Jueves, 6 de noviembre de 2014 | Hoy
AGUA(RE)FUERTES
Por Javier Aguirre
“Me” quedé sin chocolate... y basta de debate”, vaticinó hace catorce años el quíntuple disco El Salmón (CD 3, track 14, salmo Chocolate) y la profecía –espantosa, estremecedora, en fin, incalificable– podría cumplirse. Estamos casi acostumbrados a ver cómo el paso del tiempo, con ayudita de unas cuantas personas, arrasa con todo: los yaguaretés, los glaciares, la lengua selknam, las revueltas populares, el rock. Sin embargo, las advertencias acerca de que en 20 años el chocolate sería escaso y costoso como el oro es una de las noticias más duras que la humanidad golosa escuchará jamás.
¿Un mundo sin chocolate? ¿Puede ser cierto? ¿Qué planeta les dejaremos a los niños? Parece que la creciente demanda del mercado chino avanza más rápido que la producción mundial de cacao. Parece que las precauciones sanitarias por el ébola y otras plagas complican los traslados del cacao. Parece que no hay mucho comercio justo que digamos en el negocio chocolatero y que a los productores americanos y africanos los garcan como desde arriba de un puente de chocolate Aguila. Andá a chequear todo eso, claro.
Lo cierto es que la amenaza fantasma circula y nadie se salvaría: ni las versiones cortadas con galletita como el Hamlet, ni los polvazos lecheros de Toddy o Nesquik, ni las cadenas veraniegas como La Pinocha o Abuela Goye, ni los lingotes macizos de Shot, ni los jogobonitos de Garoto, ni los bastiones criollos de Fort o Georgalos, ni las gemas foráneas prohibitivas como Toblerone, Hershey’s o Milka. Nadie. Se acaba el chocolate y arreglate. Comé otra cosa. Cubrí con mierda tu alfajor. La ñata contra el vidrio del kiosco ya. Nostalgia visionaria por un futuro deschocolatizado. Sin choco no hay paraíso.
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