“La palabra ‘stoner’ tiene más significado y peso que las bandas que supuestamente hacen el género. Algo cambió, hay más que esos dos tonos.” Como bajista de Humo del Cairo, Gustavo Bianchi le comentaba esto al NO hace unas semanas. Una escena puede articularse en torno de una serie de bandas y autodefinirse, resignificarse, fagocitarse, esfumarse, reforzarse o formar parte de un documental diez años después. En cualquiera de estos casos, ese ánimo colectivo supera la muñeca de los participantes hasta situarlos como actores de una obra que no les pertenece: ¿cuántas bandas se proclaman stoner en la Argentina? Pocas. Pero hay público, y abundan festivales.

El primer Stoner Fest celebrado en Vorterix recientemente –Humo del Cairo, Ararat, Los Antiguos, entre otros– fue la puesta en vidriera de una escena que desborda a las bandas. Y no fue lo único: el trabajo de hormiga lo hicieron los ya tradicionales Stoner Cycles, más todos aquellos ciclos relativos a sellos y productoras como Fauna, Venado o Noiseground. Además, en 2011 se había consumado, también en Colegiales, el South American Sludge. Es decir: el fenómeno ya existía, pero en 2014 sumó consenso, personas interesadas en participar de esa incógnita grupal.

El Luna Park reventado por Queens of the Stone Age terminó de explicar por qué 2014 fue el año en que el stoner se ubicó como fenómeno rockero de punta. Eso, más la existencia de una tradición y un mito –Los Natas, hoy vivos en Ararat y Poseidótica–, y un cierto radar retro, que es el verdadero leviatán de estos tiempos. Hubo más humo verde que equipos valvulares: el stoner está en la gente.