Jue 05.03.2015
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TEQUILA, UN GROTESCO DE FARáNDULA Y RIQUEZA

En la espuma social

Tinelli, Maradona y Menem Jr. pasaron por el boliche top de Punta del Este.

› Por José Totah

Desde Punta del Este

Son las tres de la mañana y en la calle, las Hummer, los Mercedes Benz y Audi van dejando a los postulantes a ingresar a lo más VIP de lo VIP. Para ser realmente top en Punta hay que arrancar en una fiesta en otro lugar y caer bien tarde a Tequila, el boliche top de La Barra, para quedarse bailando hasta las siete de la mañana. No entra cualquiera y los patovas aplican el vosí, vonó como en los viejos malos tiempos. Es un mensaje claro para ilusos y paracaidistas de verano: para pertenecer hace falta mucho más que los cien dólares que cuesta la entrada.

Si hay un cacho de menemismo congelado en algún lugar del mundo, un Walt Disney noventoso, es este sitio. Desde fuera, parece una carpa luminosa, con autos de moda colgados del techo y estética de circo. Acá mismo, en enero de 1994, Carlitos Menem Jr. trompeó a un fotógrafo y terminó preso. Diez años más tarde, un descontrolado Martín Palermo, entonces goleador de Boca, se fue en patrullero por surtir a un periodista de Gente. Convertido en ring de boxeo de famosos oxidados, Tequila fue testigo, hace un par de veranos, de una exquisita pelea de mechas entre la modelo Pampita y la actriz Isabel Macedo, conocida en el ambiente por birlar maridos ajenos.

No hay famoso, futbolista, modelo, rockstar, actor o empresario de la farándula que no haya pasado por este antro aspiracional: desde Ron Woods y Sting hasta Marcelo Tinelli (amigo personal de Osvaldo Brucco, el dueño), Diego Maradona, Guillote Coppola, Valeria Mazza, Juanita Viale, Su Giménez, Antonio Banderas o Charly García. Anduvieron todos copeteando aquí, en algún momento de las últimas tres décadas.

En esta noche cualquiera, un vistazo a la pista repleta de Tequila entrega una postal del desamparo. Dos modelos platinadas a lo Pancho Dotto le bailan a un flaco que parece la reencarnación yorugua de Leo Fariña, con rodete y trago largo de 40 dólares. Se pasan el palito de la selfie entre ellas, por encima de los custodios de traje, y hacen concurso de pucheros para la cámara. Parecen las minas más solas del mundo y no da la sensación de que vayan a irse a casa con alguien. Mira la escena uno con llavero cuentaganado, pecho macizo y remera polo adentro del pantalón, visiblemente experto en inventar peleas de madrugada y reventar alguna nariz cuando está bien mamado.

Dando vueltas por la pista, como lobos esnifando carne rubia, hay machos bronceados con aires de RRPP, los solteros codiciados de siempre; proyectos fallidos de Gaby Alvarez, aquel relacionista público que se pasó tres años en el penal de Las Rosas por atropellar y matar a una pareja con el auto, en un paraje de José Ignacio. Ahora, el RRPP de moda es Wally Diamante, nuevo rey de fiestas y modelos de estación, para Dotto que lo mira por tevé mientras echa panza y canas desde su chacra de mar.

Es raro, porque todos miran y se buscan pero nadie hace nada. Es una histeria vieja y tristísima, de gente linda que no quiere, no puede o no sabe. Mientras tanto, hay desesperación por encontrar a un famoso. Lo más parecido a una celebridad es un jugador de la primera de Peñarol, que hace tintinear un wisky doble con hielo en uno de los reservados y, para sus adentros, saborea una sola palabra mientras acaricia la mejor espalda dorada en la mesa de saldos: “Llegué”.

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