PES 2015 VERSUS FIFA15
El de EA Sports gana por licencias, el de Konami por jugabilidad. Todos los pros y ningún contra de videojugar al fulbito.
› Por Hernán Panessi
En la cara redonda de Mario Götze se entroniza el odio de unos 40 millones. Y tal es, también, la rivalidad que se profesan el Pro Evolution y el FIFA que este año la portada del de EA Sports tiene a Lionel Messi y el de Konami, a Götze, autor del aquel gol imborrable a la Selección Argentina en la final del Mundial de Brasil. Se huele, en el entresijo de esa decisión que no goza de un gramo de inocencia, que la batalla por conmover el corazón del gamer futbolero se echa a rodar. Y a la manera de la “Teoría de los dos demonios”, el PES vuelve a relucir su carta de gloria: la jugabilidad. Por contraste, el FIFA, que por H o por B anduvo ventajoso en estos últimos años, se infla el pecho con sus licencias y bajo la pomposa fidelidad de lo parafutbolístico. Ambos alcanzan la ovación cuando se los juega en consolas de flamante generación como la fascinante PS4.
Pero algo anda pasando. La discusión no se puede obviar. En la vida está comprobadísimo por la incuestionable potencia del saber popular: o sos Team PES o sos Team FIFA. No se puede ser de Independiente y de Racing al mismo tiempo. Como con el fútbol, es imposible hablar de uno sin construir la imagen del otro. El otro completa, da entidad, futboliza el fútbol. Por tal motivo, el latir gamer profesa amor y odio como si se tratara de camisetas que, al llenarse de preferencias, otorgan sentido. Entonces, en el corazón –y los dedos– de muchos, la jugabilidad pesa por sobre las licencias. O la multiplicidad de ligas por sobre la simpleza de los botoncitos.
A la sazón, PES 2015 se engrandece con el juego urgente. Para los grupos de amigos y los partidos sin solución de continuidad ni pretensiones, siempre resultó la opción más amigable. Entretanto se vuelve aún más luminoso con una contraseña casi universal: Master League (de un tiempo a esta parte: Liga Master). ¿Quién puede negarse al placer onanista de jugar un torneo emulando el pulso del PC Fútbol, pero con unos gráficos del carajo? Pases, tácticas, ofertas, rechazos, deprimidos y rozagantes. El devenir de las Master League se manduca en forma violenta miles de horas de vida. Y ahí su trampa: es implacable como Riquelme en los tiros libres, pero también seductor y asesino como un sánguche de bondiola.
Una muy bizarra: la remera de la Selección Argentina, que parece la de Uruguay, pero no es ninguna. ¿Qué pasa? FIFA cuenta con todas las licencias de marcas, patentes, nombres y clubes; PES, sólo con algunas. Ojo, entre ellas tiene la de Champions League, la Liga de Campeones de Europa, con un entorno gráfico que moja calzoncillos. El “Les meilleurs equipes, the champions” sobrevuela los parlantes del televisor y todo es mejor. A eso se le suma el más modesto –pero no menos contundente– modo de Copa Libertadores. Y sobre esa yunta pulula, desde el año pasado, el Torneo Argentino. En su interior, repasando jeta por jeta, las caras no son las mejores (ay, la de Mancuello), pero el gesto de incluir desde la edición 2014 a la liga local resolvió un tópico pendiente. También, más cercano al cotillón que al plato fuerte, al ir ganando copas, torneos y competencias, irán destrabándose botines, pelotas y misceláneos.
Entre lo mejor irrumpe la valoración general de Cristiano Ronaldo: oscila los 95 puntos. Por debajo se erige la de Lionel Messi, con 94. ¿La balanza de los de Konami se inclinará adrede en favor de su jugador fetiche? Viene a cuento: en el PES 2013, el rostro de las portadas fue el marketinero CR7.
En materia de gráficos, el PES hace culto al realismo con unas cinemáticas de ensueño: cada vez que entrás a una cancha, la sensación de estar ahí (a estas alturas, todo un plusvalor) se vuelve carne. Asimismo, la inteligencia artificial del juego es superlativa. Al punto de encontrarse ante un escollo complicado hasta jugando en los modos intermedios. Ni hablar en los profesionales. Y eso, sí, es una bondad. Allí, el escollo de la dificultad se desdobla en un desafío mayor: perder y querer ganar, que las victorias sean ajustadas, que se consigan dejando la piel. Para vencer, hay que saber jugar. No basta con estar al corriente de que le pegás con cuadrado y la pasás con equis. Hay que dar la vida o, en su reverso loser, mamar el tibio néctar de la derrota. Con la pasión en las venas, es PES o es FIFA, es corta la bocha y largo el amor por el fulbito.
En el terreno de la ciencia ficción, Palacio define por abajo frente a Neuer: Argentina es campeón del mundo. Y, de esa manera, en vías de tejer una ucronía que se esfuma enseguida, la cara de Messi alumbraría, con justicia e indefectiblemente, no quedaría otra, las portadas de estos videojuegos antagónicos que componen la “Teoría de los dos demonios”. Mientras tanto se puede alivianar el odio de esos 40 millones, jugando unos partiditos. ¿Y vos de qué lado estás?
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