Jue 09.10.2014
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UN EPÍLOGO PARA LA GENERACIóN DORADA DEL BÁSQUET ARGENTINO

Cesto de reciclaje

› Por Juan Ignacio Provéndola

Lejos ya de aquellos tiempos de plenitud, la Generación Dorada ofreció en su última función una especie de spin-out compuesto por jóvenes proyectos, algún talento emergente y la garantía espiritual de los últimos sobrevivientes. El ciclo que aportó dos medallas olímpicas, un subcampeonato mundial, siete títulos, la primera derrota encajada en la historia del básquet a una selección profesional de Estados Unidos, innumerables victorias de leyenda y la eyección de mano de obra argenta a la NBA de ninguna manera se vio mancillado por el pobre resultado obtenido en su acto final, cuando quedó fuera en octavos por primera vez desde 1998. Tras el reciente Mundial de España y con la reanudación de la Liga Nacional, emerge una pregunta inquietante: ¿Y ahora?

Tras los sucesivos alejamientos de Pepe Sánchez, Fabricio Oberto, Andrés Nocioni, Pablo Prigioni y Leo Gutiérrez, permanece Luis Scola como el último mosquetero en un escenario sin Manu Ginóbili, impedido por su equipo. Luifa pretende retirarse en los Juegos Olímpicos de 2016, a los que llegará con 36 años. Será el bastonero de la transición, escoltado por Selem Safar y Marcos Mata (ambos, con la cuña de Peñarol de Mar del Plata), los más ejercitados de la nueva generación.

Se esperan, además, tiempos de expansión para Facundo Campazzo, la joya del Nuevo Básquet Argentino. Después de haber pasado por todas las selecciones juveniles, el base cordobés jugó las Olimpíadas pasadas y fue clave en la diezmada selección que consiguió la clasificación a España 2014, último torneo de la Generación Dorada. A los 23, ya ganó toda clase de torneos y distinciones personales con Peñarol, y el Real Madrid acaba de llevárselo a la ACB, la liga más poderosa del mundo por fuera de la NBA, que es otra dimensión, está claro.

En Campazzo y Nicolás Laprovíttola (surgido en Lanús, hoy figura del Flamengo de Brasil que acaba de ser campeón intercontinental de clubes) están depositadas las esperanzas de que el juego perimetral –uno de los fuertes de la generación que se va– tenga continuidad genética. Por su parte, los lungos Marcos Delía y Matías Bortolín, ambos Sub-22, piden pista en la zona pintada. Uno es de Boca, el otro de Atenas de Córdoba, y están en la selección mayor desde el año pasado. Y desde Estados Unidos llegan novedades alentadoras sobre Patricio Garino, Pablo Bertone y Agustín Ambrosino, quienes replican la experiencia iniciada por Pepe Sánchez en el básquet universitario yanqui.

¿Bastará esto para que el lento tranco refundador se impulse hacia un rumbo conveniente? “Podrán aparecer muchos Manu Ginóbilis, pero será difícil encontrar una camada de jugadores contemporáneos que ocupen distintos puestos en el equipo y que se lleven tan bien”, explica Julio Lamas, primer y último entrenador de la Generación Dorada. Argentina ocupa actualmente el tercer puesto del ranking mundial FIBA, una distinción que no es honrada por su situación deportiva ni institucional. Basta echarle un vistazo a la liga local: la temporada 2014/15 que acaba de comenzar inaugura el primero de tres años sin descensos, suspendidos para evitar que los clubes sigan renunciando. Poco queda del mercado codiciado por las grandes ligas del planeta, sólo algunos talentos emergentes con posibilidades remotas en el básquet mundial.

Siempre hubo fuertes reclamos de los jugadores a la cúpula dirigencial enquistada en la Confederación Argentina de Básquetbol, acusados de no aprovechar el momento histórico de la Generación Dorada en beneficio del deporte. El estallido final ocurrió en julio pasado, luego deudas millonarias y denuncias de corrupción que promovieron los propios jugadores de la selección, con Scola a la cabeza. El Gobierno terminó interviniendo la CABB y la frágil situación institucional puso en peligro la participación argentina en el Mundial de España. Si la Justicia interviene, podrían haber condenados a prisión. Un escenario lamentable. Después de haber disfrutado de tantas copas y medallas, tal vez sea el tiempo de apostar por una generación dorada de dirigentes.

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