MIRADA JOVEN EN DOC BUENOS AIRES
› Por Javier Aguirre
No importa que realities y noticieros hayan puesto en duda para siempre cuán real es lo que aparece en pantalla con la etiqueta de “real”. El género documental sigue ostentando una relativa ausencia de artificios, lo que lo vuelve tan atractivo, inquietante e imperfecto como lo que está fuera de la pantalla. En ese contexto, la 14ª Muestra Internacional de Cine Documental DOC Buenos Aires lleva a espiar lugares reales y personas reales con mucha más gracia y emoción que la que tiene el Street View de Google.
El recorrido del festival es necesariamente múltiple y variado: son más de 60 los títulos que se exhiben, hasta el miércoles 29, en cuatro sedes. Y uno de los ejes posibles es el de jóvenes que no responden al estereotipo de los Millennials o Generación App o Generación Y: aparecen chicos que no están en el centro de la escena, que no están hiperconectados sino que dan a la tecnología un lugar accesorio en sus vidas y no reniegan de las tradiciones, pese a la presunta “pax” cultural globalizada.
Una opción es El secreto (2013), dirigida por el colectivo italiano Cyop & Kaf, centrada en unas protopandillas de púber-teens napolitanos que cada enero honran una antigua tradición, la de las fogatas de San Antonio, para la cual emprenden frenéticas búsquedas callejeras de árboles y ramas. El paisaje y el clima parecen no tener mucho que ver con aquella idea de prosperidad europea: las paredes de Nápoles están llenas de grafitis contra la banca internacional, la policía es una amenaza y las laberínticas calles inducen a vertiginosas pesquisas en scooters que terminan por semejar polvorientas estéticas de videojuego. Además, la rivalidad por quedarse con un recurso limitado como la madera, en una ciudad que es pura laja, piedra y hormigón, lleva a los ragazzi a recurrir a faltazos escolares y hasta a bombas molotov para sabotear los escondrijos madereros secretos de las bandas rivales. ¿Tecnología? Poca: los celulares brindan un fugaz respaldo logístico a los adolescentes buscadores de ramas.
Otra mirada de una juventud a la que parece no importar ni Steve Jobs ni Android es la de Sangre de mi sangre (Jérémie Reichenbach, 2014), realizada en un frigorífico autogestionado por sus trabajadores, en la helada y –con aura GBA– periferia bahiense. Tato es un chabón que escucha Hermética y trabaja entre vacas muertas, vacas vivas, cuchillos filosos y mares de sangre bovina, y al que le toca crecer: su chica quedó embarazada. Las asambleas con sus compañeros, las visitas a la iglesia, los debates sobre su origen mapuche en la mesa familiar, las imágenes gore-bovinas dignas de Hostel o The Walking Dead y el paso de mando que susurra la presencia de niños en el frigorífico son asignaturas que aprueba este working class hero bonaerense, ahora padre de familia cuyo única conexión con la tecnología es buscarle videos de pop romántico en YouTube a su mamá. Es que el futuro ya llegó, pero no a todos lados con la misma velocidad.
El secreto (23/10 a las 18) y Sangre de mi sangre (24/10 a las 20) serán proyectados en la Alianza Francesa, Córdoba 946. La programación completa del festival está en Docbsas.com.ar
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