Jue 03.07.2003
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LLEGA “TERMINATOR 3, LA REBELION DE LAS MAQUINAS”

Heavy metal recargado

La saga del exterminador de cuero y lentes negros continúa: el jueves que viene se estrena la tercera parte, sin James Cameron en la dirección (dato importante), pero con Arnold Schwarzenegger como protagonista. La nueva historia plantea el mismo futuro apocalíptico, persecuciones, disparos y la novedad de una “Terminatrix”. Oia: ¿esto suena a Matrix, quizás?

› Por Martín Pérez

Un relámpago en un callejón vacío, y un hombre desnudo como un Dios olímpico aparece de la nada en medio de la oscuridad. Pero su desnudez no es sinónimo de vulnerabilidad, algo que queda claro por la rapidez con la que se equipa, detrás de objetivos claros y precisos. Encontrar a su víctima, y ultimarla. Search & destroy, digamos. Como el tema de los Stooges. La mejor de las referencias, teniendo en cuenta la campera de cuero que le saca al desafortunado punk que resulta ser el primero que se cruza en su camino. Por eso, por la contundencia de sus objetivos, el aparecido se llama The Terminator. El exterminador, o sea. El malo de aquella película que apareció de la nada en la primera mitad de los ochenta y creció en el imaginario colectivo hasta convertirse en uno de los grandes mitos cinematográficos de las últimas dos décadas del siglo pasado.
Aquel film no sólo tenía un aparecido sino dos. Además de la contundencia de su exterminador, otro hombre aparecía desnudo de la nada, en medio de un relámpago. Aquel hombre –uno como cualquier otro, tal vez más decidido, pero no mucho más– era el bueno de la película. Pero eso no importaba demasiado para la conciencia de los espectadores, su entusiasmo estaba del lado del malo. Algo que James Cameron, su director, decidió cambiar radicalmente a la hora de realizar una secuela, casi una década más tarde. Una segunda parte que, al contrario de las reglas no escritas de Hollywood, no sólo no fue peor que la original sino que incluso su existencia terminó de completar el sentido que aquel film tenía dentro del universo del cine de acción, tal vez el más popular dentro de la industria cinematográfica.
Un logro inusual, que no hace más que poner bajo sospecha cualquier asomo de entusiasmo alrededor de la inminente tercera parte de The Terminator. Un film llamado T3: The Rage of the Machines, título traducible en castellano como La furia de las máquinas, aunque será estrenado como La rebelión de las máquinas. Un proyecto del que no forma parte James Cameron, que de ser el director de Terminator recientemente ha pasado a la historia “grande” (je) del cine como el director de Titanic. Sin embargo, T3 no deja de ser la película que han esperado durante más de una década los muchos fanáticos del personaje encarnado por Arnold Schwarzenegger, y su estreno está anunciado nada menos que para el próximo jueves. Que es lo mismo que decir que el futuro ya está aquí. O mejor: I’ll be back. Y seré Terminator.

UN SUEÑO
Según cuenta la leyenda del origen de The Terminator, James Cameron se encontraba en un cuarto de hotel en Roma –donde había viajado para, pese a haber sido despedido, invadir el cuarto de edición y reeditar a su gusto su primera película como director, Piraña II (1981)– cuando tuvo el primer sueño con el personaje que, de alguna manera, lo haría famoso. Aquella primera imagen era la de un robot asesino del futuro, incapaz de caminar, arrastrándose por el piso cuchillo en mano, persiguiendo a su víctima humana, también herida. Aquel sueño dispararía el guión de The Terminator, que Cameron escribió junto a la que por entonces era su esposa, la productora Gale Ann Hurd, a quién le vendió los derechos del personaje por la suma simbólica de un dólar –a cambio de que le asegurase que el film sólo se llevaría a cabo con él como director. Durante dos años se aferró a su guión, en busca de que le dejasen dirigirlo. Algo que recién sucedió en 1984, cuando Arnold Schwarzenegger –a quien Cameron conocía porque había interpretado a Conan, el bárbaro, uno de sus personajes preferidos– apareció en escena. A partir de que ingresó en el proyecto como Terminator, Cameron consiguió los 6 millones de dólares necesarios para rodar un trabajo que se convertiría en un instantáneoclásico del cine de culto, una película que abrevaba de los temas más populares de la novela de ciencia ficción, como las paradojas de los viajes en el tiempo y la posibilidad de un futuro apocalíptico, con las máquinas al mando.
“Algo que me rehusé totalmente a hacer para la segunda parte de Terminator es otro film en el que Arnold Schwarzenegger patease una puerta, le disparase a todo lo que se moviese y se fuese caminando tranquilamente”, aseguró más de una vez Cameron sobre la segunda película, estrenada en 1991. Con un presupuesto de 100 millones de dólares –el primero en alcanzar los nueve dígitos en la historia del cine–, Terminator 2: Judgement Day recuperó la inversión durante los primeros doce días de su exhibición, alcanzando a recaudar más de 500 millones de dólares en todo el mundo. Pero la verdadera proeza de semejante film es que Cameron, además de un buen negocio, logró hacer una buena película. Si el primer Terminator llevó lo mejor de la ciencia ficción al gran público, este segundo no dejaba de dialogar también con su propio mito, con el cine de por medio. Un detalle que ha hecho de Cameron un gran realizador de exitosas segundas partes, tal como lo demostró largamente con Aliens (1986). Aquella metáfora del futuro como “una bota pisando una cara humana, incesantemente” devino en una imagen cada vez más literal en la segunda versión de Terminator, pero también se acentuó la posibilidad de jugar con los presupuestos del potencial espectador, resignificándolos para su mayor disfrute.
A pesar de que con aquella segunda parte Cameron aseguró muchas veces haber terminado de contar la historia que quería contar, durante mucho tiempo tuvo en mente hacer una tercera Terminator. Incluso se llegó a reunir con el elenco original –Linda Hamilton, Arnold Schwarzenegger, Edward Furlong y Robert Patrick– para hacer algo llamado T2 3-D: Battle Across Time (1996), como parte de una atracción en tres dimensiones de los estudios Universal de California, Florida y Japón. Pero cuando los productores Mario Kassar y Andy Vana se aseguraron los derechos de Terminator y comenzaron a intentar llevar a cabo esa tercera parte, se encontraron con la negativa de Cameron y, al mismo tiempo, el no de sus protagonistas sin Cameron a bordo. Bastaron 30 millones de dólares para convencer a Arnold, pero Linda Hamilton decidió quedarse afuera de la nueva versión. “Con tanta gente metida en el trato, hacer una tercera parte de Terminator no era negocio para mí. Porque, a menos que tengas una buena historia para contar y yo no la tenía, la única razón para hacerla es el dinero. Y estoy en una posición en la que puedo hacer más dinero con cualquier otro proyecto que con una tercera parte de Terminator”, confesó recientemente el director. “La única razón que me quedaba para acceder a realizar este film era una especie de orgullo de autor, del tipo: ‘Esta es mi creación y sólo yo debería hacer la tercera parte’. Pero es una razón demasiado estúpida como para perder un año y medio de tu vida en medio del infierno tratando de hacer una superproducción.”

MAQUINAS
“Si yo tuviese que hacer una novela de Terminator, expandiría la idea de un Cristo-cibernético, en donde Skynet manipulase toda la situación”, explicó alguna vez Cameron, refiriéndose a la supercomputadora que rige su mundo del futuro, de donde vienen los exterminadores. “Lo que no se sabe en las películas es que Skynet fue forzada a pelear la guerra nuclear, aunque no quería hacerlo. Y como Skynet se ha sentido culpable durante treinta años por los cinco mil millones de personas que aquella guerra exterminó, rescata a los rebeldes de sus cenizas al darles algo contra lo cual pelear, una razón para vivir. Skynet crió a John Connor hasta que llegue a ser lo que es, así puede destruirla regresando en el tiempo, haciendo que todo desaparezca y evitar de esta manera que la guerrasuceda.” Así explicó el trasfondo de sus dos primeras Terminator, dos películas en las que un asesino del futuro llega al presente con la misión de asesinar al líder de la resistencia humana contra las máquinas. Junto con el exterminador también llega un aliado, que en la primera película -donde se intenta matar a la madre del líder antes de que lo conciba– terminará siendo el padre de Connor, y en la segunda es nada menos que el mismo modelo de Terminator que en la primera.
Poco se sabe aún de la inminente tercera parte, en la que todo vuelve a repetirse. Sólo que John Connor –interpretado por Nick Stahl, en lugar de Edward Furlong, que según parece tuvo unos problemas con las drogas antes de comenzar el rodaje y recibió la tarjeta roja– ahora tiene veintidós años viviendo fuera del sistema, así ninguna computadora puede saber que existe. Su madre ha salido de escena –recuerden: Linda Hamilton no quiso formar parte de este proyecto– y la contraparte sensible del film está protagonizada por Claire Danes, aquella Julieta del Romeo/DiCaprio, que hace las veces de interés romántico del joven John. Que será defendido por otro Terminator modelo T-1000 –Arnold, o sea– contra el nuevo y mejorado modelo T-X, también conocido como la Terminatrix. Con algo de Especies (1995), aquella película en que Alien tenía el irresistible aspecto de una supermodelo, la nueva T3 promete toda la acción capaz de entregar un presupuesto que seguro que ha superado los 170 millones de dólares anunciados inicialmente, con lo que tal vez sea la película más cara de la historia.
Con Jonathan Mostow en el sillón del director y toda la estampa de un viejo modelo del cine de acción como Schwarzenegger contra la nueva generación T-X, las críticas que se pueden leer en Internet antes de su estreno mundial están lejos de ser devastadoras. Y eso que algunas de ellas fueron escritas por fanáticos confesos de Cameron. Se habla de un comienzo algo débil, pero de persecuciones inolvidables (“atención con la escena de la grúa”, se dice por ahí una y otra vez). Y también se celebra una buena historia. Incluso se habla de una T4, con un anticipo en el que aparece Arnold diciendo la frase: “Ella volverá”. Hasta allí los anticipos. Pero lo más interesante es la oportunidad que tiene la saga de reclamar para sí la idea de un futuro dominado por las máquinas, una idea copada ahora por The Matrix. Si Terminator llevó al cine el mejor imaginario de la ciencia ficción clásica, Matrix hizo lo propio con la generación cyberpunk. Ambas, sin embargo, imaginan un futuro con una bota mecánica aplastando un rostro humano, incesantemente. Ambas, también, coquetean con la rebelión. Habrá que ver si John Connor puede estar, después de tanto tiempo, a la altura de Neo. Y asegurar que la cuchara existe. Tantas veces como su Terminator es capaz de decir: “Volveré”.

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