La calle más larga, el río más ancho y el torneo de 30 equipos. El dulce de leche, el colectivo y un tipo que maneja los hilos de la pelota durante casi 40 años. Cinco presidentes en una semana y cinco muertos por enfrentamientos entre barrabravas en la misma cantidad de días. Pasa de todo en el fútbol argentino. Un año extraño: Racing campeón, Huracán levantó la Copa Argentina, River la Sudamericana, San Lorenzo la Libertadores por primera vez en su historia y la Selección volvió a jugar una final del mundo después de 24 años. Todo pasa. Hasta Grondona.

Y, sí, alguna vez iba a pasar. La muerte del patrón del fútbol dejó al desnudo la triste herencia: los dirigentes que quedaron tienen todos los defectos de Don Julio y ninguna de sus virtudes. Algunos intentaron rebelarse, pero como un pibe cuando se van los padres y tiene la casa deshabitada, sin un sentido claro, sin rumbo y con el único objetivo de agarrar una porción de torta más grande. La mayoría, en cambio, prefiere mantener el paraguas protector del líder y, aunque ya no esté, sigue haciendo lo que quería él y como quería él. ¿El futuro? Una incógnita.

Pasó también el que tenía que ser el Mundial de Messi. Y lo peor es que Leo alguna vez pasará. Pobres aquellos que no se permiten disfrutarlo y prefieren gritar frente a la tele por qué no hizo contra Alemania tal o cual cosa. ¿Qué les pasa con este pibe?

Pasó 2014. Y deja un recorte fiel de todo lo que puede pasar alrededor de la pelota. Del éxtasis a la agonía. Siempre al palo.