EL RONRONEO DE MEW
Cómo Pixies y My Bloody Valentine activaron un combo danés de dream pop.
› Por Joaquín Vismara
“Siempre nos tomamos el tiempo para romper nuestro propio récord. Giramos mucho con el disco anterior y necesitábamos un descanso, porque es un proceso muy desgastante.” Desde Copenhague, Jonas Bjerre intenta explicarle al NO por qué Mew, la banda que lidera hace dos décadas, se tomó seis años para terminar + -, su cuarto álbum, o el sexto contando sus dos primeras producciones independientes que sólo circularon en su Dinamarca natal. En el camino, se embarcaron en un proceso constante de ensayo y error para el sucesor de No More Stories Are Told Today, de 2009: “Decidimos armar nuestro estudio, una gran idea que no funcionó. Teníamos el lugar, pero nunca logramos que sonara bien. Sorteamos muchas etapas hasta que nos pusimos a escribir, y en el medio Johan (Wohlert, bajista) volvió al grupo, y eso cambió la dirección de todo”, explica el cantante y guitarrista.
A pesar de una necesidad intrínseca de no repetirse, la discografía de Mew aparece atravesada por un denominador común: el dream pop etéreo sostenido por colchones de teclados, guitarras espaciales, la voz de Bjerre en ascenso constante y una dinámica de cambio hacia lo inesperado heredada del prog rock.
Esa búsqueda simboliza el proceso en el que los cuatro miembros del grupo desarrollaron su gusto propio por la música: “Crecimos escuchando el pop de los ‘80 que le gustaba a nuestros padres y teníamos cierta admiración por la ‘música inteligente’, que eran Depeche Mode y Kate Bush, hasta que llegó Nirvana, nos empujó a ser un grupo y nos abrió los oídos a la escena alternativa. Y Pixies y My Bloody Valentine nos volaron la cabeza”, explica.
Aunque su difusión en el Cono Sur todavía sea con cuentagotas, Mew es punta de lanza de un puñado de bandas danesas que se encargó de apaciguar la monotonía del mercado anglosajón, mérito compartido con Kashmir, The Raveonettes y The Kissaway Trail. “Cuando empezamos, todos querían prosperar sonando a Blur u Oasis, y las bandas verdaderamente genuinas nunca lograron atención. Ahora es distinto. Los músicos se aferran más a sus convicciones, aunque todavía les es difícil salir al resto de Europa”, explica Bjerre. Y define cuál cree que es el problema en el mainstream: “La música actual es bastante cínica e irónica, como si todo fuera una gran broma. Los artistas que me llegan a un nivel más profundo son los que se hacen cargo de lo que dicen y te hacen pensar: ‘Esta persona acaba de decir eso que yo no sabía expresar y con lo que estuve lidiando toda mi vida’”.
Con su flamante disco, Bjerre ya divisa el futuro de Mew: “La idea central es seguir desafiándonos. Si dejás de hacer eso, dejás de ser importante para tu trabajo y también para el mundo. Tiene que haber un poco de sufrimiento en lo que hacés, porque la recompensa es enorme una vez que terminás. Si sacáramos un disco por año, no nos sentiríamos igual”.
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