SARA HEBE Y RAMIRO JOTA MANEJAN SU COLECTIVO VACíO
Mientras Jota despliega algunos de los ritmos más interesantes del rap local, Sara indaga en las certezas de lo no dicho aún, y juntos analizan el rol social de la música, la inconsistencia del panfletarismo adolescente, el carácter colectivo de la época, la importancia de la colaboración, la insolencia del fanatismo y la insolvencia de las luces del escenario.
› Por Luis Paz
Como Hernán Coronel en Made in Argentina, de Mala Fama, Sara Hebe está zarpada de argentina, es fanática del Diego y fan club de nuestro vino. Bueno, no es tan fanática de Maradona, pero lo banca porque entiende que “fue un ganador en una época donde no había ganadores”, aunque le guste más Messi, capitán de “un equipo de ganadores que, juntos, no pueden ganar”. El caso es que en 2001, el 10 tenía su homenaje en la Bombonera, Mala Fama la rompía en el circuito nü cumbiero, el país daba un paso adelante, sí, pero hacia el quilombo, y Sara Hebe cumplía 18 años, terminaba la secundaria y encaraba Buenos Aires desde Trelew, después se iba a Córdoba, volvía, hacía el CBC de Abogacía, talleres de teatro, baile y murga. “Estudié tres años con Norman Briski. La pasé para el orto, pero lo amo. La escuela del Teatro Calibán es muy interesante. Enseñan a producir, pero no para el consumo. ‘¿Dónde me ubico en el sistema productivo? ¿Producción de culos? ¿De tetas?’, preguntaba Norman en sus clases. Yo sumaría: ¿qué quiero producir?, ¿globos?, ¿competencias de baile viciadas y vaciadas?, ¿discursos moralinos?, ¿edificios en barrios caros?, ¿monoambientes para la clase media?, ¿ropa para niños hecha por niños?, ¿qué estoy haciendo?, ¿qué podemos hacer?”
Sara Hebe está haciendo música: tiene tres discos, el último muy reciente, Colectivo vacío, que presenta este fin de semana y que la dispone cada vez más como una cantante popular. Pero empezó con el rap: “Me re cebaba, me gustaba Actitud María Marta y acá me puse a bailar hip hop y me acuerdo de que en el taller estaba Malena, de Actitud. Un tiempo después me puse a escribir, a bajar pistas de internet y dije ‘Basta, estoy vieja, tengo 25 años, tengo que hacer ya algo que parezca un disco’”. En 2009, sacó La hija del loco, que se pareció a un disco, básicamente porque lo fue y muy bueno.
Antes de empezar a escribir, a los 13 o 14, escuchaba rock: Korn, Marilyn Manson, Rammstein, Guns n’ Roses, Nirvana, Charly García, Pity Alvarez. “Me flashearon tarde los Beastie Boys, cuando llegaron a Trelew, porque no había Internet. Y ahí se conectaron con Illya Kuryaki, Todos Tus Muertos, Actitud María Marta, el primer disco de Mala Rodríguez, y los raps de Intoxicados. Pero lo primero de rap fue de chica uno de Bart en el casete de Los Simpson, cantado con voz de nena. Flasheaba pensando qué era eso.”
El primer interés infantil de Sara fue el escenario: “De chica era de organizar alguna para que todos miren, sin rivales ni nada, ponía a mi hermana Sofi al costado, y ella era mi primer público. Organizaba sorteos, cualquier cosa con tal de armar un show”. Con media docena de temporadas en el aire viciado de las noches rockeras, raperas y fiesteras, Sara ya dio más de 200. Muchísimos con Ramiro Jota, prácticamente todos los ocurridos desde 2012, cuando sacaron Puentera, el CD que les permitió dedicarse a la música, empezar a convocar público propio y obtener la venia de la abuelita de 100 años para seguir haciendo música, luego de una aparición televisiva.
Colectivo vacío está firmado por Sara y Ramiro, no hace referencia en la conjugación de su título a Sara y no la tiene en tapa. Un poco en ese plan de que importa el mensaje, no solo el mensajero. “Siempre viví en capital, estudié Comunicación Social pero mi idea siempre fue ser músico”, comenta Jota, master beatmaker de las canciones de Sara. Empezaron a laburar juntos por Pepe, de Valentín Alsina, nombre y dirección suficientes para volverlo entrañable. “A él le gustaba mi banda, Aerosol Extra. Tocábamos rock, punk, ska, muy ‘98, jajá. Cuando nos separamos me puse a estudiar beats y a hacer bases con el Reason, hasta que un día vino Pepe y me dijo que había visto a una piba rapera y que estaba re bueno lo que hacía”, cuenta Ramiro. Sara va en paralelo: “Empecé bajando pistas y cantando así nomás, en 2007, por una obra de un grupo de teatro, una creación colectiva que tenía una canción que contaba la toma de la Gráfica Patricios, melódica, divina, y yo la hice rap y me salió, así que me mandé. Iba con un pendrive y hacía soundsystem. Una vez toqué en la muestra de collages de una amiga, Agostina Mauro, y estaba Pepe y me dijo que tenía un amigo que hacía hip hop y...”.
Sara y Rama hablaron por teléfono. No se acuerdan quién llamó primero. No importa. Ella precisaba una base, él mandó algunas, ella colgó, él también, ella cayó a la casa de él en Barracas, con Rancho MC, y tiraron freestyle y pintó. Ramiro se topó en casa de otro amigo con un disco de Marta Sánchez, el que tiene Desesperada, sampleó la base del tema y otro día, cuando Sara Hebe tocó en Barracas, le llevó un cd con una base con ese sample. Otra vez en casa de Ramiro, grabaron su versión del hit noventero y, aprovechando que estaba Pepe, hicieron un clip donde Sara aparece tirándose la base “in ear” desde un mp3, enfundada en un buzo ocre y con dos trencitas. “Yo laburaba en McDonald’s, fui después de salir de laburar”, recuerda ella.
Por entonces, Sara paraba en Boedo con Pepo y Sheril, que le hacían los coros y el aguante. El primer show con Jota acoplado en samplers fue para el segundo aniversario de las fiestas Santera, en 2010 y en Niceto Club, lugar al que vuelven, ahora con público propio, para estrenar Colectivo vacío antes de encarar una gira de dos meses por Europa. “El título vino de esperar el bondi y desear que venga vacío, pero hay miles de lecturas posibles e imposibles”, dice la cantante de 31 años, bardo patagónico y barbie paisana. “Esta es una época de colectivos, por todos lados ves cosas anunciadas por un ‘colectivo de artistas’, ponele. La agrupación fue una alternativa para construir dentro del sistema, ¡en el que entramos todos! El vacío es espacio que alguien dejó, porque no estamos todos en el país ni en el mundo, están matando a los que dicen que no; en México vaciaron un colectivo lleno de estudiantes, es macabro”, denuncia Sara.
Este tercer disco es el más heavy, el que más suena y el más áspero. Es agresivo por convencimiento, y aunque el chiste es comentarlo como el disco de Sara Heavy, al mismo tiempo incluye algunas de sus mejores canciones (en términos de canciones de rock, incluso), Sara canta mejor y las bases que aporta Ramiro se vuelven realmente personales, intrincadas y efectivas. Es el mejor disco de Sara Hebe en cuanto a producción e interpretación, y ya compositivamente las fronteras se disuelven y ya no hay “un reggae”, “un tema punkie”, sino música ocurriendo que canaliza y desborda libremente.
El título del álbum habilita también la idea de una agrupación artística como un bondi donde “todo el tiempo se está subiendo o bajando alguien”. En un momento, La Pepo y Sheril dejaron y los coros pasaron a Nieve Negra y Negra Liyah, ahora quedó Liyah, que grabó en el disco y se les acopla en vivo, faena para la que con este disco se les va a sumar Edu Morote, de Sr. Tomate, en batería. Sergio Sandoval, Asia y Lola Dolores (Sevilla), Arena la Rosa (Venezuela), el Crazy, Rancho MC, el KA, Agostina Mauro, Waldo de Las Trolas, Tortu a.k.a Don Miguel y Flor Linyera de Kumbia Queers también sacaron boleto para grabar o tocar, y los Ojo de Perro y La Ponzoña pasan la SUBE con sus visuales y diseños. “Mi gran sueño es hacer un tema con Cristian Pity Alvarez, y aprovecho este medio para decirle que lo quiero banda, que es lo mejor, que los recis de Viejas Locas en el Salón Rock Sur estuvieron geniales. Me encantaría invitarlo a rapear un tema y que acepte, sueño eso todos los días”, cuenta Sara. “Fui una chica enamorada de Pity”, admite quien junto a Ramiro Jota suele tocar Una vela y Tranzan en vivo.
Pero el pasaje de Sara es ida y vuelta, y también la convidaron a subir los santafesinos Venenoso Flow, los chilenos Atento Facuse, los catalanes Widi One, los guachines Brian & Marcos, y no sólo músicos de rap. Rosario Ortega la invitó a hacer algo y Sara le propuso Vuelta por el universo, de Cerati y Melero. Chancha vía Circuito la sumó a su consagratorio Amansará y Shaman la convocó para su próximo disco con Los Pilares de la Creación. Su último feat materializado está en el nuevo de Kumbia Queers: metió Plantala, el grito autodespenalizante que hizo con Flor Linyera. “Las Kumbia me tiraron todas las ondas, me abrieron miles de puertas, las quiero mucho”, dice.
A Sara también la quieren (y la reconocen) mucho. “El otro día en el bondi una chica casi se larga a llorar diciendo que era fan y no sé, yo era fan de Xuxa. Hay videos de nenes bailando los temas... me gustan los niños. A veces hago changas de niñera. Lo de la música va, pero a veces no hay fechas o paramos para ensayar y cuido niños. Son lo más, me encantan.”
El asunto es que a esa euforia de la piba del bondi (otra vez el bondi) se la cuelan en vivo: “Es gracioso ver desde el escenario lo que pasa abajo. Gritan, se equivocan, dicen cualquier cosa de las letras. El otro día, en Chile, una no paró de decir ‘Sara te amo’ en todos los temas, y era un lugar chiquito. Otra pedía temas que ya habíamos tocado. A veces suben, me abrazan y se sacan una selfie. Si es un chabón le puedo poner una, pero si es una piba no me da, jajá. Igual es lo máximo que se ceben con tu música”.
Sea por sus videos, que tienen muchos y memorables o porque permanentemente están tocando o por lo que fuere, este proyecto musical que en esta etapa está al comando de Sara y el más tranquilo Jota (que da talleres de beats y produce y graba) resuena en los pasillos, y la profesionalización de su camino coincide con un sentir de época donde las propuestas de La hija del loco, Puentera y Colectivo vacío cuadran: “Ahora la militancia garpa, la independencia garpa, la autogestión garpa. Yo me siento muy lejos de lo combativo”, dice Sara. “Lo que hago es acompañar luchas, voy a tocar, pum, trato de estar y me hierve la sangre, no sé si me atrevo y si hay un par si no me pongo a tirar piedras, pero con la música acompaño. Salto por cualquier cosa, por lo que veo al lado mío, hasta en boludeces. Cuando era chica, en la secundaria, le revoleé un banco a una profesora porque le dijo ‘gordita’ a una amiga. Una actriz también era, jajá. En la calle me peleo, armo cada quilombo, quiero parar un poco.”
—Soy un poco pesimista, no sé si la música puede servir directamente como experiencia transformadora, pero sí creo que los talleres de música y comunicación y arte cuando se meten en el barrio ayudan. Con la música me acoplo, intento acompañar, como con Gascón 123. No necesito adueñarme de las luchas, puedo sentirlas propias pero no vivo en Gascón y no tengo la mala suerte de que me estén por desalojar. Hablo de eso porque está pasando y me conmueve.
—Miro y leo poco, tampoco estoy leyendo todos los diarios y todas las revistas de información alternativa, pero me doy cuenta de que todo está re podrido y eso se mete en lo que estamos haciendo, y se me va colando en la poesía. Antes era más panfletaria, más punkfletaria. Pero entendí que aunque quiero que sirva para algo, más allá de quedarnos en el espectáculo y que vayan a vernos, tenemos que ensayar para hacer algo potente ahí y que esté más sólido lo que estamos diciendo. Pasa que hay que laburar, hay que tocar, hay que girar y después no podés ir siempre a todas las movidas.
—Sí, me gusta la idea de ser una cantante de música popular. Y creo que popular no es por decir “faso” y “asado” sino por llevar lo que hago adonde no hay o adonde pinta bondi. Quiero poder trabajar de esto, viajar cantando lo que escribo y a la vez no quedarme sólo en que esto sea por dinero, sino que sirva para dar una mano. No quiero quedarme en el cómodo calor de las luces y en la inercia del “empleo” musical, ni quiero terminar siendo una empleada del Estado ni de una empresa. Seguimos tocando, no necesitamos que nos institucionalicen el ojete para seguir haciendo cosas. Nos movemos, vamos al interior, ahora vamos dos meses a tocar a Europa. Y la idea es volver e ir a todos los lugares, Rosario, Córdoba, Tucumán, al sur.
—Yo sé que es absurdo y es al pedo y es contradictorio de raíz que yo esté en ciertos escenarios diciendo algo, pero también es un poco adolescente eso. Pero a donde no iría es a Ciudad Emergente y esas cosas, con Macri tengo un rechazo particular. Ya sé que capaz otros son lo mismo que Macri, pero en particular él me repele... Con sus políticas de vaciamiento en salud, educación y cultura el gobierno de la ciudad hizo mierda todo. Hasta para hacer algo que sirve, como el Metrobús, talaron todos los árboles.
—Pienso en lo micro, en lo cotidiano, en mi violencia, en mi responsabilidad, en el microfascismo y el micromachismo. Creo que hay que hacer microcambios. Fui a la marcha del Ni Una Menos, más vale. Creo que es importante que nos movilicemos por todas las mujeres violadas, asesinadas, porque la opresión del género es histórica. Pero también quisiera que vayamos la misma cantidad de personas a una marcha por los dos nenes que murieron en la textil de Flores, o por Julián Antillanca, muerto por la policía y el entramado político de Chubut. Hablo de un microcambio colectivo, hasta hacer un macrobardo y quemar el Congreso, si es necesario.
—La música es alegría, es una cosa ritual: esto de uno haciendo y otros viendo o todos bailando. Los seres humanos se entretienen entre sí para sobrellevar el tiempo. Creo que pueden ir de la mano lo bailable y lo político o cualquier cosa. Amo bailar y me gustaría hacer cosas bailables, seguir haciendo música, lo que pinte. Y lo que más me gustaría es poder decir lo que no se puede decir; y eso que no puedo decir, finalmente poder decirlo.
* Sábado 20 en Niceto Club, Niceto Vega 5510. A las 20.
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