› Por Yumber Vera Rojas
A Adrián José Nievas lo encontraron muerto en la madrugada del domingo, y con él se fue Toto: el poeta del desamor, el prócer del electropop argentino de los 2000, el ex vocalista de Adicta devenido en Ciudadano. Justamente fue su ex compañero de banda, Rudie Martínez, quien encendió las alarmas, el mismo día por la tarde, vía Facebook. Pero, antes que ser explícito con el acontecimiento, pareciera haber optado por una despedida íntima, personal, cuyo códice sólo descubrirían los que bien conocieron y se arroparon en las canciones del artífice platense.
Desde ese instante, el perfil de su otrora coequiper pasó a transformarse en una vitrina en la que público de diferentes lugares de América latina, aparte de mostrar su consternación y compartir su pesar, comenzó a entretejer su biografía: la de Toto y la propia, a partir de su legado. Si bien muchos destacaron la oscuridad en la que se refugiaba, buena parte hizo hincapié en esa brillantez de quien convirtió a la melancolía en ritual bailable.
Mientras el lunes su familia, a través de su perfil oficial en Facebook, agradeció las muestras de afecto y apoyo, e invitó al velatorio en la capital bonaerense, sus fans, amigos y colegas invocaron sus temas. Lo que enferma, incluida en su disco debut como solista, Ciudadano Toto, de 2003, fue una de ellas: “No tengo miedo a morirme, más miedo tengo a enfermar, y yo no quiero dejar de disfrutar lo que enferma”. Pero el cantautor pop, que falleció a los 47 años, demostró una vez más que las canciones pueden ser también tan sólo expresiones de deseo.
Toto había regresado al ruedo en 2015, tras algunos años de silencio, con un nuevo arrebato unipersonal, Flores, brillos y arcoiris (vaya ironía), al tiempo que lidiaba con problemas personales y familiares. Lo que evidenció en su propia página web, donde un día antes de su muerte, luego de avisar que su nuevo álbum estaba a la venta, expeditó: “El 23 de mayo, Ciudadano Toto no dará ningún recital”. Así se apagó la voz de uno de los exponentes más carnales y glamorosos que tuvo la escena independiente local.
Luego de integrar Increíbles Ciudadanos Vivientes, entre 1994 y 1998, Toto conformó Adicta con Rudie y Fabio “Rey” Pastrello, quienes provenían de San Martin Vampire. Pese a que se le consideró uno de los herederos de Virus, por su apología al pop y al rouge, otros lo pusieron en la vereda de en frente de Miranda! por su impronta rockera. Tras la edición de su primer álbum, el deslumbrante Shh, en 2000, sacudieron un under opacado por el rock barrial y golpeado al año siguiente por el estallido social. No obstante, cuando todos pensaban que sus alquimistas habían puesto sus fichas en sus proyectos paralelos, la banda lanzó el que fue su trabajo más emblemático: Día de la fiebre, en 2005, con el que descalabraron escenarios y prejuicios.
Pero la aventura duró sólo una década. “Algunas cosas salieron bien y otras, ahora a la distancia, también”, reflexionaba Martínez el lunes, en Facebook, al tiempo que se despedía: “Love Ever, mi querido socio”. Y sí: gracias eternas.
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