A DIEZ AñOS DEL ASESINATO DE DIMEBAG
Como violero de Pantera, Darrell Lance Abbott revolucionó la guitarra y cambió su época, imprimiéndole el llanto agudo del whammy a riffs que lo sobrevivieron. Max Cavalera, Zakk Wylde y Tery Langer recuerdan al enorme guitarrista asesinado por un desquiciado durante un show en 2004.
› Por Mario Yannoulas
Un par de botellas y una guitarra. Unos litros de Crown Royal, y la Bumblebee Charvel amarilla y negra original de Eddie Van Halen fueron los elementos que tuvo Darrell Lance Abbott en su ataúd, como fetiches testigo de sus dos grandes pasiones: la guitarra y el alcohol. Pero eso apenas lo convertiría en un hombre común. Y eso es exactamente lo que Darrell no fue. Porque, involucrado en Pantera, la banda que fundó a principios de los ‘80 junto con su hermano, el enorme Vinnie Paul, Darrell fue probablemente el último gran revolucionario de la guitarra dentro del heavy metal. Y Vulgar Display of Power, su obra maestra, uno de los discos verdaderamente esenciales de la década del 90. El tipo fue, musicalmente hablando, un revolucionario. No se adelantó a su tiempo: lo cambió.
Unos buenos años pasaron para que aquel jovencito desgarbado de look afro-glam que se pintaba la cara como Ace Frehley, nacido y criado en un nido country, se convirtiera en el famoso Dimebag. Y pasaron 10 años desde el infame concierto en Alrosa Villa en Columbus, Ohio. Aquel 8 de diciembre en que un enfermo mental llamado Nathan Gale se subió al escenario donde tocaba con Damageplan –el proyecto que Dimebag creó con Vinnie después de Pantera– y le disparó seis balazos, concretando uno de los episodios más cruentos de la historia del rock. Por dramatismo, espectacularidad, relevancia del personaje y por ser el reflejo tan estúpido de un modelo social: el de una comunidad informalmente militarizada que deposita armas en un inimputable como Gale. Ajusticiado segundos después por un oficial de policía, el asesino no pudo aclarar los motivos de su conducta, pero aparentemente estaba convencido de que Darrell le leía la mente para robar sus canciones. Un mini Mark Chapman. El guitarrista tenía 38 años.
Alcanza con ver a Pantera tocando Domination durante el festival Monsters in Moscow, en 1991, para entender lo que Dimebag significaba como violero: contundencia, gusto, velocidad, originalidad, presencia. Metallica, que ya se había erigido como referente heavy, se había subido a todos los charts habidos y por haber con los cortes de su álbum negro, que se alejaba todavía más del thrash. Mientras ese fenómeno se congelaba parcialmente y el grunge conquistaba a una buena parte de la juventud, Pantera, que estaba presentando el enorme Cowboys from Hell, se trepaba a la cumbre del universo pesado.
Amigo de Zakk Wylde, Eddie Van Halen, Kerry King, Max Cavalera y Scott Ian, entre otros, Dimebag es señalado también como una buena persona. Pero poco importa eso cuando se escuchan los riffs de Walk, A New Level, Primal Concrete Sledge, Becoming (ese whammy, ¡por favor!), 5 Minutes Alone o Cemetery Gates (¡esos armónicos!). Ese material lo convirtió en parte de la cultura popular norteamericana, donde comparte rockola con próceres patrios como Johnny Cash, y puede animar algún espectáculo deportivo. Un surtido de sus yeites se puede encontrar en Riffer Madness, el libro que él mismo escribió. Una pared de equipos Randall, una guitarra Dean, un whammy y una palanca. Con esos instrumentos y bastante locura, Dimebag cambió el mundo de la música para siempre. Y fue papá del groove metal.
Hace exactamente 20 años, Pantera y Sepultura vivían un gran momento. Los gringos habían sacado Far beyond Driven, que no hacía más que extender el éxito de Vulgar Display of Power de la mano de algunos sencillos imprescindibles –5 Minutes Alone, Becoming, I’m Broken–, y los brasileños seguían escupiendo veneno con la aparición de Chaos A. D. Fue así que compartieron una gira –a la que también se sumó Prong– que estableció una buena relación entre ambas bandas. El por entonces líder de Sepultura y actual Soulfly, Max Cavalera, recuerda a Dimebag Darrell con cariño, en exclusiva para el NO, al otro lado del teléfono: “Hay mucho para decir, era un gran guitarrista pero también un gran tipo. Y eso es raro, en general te terminás topando con grandes músicos que se comportan como idiotas”, concede. “Dimebag no era para nada rockstar. Al contrario, era muy humilde, estaba dispuesto a pasarla bien todo el tiempo, siempre me pedía que tomara algo con él, hasta cuando yo no estaba tomando más, ja ja: ‘¡Ey, Max! ¡Vení a tomarte unos shots conmigo!’, me gritaba.”
Y esa actitud, dice Max, se dibuja en una situación: “Uno de los mejores recuerdos que tengo fue durante uno de los primeros recitales que di con Soulfly. Tocamos en Texas, en un lugar chico para 200 personas..., un agujero de mierda, realmente. Y Dime vino al show. Eso me impactó mucho, me di cuenta de que nunca se olvidaba de sus amigos, porque yo no estaba más en Sepultura ni era exitoso. El vino a apoyarme a ese lugar espantoso”, rebobina. “Dimebag fue muy importante para el heavy metal y para la música en general. Va a seguir siendo muy extrañado en el mundo del metal, su obra demuestra que era único. Para mí, el de Walk es uno de los mejores riffs que se hayan inventado. Es tremendo.”
Una de las escenas más conmovedoras de la historia del heavy metal. Estricto, hermético, con talante de granjero ofendido, Zakk Wylde cantaba en memoria de Dimebag Darrell en el Guitar Center de Hollywood. Un piano, un porrón y la emotiva In This River, canción que el líder de Black Label Society escribió tras la muerte de su colega. Detrás de él, familiares y otros amigos –muchos del mundo de la música–, al borde del quiebre. Fue en 2007 y dejó evidencia del cariño y la admiración que Zakk tenía por Dime. Ambos compartían sus dos más grandes pasiones: la guitarra y el alcohol.
Tan fanáticos de Rhandy Roads y Eddie Van Halen como de la cerveza y el whisky, eran famosos tanto por su talento en las seis cuerdas como por su afán por romper las pelotas. “Si tuviera que definir la principal contribución de Dime para la música, tendría que compararlo con Tony Iommi”, le revela Zakk al NO. “El tipo aportaba una claridad terrible en la jungla de la música, y eso vale. Les hizo más fácil el trabajo a los músicos, desde el metal extremo hasta el pop. Fue como Led Zeppelin o como Black Sabbath, porque creó un mundo al que muchas bandas se terminaron adecuando. Ese fue su mayor legado. Mucho del poder de Black Label Society se lo debo a él.”
La amistad entre los violeros se sumó a la constante necesidad de hablar de hipotéticas reuniones de bandas, y el resultado fue un rumor: que Pantera estaba planeando un regreso triunfal, en el que Zakk ocuparía el puesto de Dimebag para una eventual gira. Pero la pública aversión de Vinnie Paul hacia el cantante Phil Anselmo –a quien culpó durante mucho tiempo por el asesinato de su hermano– devela que esta noticia no es más que otra infumable venta de humo. Así y todo, Zakk se ilusiona. “Estoy al tanto del rumor, y me encantaría. Los amo a los pibes, me sentiría muy cómodo tocando con Vinnie y Phil. Nunca me llamaron para eso, pero sería un honor que me propusieran honrar el legado de Dimebag. Tocar su música y celebrar todo lo conquistado..., claro que lo haría. Que cuenten conmigo, sin dudas.”
Hernán Langer es guitarrista de Carajo desde 2001. Su música no sólo sigue operando como puente entre generaciones, sino que responde a una tradición muy propia de Dimebag Darrell: la búsqueda de un sonido personal. Y no hace falta ser un genio para darse cuenta de la influencia del sonido de Pantera en el trabajo de Tery, no sólo por los clásicos “Panterazos” que asaltan sus recitales, sino por una cierta intención compositiva. Para Langer, después de Darrell no existió otro violero que rompiera paradigmas. “Me cuesta encontrar uno. Si bien hubo bandas que marcaron épocas, como Killswitch Engage, que impuso el metalcore, o violeros como Petrucci, que es muy seguido por la gente que escucha progresivo, ninguno de estos artistas consiguió algo parecido. Virtuoso como era, el tipo logró que cualquiera que escuche una canción como Walk pueda cabecear, que sea accesible para todos, y que aun así siga siendo un tema de metal bien pesado”, explica.
“Hoy escuchás cosas increíbles, cosas muy deformes e incluso más difíciles de las que hacía Pantera, como Animal Leaders. Pero no pasa por el virtuosismo en sí, sino por la composición. A veces los violeros estamos muy obsesionados con tocar rápido y hacer las cosas más complicadas, cuando la virtud real pasa por hacer cosas que le lleguen a la gente. No volví a escuchar algo como lo de Dimebag en otros guitarristas.”
Del sonido de Darrell, Tery sólo conserva el más característico: el whammy, el pedal que permite octavar las notas de la guitarra para llegar más agudo o más grave. “Fue la característica que más explotó, nadie lo usó mejor. Además, lo combinaba con la palanca de la guitarra para llegar a octavas muy altas: hacía su clásica estirada, apretaba el pedal y le daba a la palanca. Así se daban unos agudos inusuales para la época. Aparte, usó una marca de guitarra que nadie usaba en ese momento..., era un combo muy especial, el tipo texano con una personalidad muy fuerte”, desgrana el violero. “Yo miraba los videos de las giras, eran muy graciosos, se notaba que llevaban una vida licenciosa, eran barderos, se la pasaban fumando porro, escabiando... pero tocaban en vivo y no quedaba nada. Yo llego a consumir un cuarto de eso y no puedo tocar nada, no sé cómo hacían.”
Para Tery, que no pudo conocerlo personalmente, el talento de Darrell debe ser influencia tanto para su generación como para las más nuevas. “Tuve la suerte de empezar a tocar cuando Pantera sacaba discos y cambiaba la historia del metal. Más allá de lo técnico, la gracia estaba en la contundencia y el sonido. Lo que logró es complicado: un sonido moderno, nuevo, con riffs muy cantables, pegadizos, claros, y otros muy rápidos. Fue uno de los tipos que más personalidad tuvieron dentro del metal, tenía destreza, y en vivo era muy pirotécnico. Es para buscar en YouTube y ver, porque cuando lo escuchás, pensás que para tocar eso tenés que estar muy concentrado, y él estaba rockeándola como si tocara lo más simple. Muchos músicos son técnicamente mejores, pero él era de esos violeros que marcan épocas. Marcó una década, y cualquier violero al que le guste el rock debería escucharlo”, recomienda. “Darrell debe estar entre los diez violeros más influyentes del rock.”
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