BIOGRAFíA NO AUTORIZADA DE EZEQUIEL BLACK
› Por Julia González
En la mesa de luz de la madre de Ezequiel Black había una tarjetita en la que se leía: “Sentarse es empezar a morir”. La hiperactividad es una de las herencias de personalidad legadas por su mamá. “Incluso en vacaciones, para mí todo es: ‘bueno, vamos a correr, a nadar, ¿qué puedo dibujar?’”, cuenta el artista visual y diseñador gráfico que está exponiendo su Biografía no autorizada en Galería Mock. Especializado en diseño de rock, Black trabajó con Bicicletas, Los Alamos, She Devils, Massacre, Los Fabulosos Cadillacs y Miranda!, entre otras bandas. También fue director de arte del sello Estamos Felices y de las revistas Plan V y El Teje, el primer periódico travesti latinoamericano, editado por el Centro Cultural Ricardo Rojas. Su tesis de licenciatura sobre arte callejero derivó en la curaduría de muestras de street art en el Rojas, el San Martín y el Recoleta. Y ese background lo llevó a exponer.
Trabajó entonces aquel sintagma materno junto a otros paternos, y los puso a convivir con los mandatos familiares que son el concepto de su muestra. Clavos y lana, alambres y cartulinas, planchas de aluminio y vidrios espejados son el material que corporiza las ideas. Su experiencia como diseñador lo guió hacia este trabajo que empezó hace cinco años en un taller de clínica de obra con Cynthia Kampelmacher.
La primera pulsión fue la de trabajar los enunciados familiares grabados en su inconsciente: “Soy muy de relacionar lo que vivo con una cita o una frase de una canción, entonces empecé a tomar cada frase y a darle corporalidad específica”, dice. “El hombre no tiene lo que se merece sino lo que sabe negociar”, es una de su padre. “Eso decía y me parecía terrible, el horror; en vez de decir ‘luchá por tus ideales’ o ‘no hay que tranzar’, hablaba de negociar.”
Otra arista de Biografía no autorizada es la que relaciona la noche con la quimera de lo que, se supone, muestran los espejos. “Estado de Weekend fue un tema de Demonios de Tasmania, de la época más alocada, cuando la noche estaba cargada de fantasía; esa situación de arrancar un lugar y no saber dónde terminar ni con quién ni a qué hora, el combo surrealista de la nocturnidad”, explica. Entonces usó vidrio espejado y telgopor a fin de desarmar la idea de la bola de boliche. Hay también una ciudad maquetada en ese material que invita a perderse dentro, alucinado por el brillo y los objetos. Sin embargo, la estructura es de telgopor, una alegoría de lo endeble que puede ser la concepción de la noche. Aunque, si está bien iluminada y vestida con fulgores, la sensación puede ser la de contemplar un diamante. “Tiene eso el boliche o la noche; salís a las 7 de la mañana y ‘guau, ¿qué es esto?’, te encontrás con el día. Pero mientras estás ahí dentro, estás entre obnubilado y fascinado por los espejos.”
Cuando era “jovencito”, como él dice, no quería ser artista, quería ser diseñador de rock. Su ilusión era trabajar con bandas desde la estética visual, y mezclarse en ese mundo en el que hoy ya es parte del paisaje. “Después, a medida que vas avanzando y vas siendo eso que soñabas o pensabas, es como que se te mueve algo porque toda tu fantasía estaba cumplida. Y cuando lo hacés, empezás a ver los pro y los contra”, cuenta en medio de la galería en la que expone su historia. Que no termina acá: el artista está investigando la psicodelia y el LSD, y eso también será materializado. Una muestra de lo que viene está expuesta ahí mismo: mostacillas de colores y la simulación del peyote.
* Hasta el lunes 20, de lunes a viernes en Mock Galería, Suipacha 1217. De 13 a 20.
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