia de Boards of Canada. “La búsqueda de sonidos nuevos y mi deseo de cantar en español me ayudaron a cambiar en todos mis discos. Y ése era uno de mis objetivos.”
Aunque es ferviente admirador de Chancha Vía Circuito (laboratorio de folk electrónico y de tropical bass del productor bonaerense Pedro Canale), Roberto Carlos Lange, bautizado así por sus padres en homenaje al enorme baladista brasileño, reconoce su desconocimiento de la música argentina. “Salvo Piero, que me encanta por su manera tan rara de componer, creo que sé más de Uruguay, gracias a la obra de Eduardo Mateo”, confiesa el también videasta y performer, partícipe del catálogo del sello Asthmatic Kitty, del cantautor Sufjan Stevens. Eso sí, el factótum de Helado Negro se lamenta por la inanición de la industria discográfica latinoamericana: “Me parece que está devastada, lo que imposibilita que un artista de la región pueda girar con el apoyo necesario. Sin embargo, pese a que esta realidad es diferente en Estados Unidos, no es justo opinar sobre una situación que ocurre en un lugar donde no vivo. Lo mejor sería ir para allá para entender la dinámica de las decisiones, y la forma en que afecta a la sociedad”.
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