CULTO LOCAL POR YUJI SHIOZAKI
› Por Stephanie Zucarelli
Pese al auge de la movida oriental, la cultura pop cotidiana japonesa siempre fue más que abstracta para el público argentino. Es por eso que los mangas (a los que la definición “comics japoneses” no les hacen justicia) siempre fueron objetos de culto acá. Estas joyitas caras pero no escasas se convirtieron en la conexión directa con Japón: el público, teniéndose que acostumbrar a leer de atrás para adelante, aprendió de tradiciones en miles de aclaraciones del traductor y comprendió su ritmo de vida de primera mano en simpáticas notas de autor. En ese camino, Yuji Shiozaki se convirtió en embajador en la cultura pop internacional.
La casualidad tuvo mucho que ver con su elección de dedicarse al manga. Su destino era convertirse en vendedor de electrodomésticos en España, pero por diversión envió un trabajo a un concurso para mangakas. Y pese a su descreimiento, ganó. Cambió de rumbo y comenzó a dibujar. “Nunca pensé que iba a hacerme mangaka, fue casualidad. De joven dibujaba al costado de un cuaderno, como cuando uno es un estudiante”, acota el dibujante. A pesar de su esfuerzo, rechazaban sus trabajos y desde las editoriales le dieron un manual para que aprendiera a dibujar. En lugar de desalentarse, el joven Shiozaki se concentró en mejorar. Así debutó en la Young Jump de Shueisha (una revista de la misma editorial que publicó la mayoría de las series japonesas conocidas en la Argentina), con Karen (1997), Happy Man (1999) o Nikkan Tachibana (2000).
En 2000 también comenzó la obra que lo haría internacional: Ikkitousen pegó en la clave de popularidad nacional con mujeres desnudas y peleas sangrientas. Si bien con esto capturó el ojo de transeúntes, la historia contó con un giro que convirtió al público casual en seguidor de culto: sus colegialas eran encarnaciones de los guerreros chinos mencionados en la leyenda épica El romance de los Tres Reinos (la misma que Dragon Ball tomó como referencia en principio). Toda esta mezcla se convirtió en una serie que le dio un giro más oscuro y épico a una pelea entre colegios y capturó al público de ambos géneros por su estética y sus personajes.
Después de Ikkitousen, sus series fueron importadas a la Argentina sin muchas dudas, entre ellas la ya mencionada Nikkan Tachibana, Battle Club y, haciendo su debut en enero de este año, Godeath; y con ellas y su visita al Anime Friends se abrió una alternativa más de contacto en lo que lentamente se transforma en un caldo de cultivo de cultura pop argenipona.
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