Jueves, 26 de febrero de 2015 | Hoy
CINCO AñOS DE JUSTIN BIEBER
Discos, escándalos, agresiones y millones de dólares entre los 16 y los 21.
Por Lola Sasturain
Hace cinco años que Justin Bieber está aquí. Como si hubiese sido ayer, aunque... ¡parece una eternidad! El video de Baby fue publicado en febrero de 2010. Esa carta de presentación junto al rapero Ludacris suscitó la tormenta hormonal de millones de sub-18 y la ira asesina de gran parte del resto, y se ganó el pintoresco mote de ser el video de YouTube con mayor valoración negativa (4 millones de pulgares abajo) mientras se volvía el segundo más visto de la historia. ¿No existe la publicidad mala? ¿O esto simboliza la eterna contradicción que encarna Justin desde su momento cero?
Hay que reconocerle dos cosas. La que más molesta es que es talentoso. Ya era multiinstrumentista (se lo vio tocando bien la batería), compositor y un enorme bailarín cuando Scooter Braun lo descubrió a través de los videos que subía su mamá. La segunda es que, si lleva cinco años de superestrella y nació en marzo de 1994, su período de exposición abarca de los 16 a los 21, la edad más conflictiva para cualquier ser humano. Una Boyhood musical.
Su episodio argentino fue demasiado lejos: nadie dice que esté bien pegarles a fotógrafos y suspender shows con entradas a precios exorbitantes al octavo tema. Sin embargo, tales accesos de terrenalidad lo acercan a lo que es: un post-adolescente multimillonario que tiene la atención del mundo entero y todo lo que se pueda comprar, y actúa en consecuencia. A nadie con 21 y todas las minas del mundo le interesaría irla de virginal. Y nadie le creería.
En el video de Beauty and a Beat, una pool party descontrolada con Nicky Minaj, bailarinas nudistas, alcohol infinito y filmado enteramente en go–pro (dispositivo real life por excelencia) lo deja muy en claro: “Mi vida es ésta, sé que te morís por vivirla y podés tener un poco si me seguís”. El pop es publicitario, y la publicidad posmo no vende productos sino estilos de vida. Y el de Justin no será recomendable, pero es más seductor que la mesura que se le pide y él no entrega. Si la música no tiene por qué educar, el pop menos.
Estos cinco años con Bieber también trajeron las consecuencias de la onda expansiva de su fenómeno: como no sucedía desde la finales de los ‘90, la estrella pop masculina para adolescentes volvió. Funcionó como puente entre el glamour soul “para adultos” de Justin Timberlake –único sobreviviente de esa camada– y el pop modelo ‘10. Con Bruno Mars como tercera pata de la tríada de “hijos de Michael”, haciéndose cargo del lado más adulto y funky, y One Direction como revival irónico de las solemnes boybands, Bieber allanó el terreno para todos. Y su figura de niño demonio, de ídolo de prepúberes que la pone, se droga y protagoniza escándalos, irrita porque nada de eso significó el fin de su carrera. Cada día le va mejor, y no sería extraño que en unos años salga su “disco serio”, donde se encargue de todo y deje a todos boquiabiertos. Porque Justin sabe... y eso es lo peor de todo.
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