RéQUIEM PARA BLINK 182
Otra separación con bardo interno y/o el final tardío de una era retardada.
› Por Lola Sasturain
El 16 de enero de 2000 cambiaba el milenio y se inauguraba un nuevo ethos. Blink 182 lanzaba el simple All The Small Things, y el american (idiot) way of life era refundado: ese hit imbatible, pegajoso, demasiado ramonero para el pop y demasiado bobalicón para el punk, y el inolvidable video –a esta altura manifiesto– en el cual Travis, Tom y Mark se ponían en ridículo jodiendo con las boybands, Britney y casi toda la cultura pop –bastante jodible– de los post ‘90, del cual salieron como estrellas.
Enero de 2015 no encontró a Blink 182 brindando por el aniversario. Tom DeLonge, guitarrista de voz nasal y compositor de ese himno, volvió a irse de la banda, como había hecho varias veces, como aquella ruptura “definitiva” de 2004. Esta vez, los trapitos salieron al sol, funcionando como patético réquiem de esos años tan felices.
Desde que publicaron su disco regreso, Neighborhoods –híbrido entre sus clásicos pelotudos de la primera etapa y la oscuridad de su “primer último disco”, el autotitulado, pero sin el brillo de ninguno–, las cosas siempre estuvieron atadas con alambre. Según un iracundo Travis Barker (baterista), el manager de Tom les comunicó que el violero no se uniría a la banda en la fecha que tenían planificado volver al estudio. Y ellos ya están “cansados de cubrir a alguien irrespetuoso y desagradecido”.
DeLonge dice haberse enterado de su supuesta partida por los medios, y retruca con que los otros habían barajado reemplazar a Barker para la gira. Mientras tanto, la banda sigue tocando con Matt Skiba, de Alkaline Trio, en reemplazo de Tom, pero está claro que una separación sería la opción más digna. Que los Blink 182 no sean amigos y se tiren mierda se vive casi como una traición a los valores de la generación que creció con ellos. Porque ellos enseñaron que ser una manga de amigos pelotudos es un modo de vida perfectamente respetable.
La cultura MTV de entonces, Jackass, las American Pie y posteriormente Superbad y la nueva ola de comedias yanquis son reflejos de esta ideología que adoptó esa generación, y que hizo a tantos querer ser adolescentes californianos para siempre: música al taco, piletas y gente actuando como si no hubiese mañana. O que se use el término friendzone, porque no es tan grave que las chicas no den bola, se hagan las amigas y se terminen quedando con el más banana mientras pueda convertirse en canción.
El pop punk ya no está de moda, y aquellos que forjaron su juventud al fuego de Blink 182, Green Day (remozados en el cambio de siglo), Sum 41, New Found Glory y hasta coletazos post como Simple Plan, ya vieron cómo sus sueños de gloria se disolvían con la transición al mal llamado emo, para luego reencarnar de manera fantasmática en engendros como 5 Seconds of Summer. Como dirían los malogrados tres de San Diego: “I guess this is growing up”.
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