Es imposible que Joshua Wong se acuerde, porque era un bebé de apenas un año, pero el 1º de julio de 1997 el Reino Unido le transfirió la soberanía de Hong Kong a China, terminando así con más de un siglo y medio de colonialismo. El traspaso se hizo bajo el principio de “un país, dos sistemas”, que le garantizaba a la región un alto grado de autonomía en relación con el gobierno socialista.

Sin embargo, de cara a las elecciones de 2017, una reforma electoral estipula una terna de candidatos previamente aprobada por el Partido Comunista. Y esto a Joshua, un flacucho desgarbado con un corte taza espectacular, le parece antidemocrático. Así que a fines de septiembre salió a la calle.

No fue la primera vez que Wong lidera una protesta. En 2012, tras fundar el movimiento estudiantil Escolarismo con 15 años, se opuso al proyecto oficial de introducir en las escuelas de Hong Kong la materia Educación Moral y Nacional, que destacaba las virtudes del Partido Comunista y los defectos del sistema republicano. Alrededor de 120 mil personas lo acompañaron durante una semana de protestas frente a la casa de gobierno. Finalmente, la materia no se incluyó en el programa escolar.

Probablemente haya sido esa temprana victoria la que hizo que el gobierno empezara a vigilar a Joshua más de cerca. Según el estudiante, su nombre aparece en el Manual Técnico de Seguridad Nacional, en el que se identifican las amenazas internas a la estabilidad. Cuando en septiembre el primer grupo de manifestantes volvió a la calle, la policía los reprimió con gases lacrimógenos: la imagen de los jóvenes protegiéndose con paraguas dio la vuelta al mundo y bautizó al movimiento como Umbrella Revolution. Hoy, Joshua es un icono, algo que a él le molesta muchísimo: “Si el movimiento depende sólo de mí, estamos perdidos”, dijo. Pero sus compañeros ya lo eligieron como líder, y contra eso no hay protesta que valga.