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Jueves, 26 de febrero de 2015

MIENTRAS MIRO LAS NUEVAS OLAS... LLEGA EL INDIE MARPLA

“UN POP CANCIONERO, ETÉREO Y EXPERIMENTAL QUE SUENA A SINCERIDAD, A FRÍO, A NOSTALGIA, Y A RAMBLA MOJADA”

Desde la Costa avecina una escena atlántica y sofisticada encabezada por el sello colectivo Desde El Mar. Si Súper Ratones y Mal de Parkinson fueron los primeros souvenires musicales marplatenses, y Altocamet la referencia moderna, ahora Los Tantra, Luzparís, Alfonsina, Salomar, Simmur, Zoot y Venus de Milo sacan la cabeza de la arena para edificar sus castillos federales.

 Por Yumber Vera Rojas

Desde Mar del Plata

FOTOS DE MAURO RICO
(RECALCULANDO/MINISTERIO DE CULTURA DE LA NACIÓN)

Siguiendo el ejemplo de Aldosivi, el indie marplatense también quiere jugar en Primera. Lo que demostró en agosto pasado en el Festival Desde El Mar, que no sólo brindó un justo muestrario del temple de su escena, sino que invitó a pares de otras ciudades del país para que corrieran la voz acerca de esta avanzada. Si bien el pop independiente de la “Perla del Atlántico” debió sortear un sinnúmero de adversidades para llegar a esta instancia, el esfuerzo ya ve sus resultados. “En el último semestre, la actividad no paró. Y hasta el verano cambió para nosotros”, apunta Diego Montoya, organizador del evento que tomó su nombre del homónimo colectivo de artistas y sello. “Este año, las bandas de Desde El Mar hicieron doce fechas entre enero y febrero, lo que es un montón. Tuvimos participación en los festivales Mar del Pop y Movistar Free Music, así como en el Museo MAR. Además, pese a que hubo gran oferta de shows gratuitos, hacer una recital en un bar con entrada paga esta vez funcionó.”

Además de la constancia y la identidad sonora que fue adquiriendo el “indie marpla”, Montoya (al mismo tiempo vocalista y guitarrista del grupo de post rock Luzparís) advierte que este despegue se debe igualmente al recambio generacional del público local. “La edad de los integrantes de Desde El Mar oscila entre los 28 y los 31 años, mientras que la gente que nos sigue parte de entre los 15 y los 20. Si nos vienen a ver muchos chicos es gracias a las redes sociales, que son más efectivas que la clásica pegatina. El colectivo surgió porque pensamos que trabajar bajo un mismo nombre nos hacía fuertes. Es una cuestión elemental: si cada banda tiene tres mil amigos en Facebook, y nos comprometemos a agitar el recital de cualquiera de nosotros, la información le llegará a quince mil personas. Direccionamos el mensaje de forma sólida. La clásica ‘la unión hace la fuerza’.”

Meses atrás, durante la realización del Festival Desde El Mar 2014, Juan Bautista Goñi, integrante de Simmur, otro de los componentes del colectivo, había advertido al NO sobre la importancia del emprendimiento: “Teníamos dificultades en el underground, y tratamos de ordenarlo y de llevarlo hasta este lugar más armonioso”, manifestaba el músico, cuya banda, arengadora del indie festivo, había compartido grilla la noche previa, en el Muelle de los Pescadores, con Altocamet, Luzparís, SLNT y Flavio Etcheto. “Los espacios para los artistas independientes eran nulos. Así que después de la aparición de Desde El Mar, todo es más saludable y amigable”, aseguraba.

Junto al vocalista y violero de Simmur se encontraban Juan Andrés “Jupi” Medvescig y Maru Valdez Estrada, de Los Tantra, y el cantautor Salomar, quien había ofrecido su departamento del barrio de La Perla, muy próximo al homónimo balneario, para hacer tiempo, entre mates y galletas, hasta que cayera la tarde para la anteúltima noche del encuentro. Al dejar atrás la playa, y los skaters que resignifican la obra de Clorindo Testa los fines de semana, en una escala en una feria americana, una de sus dueñas le preguntó al conglomerado sonoro, avivada por sus fachas: “¿Son músicos? ¿Dónde tocan?”. Al explicarle, la señora devolvió: “¿Son de acá? No los conozco”. Una vez en el hogar de Salomar, Jupi, frente al ruidoso silencio del barrio, acotaba: “Esta es una ciudad fantasma cuando no es verano”, mientras señalaba la cantidad de departamento vacíos. “Hoy somos setecientos mil, pero en enero convivimos dos millones. Es mucho. Mar del Plata tiene la característica de que en esa época hay una abundancia de ofertas musicales, de proyectos que no son acá, que vienen con una infraestructura más grande. Y afectó la idea del público local de lo que es ir a un recital. Lo relacionan con lo que es capital.”

Maru adhiere: “Existe esa cosa de resentimiento porque vienen a copar la ciudad en el verano, y nos gusta que se vea así. Somos la resistencia”. La baterista de Los Tantra, grupo que deambula entre el krautrock y el stoner, el dub y la psicodelia, decreta a “La Feliz” como la “capital nacional del cover”, aunque asegura que “el público está cambiando de mentalidad”.

Salomar redime en su obra la idiosincrasia de la ciudad: “Mi disco se llama La Perla porque nací ahí, y las canciones hablan de esas escolleras que están allá”, comparte el cantautor que lleva tatuadas en sus brazos alegorías sobre la cultura marítima de Mar del Plata. “Pese a no formar parte del colectivo, comparto la política de anteponer lo marplatense en todo. Luego de vivir en el sur de la Argentina, y de volver, me di cuenta de que las cosas pasan donde estés. Por eso regresé, y vine para hacer teatros.” Al tiempo que Jupi remata: “Para mí está muy buena la ciudad para hacer música porque podés tener una vida tranquila. El mar posee una línea infinita que no tiene ningún relieve, y eso te condiciona”.

Ante la pregunta de a qué suena el indie marpla, Diego Montoya se atreve a definir: “A sinceridad. Suena a frío, a nostalgia, y a rambla mojada. Eso lo encuentro encantador”. Maru coincide y condimenta con que esa hostilidad es inspiradora: “Uno necesita componer en ese clima. En verano no sale nada”. Pero para Jupi también tiene algo de Beach Boys, lo que Salomar confirma: “Y por algo curtimos a los Súper Ratones”. No obstante, para Juan, de Simmur, el identikit musical de esta generación ostenta un hilo conductor: “Es un pop cancionero, etéreo y experimental”. Justamente así suena Impermanente, los más reciente de SLNT (que lo presentará el 28/2 en Cuatro Elementos), que, a falta de una escena electrónica curiosa, pidió asilo en esta movida. “Si bien tiene influencias del soul, el trip hop y el post dubstep, el hecho de que viva en una ciudad marítima y de espacios abiertos está presente en mis canciones”, describe Leo Ferro, el alquimista de este laboratorio sonoro que presentará su nuevo disco el 28 de febrero.

Al tiempo que el pop independiente local lleva adelante su sueño de enarbolar su propio sonido, iluminado por Bristol y por las otras urbes portuarias que forman parte de la historia popular contemporánea por la confección de escenas con carácter, la realidad de Mar del Plata la presenta como una ciudad con pequeñas aristas musicales en la que el indie no sólo es el enfant terrible. Pero esto aún es recóndito en Buenos Aires, por lo que Científicos del Palo, Loquero, Dios Los Cría y Ubika (representando al rock), Altocamet (cultivador de un pop erudito) y Rondamón (capitán del reggae costero) siguen siendo los emisarios del último racimo de artistas marplatenses, secundando de esta manera la penetración en la capital argentina que inauguraron Súper Ratones y los punks Mal de Parkinson en la primera mitad de los ‘90. “Hay una tendencia a ser under”, explica el periodista y conductor de radio David Akerman. “Ninguna multinacional edita bandas de acá, ni aparecen en los medios.”

Pero de todos los grupos que aparecieron en Mar del Plata desde los ‘90, Altocamet fue el más determinante. “Si hay algo que los define son la constancia y el concepto”, rubrica Akerman. “Hace veinte años que trabajan en grande, revalorizaron el EP en una época en la que no sucedía, y a su disco Manzana de metal lo produjo Cerati, y el arte de tapa lo hizo Federico Klemm. Además ganaron tres Gardel, y la gente no lo sabe.” Diego Montoya agrega: “Era la banda que veía antes de formar Luzparís. Ellos me enseñaron que no hacía falta ir a Buenos Aires para ser reconocidos”.

Por estas cosas no es fortuito que el conjunto comandado por el baterista Pedro Moscuzza y el vocalista y guitarrista Adrián “Canu” Valenzuela hayan formado parte de la pasada edición de Desde El Mar con la chapa de “culto” para la flamante generación del indie. Incluso, en 2011, Altocamet, Luzparís y Video, clásico marplatense del new wave y synthpop, se reunieron en el Teatro Colón, demostrando una continuación estética trasgeneracional.

Si bien es cierto que esa idea de la emigración a Buenos Aires para triunfar se desinstaló de a poco, en Mar del Plata sigue existiendo el mismo problema después de la desaparición del Festival de la Juventud (en actividad entre los ‘70 y ‘80): la falta de convocatoria. “Con lo poco que recaudes, te salvás. ¿Pero eso es bueno para un artista?”, cuestiona Akerman en un restó próximo a la estatua de Sui Generis que se develó en el Centro, en Rivadavia y Santa Fe, en 2013. “Hay ganas de que sucedan cosas por un cansancio de esperar.” Por eso, cuando Salomar retornó a su ciudad de origen, tocó la puerta de los cientos de teatros que quedan ociosos en invierno para iniciar su propio andar. “Los espacios nacen de generarlos”, reconoce. Lo mismo que sucedió con el Muelle de los Pescadores, reducto que el colectivo Desde El Mar rescató para la realización de recitales y fiestas, y que se suma a un circuito que tiene en bares como Liverpool, Casa Rock, Mingus (ex Rondó) o la Vinoteca algunas vitrinas.

Apoyado por Recalculando, programa para el desarrollo y profesionalización de la música emergente del Ministerio de la Cultura de la Nación, la cuarta edición del Festival Desde El Mar, realizado en agosto en varios espacios de la ciudad, también contó con el country de Alfonsina, el post rock de Zoot y el rock costero futurista de Venus de Milo, el resto de los artistas que conforman este colectivo creado a partir de la aparición del primer disco de Luzparís, en 2009, Tierra de conejos (publicado en Alemania por el sello Licht-ung). “Cuando hicimos el último festival, muchos creían que era el primero. Se lo adjudico a que salimos del teatro. La gente quiere pachanga”, conjetura Montoya, quien apeló a un pulpo, por sobre el típico lobo marino, como símbolo del proyecto. “El lobo marino hace referencia justamente a todo lo otro que ya se conoce de Mardel: la Rambla, los turistas, las pelis de Olmedo y Porcel. Y buscamos referencia nueva. El pulpo calzó perfecto: no deja de ser una referencia al mar, al igual que una linda metáfora de muchas partes (tentáculos) formando un solo cuerpo.”

Aunque el indie marpla trata de integrar y seducir a otros artífices y escenas locales, como el grupo Manta Raya, el DJ y productor Acampante, el colectivo de hip hop Triple F y hasta el festival de diseño Trimarchi DG, sólo es cuestión de tiempo para que se sumen a esta tentadora revuelta cultural. “Estamos tratando de que se cambie la mentalidad”, expedita el hiperkinético y carismático productor y músico de Luzparís. “Pero esa transformación no es sólo es de acá, sino a nivel mundial.”

Sin embrago, Juan, de Simmur, aclara: “No caemos en los lugares comunes”. Y claro, si la semilla de Desde El Mar, que como sello lanzó 18 discos hasta la fecha y que tendrá su quinto festival entre el 9 y el 12/7, se remonta a la secundaria. “Nos conocíamos como público de bandas del under, del punk y el hardcore”, recuerda Jupi. “Pero este movimiento se produjo tras el estallido social de 2001. De hecho, yo fui el que más tardó en arrancar. Pese a que ésta es una ciudad de jubilados que vienen a pasar sus últimos días, hay mucha gente joven, y creció la matrícula de estudiantes de música. Por lo que sin duda hay optimismo.”

Simmur
Diego Montoya
Jupi y Maru, Los Tantra
Salomar

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