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Los chicos están bien y se conocen hace tiempo. Capaz se sientan ya no tan chicos, pero no dejaron de lado la diversión. De hecho, lo que traen entre manos no tiene otro fin que generar un buen rato catártico. Manejan altos niveles de presión sonora a alta velocidad, en forma de piezas de no mucho más de dos minutos. Eso es Bandera de Niebla, que cruzó una vez más los caminos de Adrián Outeda, Hernán Espejo, Ignacio Brizuela y Martín Méndez. “Con Martín tocamos juntos en Dragonauta y en Compañero Asma, en donde también tocó Nacho. Y con Adri y Nacho tuvimos otra banda que se llamaba Los Delicados”, recapitula Hernán.

La concepción de Bandera de Niebla data de un encuentro hace tres años entre la guitarra de Espejo, el bajo de Méndez y la batería de Brizuela: “Nos habíamos juntado a probar algo distinto de lo que veníamos haciendo y fue un quilombo bárbaro. Después pasó que me fui de Fantasmagoria y Pichu (Espejo) también estaba rebotando”, cuenta Nacho. Espejo: “El trabajo solista es desgastante, puedo sacar un disco nuevo pero lo toco poquito. Empujar un proyecto entre varios es mucho más lindo”. En Compañero Asma, Hernán ahondó en terrenos lo-fi y ritmos ligados al kraut-rock. Cuenta que la intención de qué estilo encarar con Bandera de Niebla surgió por oposición al entorno: “Ahora hay una gran cantidad de música muy cordial, y ésta es una música tocada con un placer grupal”. La de Bandera de Niebla es resuelta e intrincada.

Con la intención de coquetear nuevamente con los placeres musicales de su adolescencia, con una mirada en el crossover, speed y thrash metal, los tres vieron en Outeda (y su historia como vocalista de N.D.I. y Satan Dealers) el componente que cuadraba a la perfección. “Un poco la excusa fue empezar en un género, pero todos tenemos resto como para hacerlo personal. En principio queríamos que fuera distorsionado, rápido y que nos sorprenda lo que pase en el camino.” Todos son melómanos con pilas de discos en sus mentes, con una amplitud que puede ir de Roky Erickson a Slayer, desde Riff hasta los japoneses Boris.

“A veces tocamos bastante raro, Adri tampoco escribe las típicas letras del género, entonces se arma un híbrido original”, entiende el Cumpa Asma. Por su lado, Outeda blanquea que nunca le pesó la idea de volver a desembuchar letras a esas velocidades que en N.D.I. cosecharon tantos fans: “Lo primero que pensé cuando vine a la sala fue en divertirme. De ahí, fue darle para adelante; las canciones me gustaban, pero lo primordial era pasar un momento divertido”. El proceso creativo comenzó una vez que dieron con el lugar donde ensayar, distenderse y probar cómo funcionan las cosas. Ahí resurgieron algunos gérmenes de aquella juntada que se volvieron los diez temas que plasmaron en los EP Desindustrial y Paren la ciudad. “Con la precisión de un goleador que tiene dos chances en un partido, nos juntamos y en dos horas grabamos diez temas”, resume el prolífico Espejo. “Hay otras grabaciones que son más clínicas: primero la batería con click y una guitarra de referencia que después se sobregraba... Acá nos metimos los tres en la habitación, hicimos lo nuestro y Adri vino después a grabar las voces.” Outeda: “Creo que cuando una cosa se trabaja demasiado pierde la esencia”.

Hablan de la demanda física del estilo, lo aeróbico, dejar el crossfit por el hardcore, aguantar a la hora de tocar y viejas técnicas de gaseosa y aspirinas, pero los Bandera de Niebla se sienten más que entusiasmados con su presente y futuro: “Vamos a hacer unas copias en casete que va a editar Elio (Wild Tapes, The Hates) y estamos con temas nuevos que queremos grabar. Hay que algo que ocurre natural; siempre hay muchos planes, pero esto es el sueño del pibe: las cosas fluyen”.