¡AHí VIENEN LOS RUSOS HIJOS DE PUTA!
› Por Hernán Panessi
Mientras un culo redondo te entretiene la bocha, un petiso en calzones, un flaco en cuero y una She-Hulk humana te pasan por encima. Duro y al mentón. Y la potencia de mil soles en una voz pattismithiana avisa que acá pasa algo. El fenómeno Los Rusos Hijos de Puta, como suele suceder, reúne condimentos que juntos se vuelven brillantes. Por un lado, la afirmación estética de una idea punk. Y no al frente sino al costado de eso, la intención manifiesta de pasarla bien. Y lograr que todos la pasen bien con ellos.
En dos años, Los Rusos Hijos de Puta lograron lo que algunas bandas no pueden en mil: giraron por México y Uruguay, grabaron un disco (Hola, 2013), preparan otro (La rabia que sentimos es el amor que nos quitan) para 2015, mueven cientos de personas y recibieron la venia de los grandes. Y hay, en sus intersticios, un doble juego: en sus shows se acentúa el efecto de realidad de lo que ocurre –besos de lengua, carne sobre carne– y a la vez se reniega de ese gesto –la fábula sucede arriba del escenario; abajo, son hasta tímidos–.
¿Cómo lograron llamar la atención? “Como dice Woody Allen: el 99 por ciento es insistir”, asume La Rusa, cantante y tecladista. Como un cartel de neón, esa credencial al desparpajo llamada Los Rusos Hijos de Puta convida curiosidad. “El nombre existió desde antes de la banda. Como somos rubiecitos nos decían: ‘¡Ahí vienen los rusos hijos de puta’”, comenta risueño El Ruso, cantante y violero, que posa su origen germinal en Ladran Sancho, su bunker de operaciones. Hay una generación que se horroriza: madres, tías y abuelas se preguntan: ¿en qué andan estos pibes?. Y ellos, tranquilos, deslizan su norte: “Ir hacia el bien por el camino del mal”.
Para muchos, ir a ver a Los Rusos Hijos de Puta se está convirtiendo en la opción más divertida del Buenos Aires de bordes. Y después de tanto murmullo, La Rusa sostiene, en efecto: “Gran parte de todo lo que nos pasa es por el nombre”. Sin embargo, ese murmullo sube un escalafón cuando tipos como Mario Pergolini se preguntan al oírlos al pasar: “¿Cómo no trajimos a esta banda?”. Y claro que sube algún rubor, pero El Ruso la tiene clara: “Lo nuestro es toque, toque, gol”.
Para confirmar tanto ruido, un videoclip que se parió polémico: Los Pibe, primer corte de su próximo trabajo, clip que le valió la suspensión de su fanpage debido a denuncias puritanas. “Queremos sacarle la careta a la gente”, se anima Flor Mazzone, baterista. “Con todo lo que hacemos, se va consolidando el laburo”, agrega Santi Mazzanti, bajista. En su segundo video, luego del erótico-lisérgico-Corre Lola Corre de Tu mami, Los Rusos salen a la calle a ver qué onda. Recorren la Bond Street, los bosques de Palermo y algunos shoppings. “Todos esos lugares donde la gente dice sentirse libre”, carajea La Rusa.
Su primer disco, Hola, tiene una frescura inconsciente: fue grabado –casi literalmente– para hinchar las bolas. Aun así se cuelan hits automáticos como Carmelo o Me caen todos mal menos mi novio. Y su nuevo trabajo, ya con sangre profesional, cuenta con producción de Lucy Patané y fue grabado en ION. ¿De qué hablará La rabia que sentimos es el amor que nos quitan? “Del amor, la amistad, la rabia, de pasar un buen momento y de ponernos en contra del mal para conseguir la libertad, y así nutrir el alma”, flashea La Rusa. Por cierto, este trabajo se financió con el amor de la gente: a puro crowdfunding. Y ya anda circulando un tema que resume un pulso generacional: “Soy tu fan / y me encantaría tenerte acá / tocando para mí / para mí”.
Así las cosas, mientras el culo redondo de la Rusa entretiene bochas, el Ruso en calzones, Santi Mazzanti en cuero y Flor Mazzone, la She-Hulk humana, hacen lo mejor que saben: un rock que te pasa por encima. ¡Pum! Duro y al mentón: grata sorpresa en temporadas lánguidas.
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