MASSACRE-CARAJO, BASTANTE EN COMUN
Memorias del skate
Corvata, líder de Carajo, era fan de los por entonces Massacre Palestina, hoy Massacre. Por ellos empezó a pensar en la posibilidad de armar una banda. Quince años después de aquella militancia skater, las dos bandas comparten un escenario. Tiempo de revancha.
Por Roque Casciero
A Marcelo le gusta andar en skate. Un amigo le dice que cerca de Ciudad Universitaria hay una rampa espectacular para ir a deslizarse. Los dos pibes, que recién empiezan la secundaria, van y se cuelan por un agujero en el alambrado. Cuando finalmente ven el half pipe (medio tubo), no lo pueden creer. Pero la ilusión les dura poco: la rampa les pertenece a unos skaters más veteranos (ya están en 5º año), y no les gusta compartirla. Por esos días, aparece un volante que dice “Massacre Palestina - Skate rock”. Marcelo va al show y se encuentra con una sorpresa: uno de los que le había “prohibido” el uso de la rampa es Walas, el cantante de la banda en cuestión.
De aquel concierto iniciático han pasado más de quince años, pero Marcelo “Corvata” Corvalán lo recuerda al detalle, entre otras cosas porque ahí se entusiasmó con la idea de hacer música. “Con mis amigos dijimos: si ellos pueden, nosotros también. Armamos una banda llamada D.G.I., porque tenía que tener puntos intermedios, y hacíamos covers de Massacre Palestina. Cuando podíamos sacar los temas, porque no sabíamos tocar... Estábamos fascinados con el estilo de vida de esos pibes que parecían marcianos”, repasa el hoy cantante y bajista de Carajo. Frente a él, Walas amaga con ponerse colorado, pero ya escuchó esta historia muchas veces: Corvata habla con el entusiasmo de un fan. Si hasta parece que fuera a pedir disculpas: Carajo cerrará el show que compartirán con Massacre, este sábado en El Teatro. “Queremos recuperar ese espíritu de camaradería y de diversión, dejar un poco la banderita de cada banda de lado y pasarlo bien”, asegura quien es hoy, seguramente, la figura más importante (y viva) del rock duro argentino.
–¿Vos también llegaste a la música por el skate?
Walas: –Totalmente. Aprendí de rock a través de las revistas de skate. Por ejemplo, la Trasher, que en un momento empezó a sacar notas de rock vinculado al skate. O sea, rockeros amigos de skaters, bandas donde había skaters... Ellos sacaron unos compilados en cassette y los titularon Skate Rock; inventaron esa categoría. Y nosotros nos subimos a eso.
Corvata: –Era copado vivir ese momento porque todo estaba muy virgen, entonces lo sentías muy propio.
W: –Además, era muy difícil conseguir las cosas, entonces tenía un carácter como heroico. Era todo de boca en boca, y cuando conseguías el disco, era carísimo.
C: –A fines de los ‘80, íbamos a Saavedra, donde había otro grupo de skaters llamado Huesos Rotos. Ellos tenían una rampa, pero nunca llegaron a terminarla porque los rolingas se la prendieron fuego... Uno de los chicos, Germán, era el que me grababa los discos. No tenía idea de qué estaba escuchando, porque los casetes no tenían las listas de temas ni nada. Ahí empecé a escuchar Descendents, Adolescents, Dogstyle, Dissension. Hoy escuchás esos temas y serían hitazos, porque eran bandas muy originales.
W: –Claro, pero no tenían producción. Ponés esos temas al lado de Blink-182 y son una lata...
C: –Los Massacre pasaban mucha data, incluso sin hablar. Si en un show tenían una remera de Youth Of Today, nosotros sabíamos que teníamos que investigar a esa banda.
W: –Fue el comienzo del rock con bermudas... (risas). Ahora ves a los Chili Peppers y eso ya está legitimado, pero antes tenías que explicar por qué subías al escenario con bermudas. ¿Qué tenía que ver el deporte diurno con la bohemia nocturna? Entonces decíamos que cuando nos metíamos en una pileta vacía a andar en skate, a esa energía la acompañábamos con punk rock.
–Pero después ambos se corrieron del skate rock.
C: –En mi caso, cuando descubrí de verdad al instrumento, empecé a escuchar todo tipo de música, desde The Cure a Led Zeppelin. Y entonces se me abrieron nuevas influencias.
W: –Con Massacre fuimos evolucionando hacia mil lugares distintos. Siempre fuimos contra lo que se esperaba. Cuando empezamos, se esperaba que hiciéramos hardcore rápido y salimos con un surf-punk más cálido. Cuando surgió el movimiento Buenos Aires Hardcore, nosotros ya estábamos en otra: hippies, San Francisco, Grateful Dead, psicodelia... En un momento, la música que escuchábamos nosotros llegó a un límite. El hardcore no daba para más, no tenía sentido tocar más rápido. Y por eso apareció el crossover: D.R.I., Suicidal Tendencies... Los que estábamos involucrados empezamos a investigar. Y cuando eso sucede, te abrís a mil cosas más, porque volvés al origen –los Stooges, MC5, Lou Reed, Patti Smith, New York Dolls– y desde ahí empiezan otras ramificaciones.
Pero eso ya es historia más reciente. Corvata tiene otra anécdota del pasado por recordar, para que Walas definitivamente se sonroje. “Una noche tocaban Massacre y Exeroica en el Teatro Santa María. Con mis amigos siempre entrábamos gratis a los shows, pero esa vez estaba jodido, porque era un lugar más careta. En la puerta estábamos los skaters y los punks, hasta que cayeron los skinheads. Ahí nos corrimos, porque siempre nos bardeaban, pero patearon la puerta y atrás entramos todos. Massacre apenas hizo dos temas, porque la cana rodeó toda la platea: esa vez el público no se subía al escenario para cantar, sino para rajar por los camarines. Como era un nene de pecho, caí preso. Pero fue una buena noche, porque vi por primera vez a Nancy, que tocaba en Exeroica. Hoy, ella es mi mujer.”