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Jueves, 16 de julio de 2015

FANTASMAGORIA, MENOS FANTASMA QUE NUNCA, LANZA EL MAGO MANDRAX

“La psicodelia es, para nosotros, más que una forma de escapismo, una recreación artística”

Tras hacerse “chapa y pintura”, Gori publica un disco en el que consagra su folk psicodélico. Antes de presentarlo y ponerlo a la venta, se remonta a su niñez, sus años en Fun People, el germen de Fantasmagoria y repasa sus tropezones, explica por qué es de Ferro y evalúa la industria discográfica.

 Por Yumber Vera Rojas


Foto: Cecilia Salas

Incrustado en uno de los ribetes de Constitución, el departamento de Gori es un dos ambientes tan liliputiense que cada esquina debe albergar años luces de recuerdos. “Mi vieja llegó a meter acá a 40 personas, y era un clásico que, tras cortar la torta, mis tíos sacaran las guitarras criollas como si fueran a matar a todos”, apunta el líder de Fantasmagoria, en medio del ensordecedor loop de autos que van y vienen en el tramo de la Autopista 25 de Mayo que se apuesta frente a su balcón. “Hacían folclore al palo, y es lo que te queda. En esas reuniones se tocaba fuerte para escucharse, y el otro día pensé que quizá fue por eso que yo toco igual, y que mis primeras bandas fueron de punk y hardcore.” Aunque también fue en este mismo lugar en el que el igualmente integrante de la dupla folk Hermanos de Distinto Padre y Madre se enamoró del rock: “Cuando tenía ocho años, por intermedio de mi hermano descubrí a Paul Stanley. Si bien era ultrafanático de El Hombre Araña y de Superman, él era lo mismo, pero vestido de negro y con guitarra. Me vino buenísimo porque mandé a la mierda los discos de Parchís, y los cambié por lo de Kiss”.

A pesar de que el cuarteto neoyorquino está presente en el estante que está sobre su computadora, a través de una colección de muñequitos, Kiss es hoy para Gori, luego de que perdieran los superpoderes en 1983 (al sacarse el maquillaje para Lick It up) un símil de un viejo capítulo de La Pantera Rosa: “Lo ves, y te encanta. Pero hasta ahí”, afirma el también ex Fun People. Algo parecido sucede con su música, pues, por más que revisite una y otra vez la fuente misma del rock, e incluso vaya más allá, el artífice de 41 años siempre mira al futuro. Lo que demuestra el nuevo álbum de Fantasmagoria, El Mago Mandrax, en el que el grupo alcanzó finalmente la cima del folk psicodélico, y con el que el vocalista y guitarrista, a tres lustros de su debut en solitario, se consolidó como uno de los cantautores más auténticos ya no sólo del indie local, sino del rock argentino. “Fantasmagoria es muy de hacer licuadora”, asegura sobre su reciente trabajo, a la venta a partir de la última semana de julio, y que se perfila entre los mejores discos de 2015. “Mezclo cosas que no se mezclaron antes.”

Desde la aparición de El río, en 2010, Fantasmagoria no volvió a lanzar ningún disco, ¿qué pasó en ese ínterin?

–Cuando se desarmó la formación anterior del grupo iba a lanzar un EP en vinilo con El Mago Mantrax, que es uno de los temas más psicodélicos que hice, y un par de canciones más. Pero como era tan caro sacarlo, pensé que era mejor preparar el cuarto álbum. Así que compuse algunos temas nuevos, que conforman la mitad del repertorio, y agarré uno de la época de Catarsis, mi primera banda, al que le cambié la letra (El reloj de arena). Y ahí empecé a cranear y a investigar con quién lo editaba. Llamé a varios sellos, y al final decidí sacarlo con Scatter Records porque, aunque no tiene llegada al mainstream, a diferencia del resto te atienden el teléfono. Y eso es súper importante.

¿Quién es el Mago Mandrax?

–Es un apodo que le puse a Syd Barrett. La canción, que dura poco más de quince minutos, comienza describiéndolo a él y a la música experimental que metió en el rock, y luego me fui jugando con lo de las drogas psicodélicas, y la manera en que fue limando. Hay una marcha en la que cuento cuándo se empezó drogar más fuerte, unos ruidos que distinguen el mal, y la parte final que es más celestial. La llamé El Mago Mandrax (N. de R.: también denominado metacualona, es un sedante hipnótico cuyos efectos son similares a los de un barbitúrico) debido a que hizo una música mágica, y porque hay una anécdota que cuenta que en un show mezcló esas pastillas con Brylcreem para peinarse, y que al momento de caérsele de la cabeza la gente pensaba que se estaba derritiendo.

Mientras que el tema que le da título al disco cierra el flamante repertorio, La araucaria, otra oda a la psicodelia barroca, lo abre. Lo que le da una impronta conceptual al disco. ¿Era lo que pretendías?

–La araucaria es el primer tema de Fantasmagoria que no es mío, sino de Gustavo, mi hermano. Luego de pasar Navidad en familia, nos fuimos él, yo y unos amigos a recibir el Año Nuevo lejos de la ciudad. Fue una noche súper mágica. Semanas después, mi hermano me dijo que grabó una canción sobre esa ocasión. El tema habla acerca de cada una de las cosas que nos sucedieron a las doce personas que fuimos. Es un chiste privado. No podíamos creerlo cuando lo escuchamos, además de que le metió una orquestación impresionante. Le pedí permiso para grabarla, y me pareció perfecta para que abriera. Así podía cerrar con ese cuelgue de quince minutos, y en el medio las canciones están ordenadas como si fueran para un show en vivo. No hay silencios entre un tema y otro.

Este disco aparece en una época en la que la psicodelia es la gran constante en la música popular contemporánea. ¿Cómo ves al género en Argentina en este momento?

–Me deja tranquilo que acá haya una neopsicodelia, porque tenemos esa intención folk y psicodélica desde que empezamos, hace catorce años, no nos estamos aprovechando del momento. Al escuchar los discos, te das cuenta. La psicodelia es, para nosotros, más que una forma de escapismo, una recreación artística. No tiene que ver con lo social, ni con la moda.

Pese a que una de las características de la psicodelia es el trabajo de la imagen, en tu caso contás historias. ¿A qué se debe?

–Al igual que La araucaria y El Mago Mandrax, el resto de los temas del nuevo disco están inspirados en personas que existen, y en cosas que me sucedieron, y las enmascaro con cierto ingrediente onírico. Tal vez lo de contar historias reales me viene de cuando era pendejo, pues el género que curtí inicialmente fue el punk, que tiene letras súper directas y no hablan de fantasías.

En tu nuevo álbum reflexionás sobre el amor y al desamor, lo que no es común en tu obra, ¿por qué te animaste ahora?

–Son cosas que me pasaron estos últimos años, en los que entré y salí de varias relaciones. Como siempre me pareció muy ñoño hablar de la pareja o de situaciones románticas, les ponía una cuota de humor. La canción El taller, por ejemplo, trata sobre reponerse, tras pegarse un golpe por una decepción amorosa fuerte o por un fin de semana muy movido.

A propósito de eso, ¿tocaste fondo alguna vez?

–Sí o tal vez estuve muy próximo. A veces, cuando uno está cerca del fondo, podés tocarlo a manera de envión para salir a flote. También me avisaron que estaba a punto de llegar allí, pero ahora estoy en la superficie totalmente.

Considerando que tu hábitat natural es la noche, ¿cómo conviviste con su oferta sin pagar las consecuencias, a diferencia de otros artistas que padecieron los excesos?

–Soy vegetariano desde hace 24 años. Tampoco agarré el vicio del tabaco. Por ahí con otras cosas perdí el autocontrol, y en los últimos tiempos eso me dio bronca. Así que tuve que parar la pelota para organizar la cabeza, y poder hacerlo con control. Estoy en un momento de limpieza total.

¿Por dónde pasa ahora el tema del placer?

–Me amigué con la música, lo que me da muchísimo placer. Pero en un momento la tenía medio olvidada, y preferí estar de gira como un Mötley Crüe. Aunque no pretendía hacer un “demoliendo hoteles”, ni portarme como un rockstar, lo hice por salir de noche, por trabajar y por tener compañeros de joda. Me acuerdo que Pity dijo en un reportaje que hay momentos en los que uno se enamora de las chicas, en otros de las drogas y del alcohol, y luego de la música. Aprovechando que va a salir el disco, me emprolijé para ver por dónde voy a seguir después. Tengo una vida más diurna y organizada. Aprendí a manejar, me arreglé los dientes y compuse mi casa. Me estoy haciendo chapa y pintura.

Después de la publicación de su primer álbum, en 2001, Fantasmagoria amagó varias veces con dar el paso hacia el mainstream. Pero nunca lo hizo, ¿fue por el confort que produce el under o boicoteaste esa chance?

–Debe haber un cagazo a que me cajoneen. El nuevo disco se retrasó porque estuvimos golpeando acá y allá. La situación de las discográficas es rara porque hoy pasa más por el negocio editorial que por vender discos. Tampoco existe una cosa muy fluida con los artistas que firman con una compañía importante. Es más, me parece que no hay música interesante fuera del under. En El Mago Mandrax incluimos una canción instrumental llamada El imperio se derrumba, cuyo título hace alusión a la industria discográfica. Mientras que en el arte del álbum manifestamos: “Ellos no ven lo que nosotros decimos, ellos no oyen lo que nosotros vemos, ellos saben que no somos iguales, ellos saben que no los necesitamos”.

¿Alguna vez hubo una intención retro en Fantasmagoria?

–Tal vez nuestra búsqueda es más retro que lo que se conoce como retro rock. Una de las cosas que me gusta, y que me cuesta, es tocar silencios. Tratamos de hacer mucho con lo básico.

Pero tu puesta en escena pareciera influida por la de Marc Bolan, quien agitaba su guitarra como si se tratara de la espada Excálibur...

–Muchas veces me identificaron con él. Me gusta, pero hasta ahí. Aunque mis referencias musicales fueron cambiando, mi principal influencia es Paul Stanley.

Otros de los identikits de Fantasmagoria es que en su universo musical no habitan las guitarras eléctricas, ¿cómo te aferraste a la guitarra electroacústica?

–Volví de mi última gira con Fun People (N. del R.: banda de la que fue integrante activo entre 1998 y 2000) con dos guitarras eléctricas rotas. Las mandé al luthier, y cuando comencé a ensayar con Fantasmagoria, como no las tenían listas, llevé una electroacústica, que fue con la que grabé los demos. Y ahí nos dimos cuenta de que los temas sonaban buenísimos de esa forma. En esa época estaba de moda el nü metal, y me pregunté qué les pasaría a esos grupos si no tuvieran toda esa parafernalia. Así que me gustó la idea de hacer canciones que se la banquen con el sonido natural del instrumento. Pero en las vueltas de Fun People me encanta tocar la guitarra eléctrica en los temas rápidos.

Luego de su separación, Fun People regresa esporádicamente con un show sorpresa. ¿Qué lo determina?

–Surge a partir del llamado de Nekro. Sin embargo, hubo una vuelta que se produjo accidentalmente. En 2012, él tenía programada una gira por la Costa, pero su guitarrista no podía ir. Entonces nos convocó. Si bien la promoción de esa serie de shows anunciaba a Boom Boom Kid, se corrió la bola de que tocaba Fun People.

¿Cómo es tu relación con Nekro actualmente?

–No nos llamamos por teléfono. Por ahí nos mandamos algún mail, y cuando nos encontramos nos damos un abrazo muy fuerte. Me fui de la banda a fines de 2000 porque veía que se acercaba una pelea fuerte con él. No podía enemistarme con alguien con el que tengo muchas cosas en común y compartí tanto. Creo que hice bien.

Antes de irte de Fun People, ¿ya habías diseñado Fantasmagoria?

–Si bien la génesis del grupo se remonta a Catarsis, cuando vivía en Barracas, y para no hacer quilombo en el edificio, grabé con la guitarra acústica, en un portaestudio, varias canciones que compuse. Algunas fueron a parar a Fun People, otras a Catarsis y el resto a Fantasmagoria.

A pesar del nombre, ¿lo encarás como un proyecto unipersonal o como un grupo?

–Fantasmagoria es un proyecto unipersonal, pero me gusta estar rodeado. Y a los músicos que me acompañan trato de integrarlos siempre en el proceso compositivo, además de forma democrática. La denominación de la banda me cerró por varios lados. Según el diccionario, hace referencia a alucinaciones y fantasías, aparte de que mi nombre está metido. También hay un disco de The Damned llamado Phantasmagoria, al igual que un poema de Lewis Carroll.

¿Por qué te dicen Gori?

–Es un apodo cariñoso de mi familia. Hay mucha gente que no sabe que me llamo Carlos Loncharich.

* Sábado 1º de agosto en The Roxy Live, Niceto Vega 5542. A las 23.

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