Jue 24.07.2003
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EL CASO DE PABLO FERNANDEZ COBO

Llamado en espera

Fue detenido en febrero de este año por tenencia de plantas y semillas de marihuana en La Pampa. Está acusado por “delito de siembra y cultivo de estupefacientes”, pero él argumenta utilización medicinal de la cosecha. El juicio comienza en un mes y lo pueden condenar a más de diez años.

POR MARIANA ENRIQUEZ

Hace un mes que Pablo Fernández Cobo está detenido en la Unidad 4 de la Colonia Penal de Santa Rosa, La Pampa. Como está procesado, no cuenta con el privilegio del que gozan los condenados, que pueden trabajar en huertas y tambos, o dedicarse a la herrería y la cerámica. Los días encerrado pasan muy lentos, y Pablo, que tiene treinta y siete años, está fumando demasiado tabaco, lo que sólo empeora su asma crónica. Pero está esperanzado y tranquilo: cree que “la guerra” terminará pronto. Pablo llama “guerra” a la penalización de la tenencia de marihuana para uso personal. Esa “guerra” lo llevó a la cárcel: el 6 febrero de este año, agentes del Area Operativa de la División Toxicomanía de Santa Rosa ingresaron a la casa que alquilaba en el barrio Colonia Escalante y allanaron su plantación de cannabis. Encontraron 320 plantas de diferentes tamaños en una huerta que se completaba con zapallos, tomates y otros alimentos, y 8300 semillas clasificadas según variedades. “Cuando tuve oportunidad de declarar ante el juez, alegué uso médico para controlar mi asma crónica vaporizando la resina y consumiendo las semillas, ricas en ácido linoleico y gamalinoleico, estimulante del sistema inmunológico”, escribe Pablo desde prisión. Poco importa si él usaba la marihuana con fines médicos: la ley 23.737 pena con prisión de uno a seis años la tenencia simple y de un mes a dos años la tenencia para consumo personal. Además, por la gran cantidad encontrada, no le creen que cultivaba sólo para consumo, aunque en la causa no existe una sola prueba de que Pablo haya vendido alguna vez. Y junto a él cayeron detenidos dos cultivadores pampeanos más: así, la causa los imputa por “delito de siembra y cultivo de estupefacientes”, lo que implica asociación ilícita, y muchos años más de prisión (aproximadamente quince), si resultaran culpables.
Pablo acaba de comenzar su propia campaña de emails, llamada “La gesta del marihuano”. Pide firmas de apoyo a su caso y por la legalización de la marihuana a la dirección [email protected]. Allí explica sus razones y pide que termine la “guerra”. Pero para comprender mejor a Pablo es necesario conocer su historia, y saber que en La Pampa se lo considera un genio de la botánica, un cultivador sin igual, tanto de marihuana como de otras especies. El narra su relación con la agricultura: “Yo me dedico desde los 13 años a los cultivos hortícolas, primero como aprendiz de mi abuelo postizo, un misionero que me enseñó todo a fuerza de azada y piolín, perfecto y derechito, prolijo a rastrillo. Con el tiempo fui evolucionando hacia distintos sistemas de trabajo y pensamiento: mis huertas comenzaron a tener distintos dibujos, círculos o surcos oblicuos alternados con los círculos buscando la pendiente y un dibujo más agradable a la vista. Luego aprendí los métodos de Masanova Fukuoka, el creador de la agricultura natural, y el círculo se cerró completo. Esa sería mi forma de obtener alimentos de la tierra: alimentos y medicina, que es lo mismo. Conocí la cannabis en 1985, año en el que estaba estudiando farmacia en la Universidad de San Luis, cursaba el segundo año. Mi abuelo materno era idóneo de farmacia, y preparaba los medicamentos con mortero y balanza. Yo no quería ser un comerciante como es el farmacéutico, sino un chamán con los conocimientos de hoy, de hecho siempre preparé tinturas y aceites de infusión con hierbas con las que nos tratamos en mi familia. Aproximadamente en 1999 conocí el libro Cannabis para la salud de Chris Conrad y comencé a seguir con éxito sus indicaciones de vaporizar la resina y consumir sus semillas”.
Antes de mudarse a la casa donde lo detuvo la policía, Pablo vivía con su esposa Viviana y sus dos hijos, Benjamín (7) y Catalina (3) en un campo a unos 50 km de Santa Rosa. Vivían con su propia huerta orgánica, consumiendo sólo lo que les daba la tierra. Se dedicaron a sembrar sus propios árboles con brotes obtenidos de las podas, sus propios tomates, zanahorias, papas y todo tipo de hortalizas, sin tecnologías ni uso deningún agroquímico. Pablo, por su cuenta y sin que participe su familia, también plantaba marihuana en el campo, en algunas ocasiones del tipo “rastrera”, una variedad que logró gracias a injertos y diversas pruebas, para que creciera a ras del suelo. Vivía con ellos el abuelo de Viviana, de 95 años, y Pablo, estudioso de las propiedades medicinales de las plantas, logró mejorar el reumatismo del anciano con aceites de Diente de León e Hipéricum. Necesitaba gran cantidad de cannabis porque además de consumirlo en cigarrillos, comía las semillas molidas con harina o con leche, remojadas, todo en base a recetas del libro de Conrad; además, no todas las plantas lograban la calidad que sus altos standards requieren. A esta altura, el agricultor es un especialista en cultivo y propiedades de la cannabis: sabe todo acerca de las propiedades del ácido gamalinoleico para mejorar las defensas del organismo, y conoce cómo cuidar el contacto entre las plantas macho y las hembras para mejorar las semillas hasta desarrollar una marihuana de altísima calidad. Su nivel de especificidad queda patente en otro fragmento de su carta desde la cárcel, cuando comenta un informe argentino que data de 1972 llamado “El Cáñamo y la Mariguana”: “El trabajo me pareció muy valiente y serio, además de adelantado para la época. Lo que más me interesó fue el punto de la influencia que ejercen los factores climáticos y hereditarios en la producción de principios activos, así como en la determinación del sexo o de anomalías en el sexo. Pienso que después de treinta años de cruzamientos, los caracteres hereditarios presentan más tendencia a esas anomalías por ser el carácter hermafrodita más dominante. Los bancos de semillas holandeses promocionan desde el año 2000 semillas feminizadas con garantía de 90 por ciento de producción de hembras”.
Pablo nunca quiso comprar marihuana. Le parece “una movida fea” y prefiere consumir cultivos orgánicos, autoabastecerse, distanciarse de cualquier peligro. No se siente un delincuente: es un cultivador. No quiere ni puede recurrir a marihuana de dudosa procedencia porque la necesita para fines terapéuticos. Mientras espera en la Colonia Penal de Santa Rosa el juicio (que comenzaría dentro de menos de un mes), Pablo recibe información sobre jurisprudencia de la Corte Suprema argentina a favor de casos de tenencia para consumo, o material sobre uso medicinal del cannabis. Y espera por justicia.

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