Jueves, 19 de marzo de 2015 | Hoy
ACá ESTáN, éSTOS SON... PAN DEL INDIO Y DIENTE DE MADERA
No alcanzan los platos para el hambre experimental de Jonah Schwartz y Federico Fossati, que sacaron un copado casete split.
Por Julio Nusdeo
“Mariano Rodríguez es el productor de música folk de Argentina más importante”, dice Jonah Schwartz. “Es mi padrino musical”, se copa Federico Fossati. “Es el padrino de zona sur”, resuelve Jonah. Schwartz y Fossati se conocieron justamente a través de Rodríguez, el primitivista de Monte Grande que hace años está instalado en las afueras de Bariloche. “Cada tanto intercambiamos música, y una vez me pasó algo tuyo”, le dice Jonah a Federico, que asiente: “Mariano tiene eso de difundir cosas que le gustan. Yo había grabado unos clips de instrumentos para vender en la feria, y la difusión prácticamente se la dio él. Más adelante nos invitó a tocar en una librería de San Telmo.”
A Jonah le atrajo Pan del Indio, el proyecto de Federico, porque sus piezas musicales basadas en drones lo llevaron a una temprana etapa propia, cuando aún vivía en Filadelfia, su ciudad natal. “Las primeras grabaciones de Springlizard solista iban por ese lado”, cuenta el también músico de Los Alamos. “En la fecha de la otra vez, mientras ellos tocaban piezas de doce minutos, había cincuenta personas, todas sentados en silencio, mirándolos así”, dice Jonah, con los ojos y la boca extra abiertos. “Era buenísimo.”
Ambos acaban de publicar el casete Pichón, spliteado entre Pan del Indio y Diente de Madera, el proyecto donde Jonah explora y vuelca su fascinación por los compositores minimalistas y la música tradicional estadounidense. Para Pichón, registró cuatro versiones de old-time music, que grabó de una toma en vivo “entre las 16.48 y 17.17 del 17 de octubre 2014”, precisa en su perfil de Bandcamp.
En su lado del casete, Federico incluyó tres temas tocados y compuestos con Alfredo Vidal, también presentes en otro split con el estadounidense Paw Paw, vía Rainbow Pyramid Records (USA). La obra de Pan del Indio ya había sido editada por Makrame (España) y Feathered Coyote (Austria), por lo que Pichón es el primer registro para el público local: “La idea era tener una edición para los recis y amigos”, cuenta Federico.
Jonah es fan del compositor La Monte Young: “Lo conocí varias veces, en el estudio que tiene en Nueva York. Es un forro de persona. Pero de chico aprendí que una cosa es el producto artístico y otra la persona. Me gusta lo que hace; no quiero ser su amigo”. Su música, como la de Steve Reich, cuyas obras escuchó “fácil cien, doscientas veces”, le fascina, así como toda la escuela minimalista desde 1960 hasta los ‘80.
“Quería incorporar eso en un proyecto mío, sin que fuera homenaje ni copia”, dice Jonah, que hace dos años compró un banjo que viene tocando de forma regular, mientras otros elementos fueron integrados de a poco: delay, pitch shifter, reverb. Fue construyendo esta mezcla en donde la mecánica repetición de arpegios veloces junto a la neblina del delay montan una superficie hipnótica.
Federico, influenciado por Terry Riley y su maestro en la India, Pandit Pran Nath, aprendió que la suya no es música para excitar, sino para entrar a un estado meditativo. Le gustan los instrumentos étnicos de todas partes del mundo, y hace cuatro años que, invadido por la necesidad, fabrica los suyos: “Como no podía tener un bansuri de la India, lo hice en caño de PVC. Después fui llevándolos a bambú; tengo amor por esa caña: es flexible, le hacés un par de agujeros y tenés instrumentos con escala cromática”, dice.
Desde ahí, refinó la tarea de creación de instrumentos pitagóricos y actualmente toca clarinete de bambú, violín toba, arpa pitagórica y bansuri, todos hechos por él. En vivo, Pan del Indio se vuelve itinerante con la excusa de juntarse con otros músicos a improvisar: Corina Inveninato y Juan Manuel Claro se han vuelto miembros estables, y han pasado Ulrich Rois, Fernando Lamas y el cordobés Pablo Picco, del combo Ø+yn, a quienes Federico siente como “hermanos de viaje”.
Jonah y Federico concuerdan en que requieren de un ánimo mental para abordar el toque. “Si no tenés inspiración, por más que seas el mejor guitarrista del mundo, se te nota. Quizá pifiás, no entrás en la nota que iba, pero la gente se re da cuenta si estás metido o no. Yo mismo la paso bien si estoy inspirado y si no, es un garrón”, explica Schwartz. Y Fosssati avizora: “Dentro de veinte años estaré como La Monte Young, con barba larga, campera de cuero, un motoquero. Pero ahora tiene que ver con encontrar una burbuja de tranquilidad”.
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