OTRA GRANDE DE MUSE PARA LAS MASAS
El bajista Christopher Wolstenholme defiende la idea de Drones como un disco conceptual y político, pero básicamente como obra humana de rock.
› Por Mario Yannoulas
Matt, Matt y “Mutt”. Tres nombres clave para entender qué pasa en Drones, la más reciente aventura discográfica de Muse. Está la viveza compositiva del guitarrista, cantante y pianista Matthew Bellamy, ya no sólo dentro del propio trío, sino del paño anglosajón corriente. Pero Matt Mahurin también hizo su parte, al ilustrar la obra sin moverse ni un poco de la literalidad conceptual que escupen sus doce pistas. El resultado, un humano con palanca por cabeza –como el control remoto de un dron, claro–, manipulada por una mano anónima que dispone a sus anchas de las masas desde una pantalla. Muse muestra sin miedo su lectura esencialista de las nuevas tecnologías y anuncia un Armagedón social, combinando las influencias literarias de George Orwell con la ensayística de Kathleen Taylor: “Te voy a convertir en un súper drone / y vas a matar bajo mi comando / y no voy a ser responsable”, aúlla Bellamy en Psycho. El tridente se completa con la contribución del histórico John “Mutt” Lange, productor de obras de talante tan desigual como Back in Black de AC/DC y Oops!.. I Did It Again de Britney Spears, pero casi siempre con una causa común: la llegada masiva al oído universal. Por eso, Lange es la explicación perfecta para la gran paradoja que, intencional o inesperadamente, proponen los británicos en esta oportunidad, al satirizar el comportamiento de masas desde una propuesta pensada siempre para masas.
La otra pata del CD lleva directamente hacia la música, también cercada por el carácter crecientemente masivo del trío y sus grandilocuentes puestas en escena. La complejidad que exigía el material de The 2nd. Law y The Resistance –sus trabajos previos de estudio–, y sus affaires con el techno y hasta al dubstep, generaron agotamiento en el núcleo. Por eso restauraron su sonido hasta un punto más cercano al original y más “crudo”, como le explicó el bajista Christopher Wolstenholme al NO, desde la paz de su casa londinense. “Nos focalizamos en hacer un disco de rock consistente, probablemente el más pesado que hayamos hecho. Una clave es entender que cada cosa que suena proviene de nuestros instrumentos. Construimos todo a partir de un sonido claro y vívido de baterías, un cambio importante, sobre todo si lo comparamos con los trabajos anteriores, en los que viajábamos por otros lugares. Para eso, tuvieron mucho que ver las giras: quisimos volver a una instancia más sencilla del trío, tocar en vivo se estaba volviendo demasiado difícil, y hasta nos costaba disfrutarlo”, concede.
Para dentro de unos meses, cuando Muse vuelva al país, ese material “vívido” de Drones ya va a estar embebido en un vasto catálogo. Siete discos que demarcan una personalidad artística, algo que a Bellamy, en tanto principal responsable, lo asciende al hoy desolado pedestal del rockstar joven (¡a los 37!) junto a Alex Turner. “A Matt lo conozco desde que tenemos doce años, estoy orgulloso de haberlo acompañado hasta acá. Es difícil lograr esa relación de confianza con la gente, cuando la comunicación fluye y hay identificación mutua”, piensa el bajista.
“En cuanto a la banda en sí, creo que hay ciertos mitos sobre la reinvención de los artistas. Es bueno cambiar en cada disco, asegurarse de estar contando algo nuevo o al menos intentarlo. Pero también es importante no tratar de reinventarse todo el tiempo. Fuimos muy afortunados de haber cosechado tantos fans como para decepcionarlos, porque están esperando algo. Hay que ser muy cuidadosos, la innovación tiene un límite, no podemos ser un grupo diferente cada vez. Muse empezó como una banda de rock y no debe correrse de ahí. Drones nos permite no perder de vista de dónde venimos.”
El disco sigue, finalmente, la línea de intereses de Muse, vinculados a la ciencia y el funcionamiento de la mente humana, pero va un paso más allá en cuanto al concepto, y el desarrollo, enlazado por tracks incidentales, sugiere una vocación cinematográfica que reafirma el estilo operístico insignia del grupo. “Podríamos decir que es un disco conceptual, sobre todo por cómo está construido el relato”, despeja Wolstenholme. “Ya tuvimos discos con conceptos, pero acá hay más una historia que otra cosa, es un viaje que tiene un principio y un final muy claros, y todas las canciones apuntan hacia un mismo lugar desde la lírica. Es a su manera un posicionamiento, y probablemente haya sido empujado por cuestiones políticas. Cuando uno ve qué cosas pasan en el mundo en este momento, puede querer plasmarlas en una obra. Este es el resultado.”
* Sábado 17 de octubre en Complejo al Río, Laprida 300, Vicente López. A las 19.
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