› Por Santiago Rial Ungaro
De ida sin vuelta (Tick Toper) “Demuéstrame de qué estás convencido, te desafío a que sientas el poder. Soy el mar y me banca el océano, si quiero vengo... ¡y te hago mierda!” Con esta arengadora declamación arranca el confianzudo tercer disco de esta sorprendente banda oriunda de San Pedro que además de haber sintetizado su propio estilo (riffero, groovero y urgente, pero cantable), cita en sus letras a Dylan y pone el dedo en la llaga pseudo-rockera: “Agentes de cultura, con máscaras de rock, me invitan a su falsa fiesta, sin nada de calor”, cantan en Falsa fiesta, asumiendo un rol de alegres renegados. Filosos y expeditivos, los Tick Toper te llevan a su propia fiesta, pero sólo a la ida. Para la vuelta, espabílate vos.
Enérgicos (Tracy Lord) El nuevo disco del quinteto de Temperley es tan energizante como meter los dedos en el enchufe. Si en Eco, su disco debut, lo insinuaban, en el tercero la idea parece ser volarle la cabeza a quien se les cruce. Con la desaforada voz de Andy González al frente, la banda que completan Claudio Alvarez Di Nicola, Gula Cocchiararo y Lucas y Matías Sanfelippo se enloquece, patea el tablero e invoca a una inminente “rebelión de los enérgicos”. “Red por satélites, red privada, cercos eléctricos, vallas, filtros. ¡Saquenmé, saquenmé, saquenmé!”, cantan en un disco por cierto sacado, vehemente, vertiginoso y visceral, que lejos de sonar impostado los confirma en su búsqueda de la energía perdida.
El Magistrado (In Corp Sanctis) En Retromania, Simon Reynolds apuntaba a lo nocivas que pueden ser creativamente las influencias para las bandas, y eso pasa en muchos grupos de rock “stoner”, “psicodélico” o “garagero”, que resultan demasiado referenciales. No es el caso del cuarteto integrado por Agustín Fadel, Jerónimo Alderete, Alejandro Zambrano y Santos Ventura, cuya vocación de exploradores sonoros es innegable. Producido por ellos, este debut es un auténtico trip sonoro, con instrumentales como Deux ex Machina y Yelmo de hierro y canciones arenosas como Marionetas, Quasar o La infinidad del placer, que confirman que para ellos la música es un viaje que, más allá de ciertos guiños sixties, no saben adónde los llevará.
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