EMANERO PARA EN EL TEATRO VORTERIX PARA PRESENTAR TRES
De cómo aprendió a componer al piano, a rimar con Alta suciedad, a producir con tutoriales de Internet y a moverse en una escena donde los agresivos desaparecieron y la buena onda fue el mejor sample. De esas cosas habla el querubín argentino de la producción de hip hop.
› Por Facundo Enrique Soler
El hip hop argentino tiene una historia nutrida de casi treinta años pero una deuda pendiente: un referente. Federico Giannoni o, como todos lo conocen, Emanero, es esa pieza que venía faltando en el cuadro, un joven con ideas interesantes, conocimiento musical profundo y, por sobre todo, melodías geniales. Su capacidad no se mide por sus shows soldout o su poderío en redes sociales, el valor de este pibe de 28 años está en la fuerza de sus canciones, con una lírica anormal para la media local y una base instrumental de puta madre.
“Yo quería hacer hip hop, pero de la vereda de enfrente”, responde al NO sentado en un banco de la estación de Coghlan, aprovechando los escasos rayos solares del invierno. Lo logró. El 8/8 dará un show en el Teatro Vorterix, el único de este año en Buenos Aires, para añadir otra parada al #TourTres, maratónica carrera que lo trae presentando su disco más ambicioso y profundo, un grito fundamental de la generación dosmilera que quiere poner sus principios de una manera positiva, firme y enigmática. Mientras tanto, vuelve a aparecer en la pantalla de la televisión como uno de los protagonistas de Presentes, la serie de Canal Encuentro sobre problemáticas adolescentes que va por su segunda temporada.
Emanero arrancó a disciplinar su oído cuando tenía menos de seis años. En las habitaciones de su casa se podía escuchar a su viejo tocando la guitarra o a su abuela Nelsa, profesora de piano, ensayando todo el día. “De chico me inculcaron la música del lado de la ejecución, no de la influencia. En mi casa ni sonaban discos. Mi abuela me enseñaba piano, después agarré una batería y terminé tocando la guitarra”, reseña. Pero la revolución llegó, como todo buen nacido en los ‘80, gracias a Internet. “Cuando tuve mi primera computadora arranqué con la autogestión y ahí, sí, me metí con los tutoriales a aprender todo lo que me llamaba la atención.” De esa chispa ardió el rapero y productor que ahora se sube al escenario con banda tocando en vivo, uno de los pocos locales en hacerlo.
–Bandas nacionales. Era muy fanático de Andrés Calamaro, estaba todo el día dándole a Alta suciedad. Escuchaba una canción y tenía que entenderla, le buscaba significado a todo. De ahí viene mi costado más letrista, la fijación por las estructuras o cuando una canción cambia abruptamente. Esas cosas me daban vuelta en el cerebro.
–Cuando empecé a andar en skate. A los diez años, eso me cambió todo. El skate estaba muy ligado al nü metal, bandas como Limp Bizkit, que eran pesadas pero tenían algo de hip hop. Las letras me picaron la cabeza porque había toda una subcultura en castellano que podía entender y sentía identificación.
“Tiro de Gracia, Nach, ToteKing, La Alta Escuela”, repasa Emanero en una lista de artistas influyentes que de cara al nuevo milenio le volaban los sesos rimando en español, uno de los lenguajes más complejos para hacer rimas. “Hay algo de la movida que no se repite en otro lado, los que escuchan hip hop hacen hip hop: tiran freestyle, tienen ideas para una canción, bailan breakdance o hacen grafitis. Los que forman parte de la escena tienen inquietud por hacer la escena, no veo lo mismo en otros géneros.”
–De todo, pero con el tiempo lo entendés de otra manera. El hip hop te da más ganas de denunciar que la denuncia en sí, es la rebeldía. Es un género espectacular para un pendejo rebelde. Tiene moda, tiene calle, tiene música, tiene humor y tiene letra. Tiene todo.
–Leyendo tutoriales y pidiendo cosas prestadas, como un micrófono a pila que lo enchufaba en la computadora. Bajando bases de Internet o armándolas con el Fruity Loops 3.5. El primer resultado fue Dando lo que tengo, me acuerdo de que lo tenía en casete y lo ponía el auto de mi viejo. Escucharlo por primera vez fue una sensación hermosa que sigo teniendo al día de hoy cuando termino una canción. Es hermosa. Ese casete lo perdí, lo estoy buscando.
–Los referentes eran muy mala onda, eran muy severos con los que recién empezábamos. Había mucho mal flash con la cuestión de los barrios. En 2003 yo trabajaba en una fiesta de hip hop que se llamaba Style, en donde era La Diabla. Arranqué tarjeteando y después armaba el mailing. Me acuerdo de estar tranquilo tomando algo en la barra y que venga cualquiera a rapearme en la cara. Que Caballito, que Flores, que Barrio Norte... ¡No son tan distintos los barrios de Capital! A mí me ninguneaban porque era de Palermo y ni sabían de dónde venía, a qué se dedicaban mis viejos, qué cosas me importaban.
–Flashaban película. El kit del rapero venía sí o sí con la rivalidad incluida. Eso lo pudimos abolir, los que siguieron con esa actitud no llegaron a nada porque no les interesaba ni siquiera competir, preferían mostrarse como rudos. Creo que de ahí viene mi exageración con mi estilo buena onda, desde un principio necesité pararme en la vereda de enfrente de esos personajes. Pero quería seguir haciendo hip hop.
–Desaparecieron. Tenés a los b-boys de los ‘90 que son los que aguantaron la movida, tipos como Apolo, Mustafa o Razek, al día de hoy siguen haciendo cosas. Los que salieron entre 2001 y 2005, la época de la crisis, eran los que flashaban rivalidad. No existen más.
“El estilo buena onda” del que habla Emanero es un latiguillo certero para sentarse a analizar su arte. En todas sus canciones reina una métrica instrumental muy bien lograda, pero se destaca un mensaje positivo que no entra en los clichés. Las canciones de Bienvenidos a mi mundo (2006) y Arjé (2010) capitalizaron el gusto de los sub-18 que buscan un representante optimista pero pillo ante la imagen un tanto ruda del hip hop en general. Tres (2014) es la obra maestra de este planteo: conciencia social, arenga hacia delante, mensaje antibullying y picardía criolla. Todo con un colchón sonoro fino difícil de encontrar en producciones locales. Corriéndose de los raperos argentinos que quieren parecerse más a Boyz N The Hood que a otra cosa, encontró la clave para llegar un público más amplio.
–El disco se me abrió en la cabeza cuando tuve la primera canción, en este caso fue Cambios. Ahí lo vi todo más claro, una voz más oscura y relajada, a diferencia de lo que hice en Arjé. El resto es el proceso de siempre, como cuando tenía quince años y estaba en mi habitación componiendo. Empiezo a hacer la música hasta dar con algo que me gusta, le empiezo a poner letra, me entusiasmo, armo el resto de la música, grabo, vuelvo a la letra, vuelco a la música. Hago todo en conjunto. Armo el ritmo y después pienso la canción, es como tener una heladera de melodías y beats.
–Siempre lo hice así, pocas veces fue al revés. Señor y Señora Fama es un buen ejemplo, tenía ganas de hacer una canción sobre este modelo de famosos instantáneos que venden los medios. Tenía esa idea circense en la cabeza de ver a famosos como si fueran dibujitos animados. La letra estuvo siempre, pero tardé dos años en encontrar un sample que fuera, hasta que llegó y es parte de Tres.
Una de las características a destacar de este disco es el sonido profesional que guarda a diferencia de sus antecesores. Emanero emprendió una travesía para la grabación de su tercer álbum, llegando a los Red Bull Studios de San Pablo, Brasil. Allí trabajo con el técnico local Funai, el mismo que colaboró con tipos como Herbie Hancock y Mario Adnet, en una de las mejores salas de grabación del mundo. El proceso fue documentado para la web y se puede encontrar con sólo googlear, con clips de escasos minutos. Allí aparece Emanero exportando sus beats, tirando rimas junto al rapero brasileño Kamau y andando en skate por la metrópolis paulista.
–No lidio con eso. Al hater hay que entenderlo, por algo anda por la vida odiando.
* Sábado 8 de agosto en Teatro Vorterix, Federico Lacroze 3455. A las 19.
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