Jue 13.08.2015
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ASTRO Y EL ESTIGMA DE LA BANDA PEPOSA

“No necesitás estupefacientes para lograr algo profundo”

El clan que definió la nueva psicodelia allá y más allá de la cordillera apela en Chicos de la luz a la reflexión limpia y el autoconocimiento.

› Por Facundo Enrique Soler

Los que disfrutaban de la escena emergente en Buenos Aires hace seis años recordarán esa calurosa semana en la que de boca en boca se repetía: “¿Viste a los chilenos esos que están tocando en todos lados? Están totalmente locos”. Esos trasandinos eran una versión adolescente de Astro y esos siete días de diciembre comenzaron cuando se subieron a un bus y tras 24 horas en la carretera llegaron a Buenos Aires para su primer tour fuera de casa, presentando el maravilloso EP tóxico Le disc de Astrou (2009). “Tocamos ocho veces en una semana, estábamos muy nuevos y teníamos mucha energía”, recordaba Andrés Nusser, el cerebro de la banda, apoyado sobre una de las ventanas del camarín del Centro Cultural Kirchner, con la Casa Rosada de fondo.

Astro pasó por Buenos Aires la semana pasada y la primera parada fue en la cúpula del flamante centro cultural. Allí, sus integrantes recibieron al NO para hablar de Chicos de la luz (2015), su último disco y la prueba de rigor ante el éxito arrollador de Astro (2011), la maravilla animal que los llevó a ser la banda latinoamericana con mayor proyección al resto del mundo. “La gente lo pedía, pero la presión verdadera era nuestra”, reflexiona Andrés ante la ansiedad por el material nuevo. Pasaron cuatro años del éxito radial de Ciervos, un single flashero que sonó en tantos boliches como canales de televisión y series.

Eso puso a Astro en el mapa del nuevo sonido latinoamericano: estos cuatro chiflados jugaban con las texturas de la psicodelia pop llegando a límites impensados. Para dejarlo en claro, nadie decía “Astro está muy bueno, suena a tal cosa (inserte ahí el nombre de alguna banda marca Pitchfork)”. Los adeptos los sumaron con la legitimidad de sus propias notas y, en una época de hype viral, eso es un milagro.

Lego Moustache, tecladista, percusionista y a veces bajista, define la presión de lanzar música nueva con mayor profundidad: “Cuando empezamos a tocar siempre el mismo repertorio durante cuatro años, me agarró una crisis existencial. ¿Para qué soy músico? Los temas nuevos me ayudaron a ver el camino. Hay ideas nuevas”. Chicos de la luz saca la lupa de la magia de la naturaleza y la pone en el ser humano. Más precisamente en su interior. “El disco es una reflexión de la relación de uno mismo con su mente. Nos dimos cuenta de que estamos todos locos. Somos obsesivos compulsivos constantes, no paramos de pensar. Me refiero al mundo en general, el cerebro no se apaga y no te das cuenta hasta que no te volvés loco”, resume Andrés.

Sin embargo, explica: “No fue nada consciente que las letras hablarán de este tema. Escribo de las cosas que leo. En el disco anterior me la pasaba leyendo National Geographic y hacía canciones sobre la naturaleza. Ahora leo sobre meditación y me salió hacer esto”.

El pulso frenético de Astro sigue presente en Chicos de la luz, esa adrenalina mitad arcade, mitad dance es una marca registrada que les hace bien a sus piezas híper percusionadas y chillonas (la canción Caribbean es un gran ejemplo). Pero el contenido cambió. Se nota ese recorrido introspectivo en temas como Bardo Thodol, inspirado en el Libro Tibetano de los Muertos, la obra fundamental sobre la muerte, la transición y el renacer. “Llegué a tener ataques de pánico cuando estábamos terminando el disco. La mente me generaba cambios químicos en el cuerpo y todo era muy fuerte”, cuenta Andrés, ya por el tercer cigarrillo. “Por eso la reflexión nos ayudó tanto. Después de grabar nos dimos cuenta de que cada uno hizo su trabajo y el resultado nos encantó.”

El prejuicio llevó a Astro a ser “la banda peposa” de Chile. ¿Por qué? Quizá porque Le Disc de Astrou es un EP principalmente influenciado por las drogas psicodélicas, pero la etiqueta hoy está lejos de eso. “El primer disco es sobre drogas, el segundo sobre animales y el tercero sobre reflexión”, resume Andrés. “Nos preguntan mucho por la droga. Chicos de la luz tiene más que ver con dejar las sustancias, te baja directamente que no necesitás ningún estupefaciente para lograr algo profundo.” Lego agrega: “Tratamos de no fumar marihuana ni tomar alcohol antes de tocar, ya no podemos mantener ese ritmo para dar un show de dos horas. De hecho, estamos por empezar el gimnasio y meditación para las fechas que se vienen”.

El éxito de Astro fue meteórico en cuestión de resultados. Con tan sólo un EP y un disco debut llegaron a tocar en las plazas ideales que las bandas independientes sueñan conquistar: Primavera Sound, Lollapalooza Chicago, Misteryland y Vive Latino, entre otros festivales. “Me faltan Bonaroo, Glastonbury y Coachella”, bromea Andrés. “Una vez terminamos de tocar y cuando salimos del escenario la vemos a Kim Gordon re copada con nuestra música. Esas cosas nos encantan”, rememora Octavio Cavieres, el baterista, para luego repasar las estrellas con las que compartieron buenos ratos: Diplo, Skrillex, Erlend Oye, !!! y muchos otros nombres llenagrillas. “Una de las mejores fue cuando estábamos demorados en un aeropuerto con Jack White, y pasó a saludarnos”, recuerda Lego.

Cuando están en Chile sin trabajar, ¿salen a escuchar bandas, están pensando en música?

Lego: No, salgo poco a ver otras bandas, me tienen que gustar mucho. Con el tiempo perdí las ganas de ir a ver música en vivo por voluntad propia porque no lo disfruto. Me la paso evaluando el sonido, la puesta en escena, la prolijidad. Me pongo exigente y no me gusta.

Octavio: Me pasa que, cuando no estoy trabajando con Astro, estoy metido en un rubro que también tiene que ver con la música. Cuando tengo tiempo libre me voy al campo y me quedo en silencio, termina siendo un placer.

Zeta Moustache: Yo intento despejar la cabeza de la música pero me es imposible, jajá.

Andrés: Cuando tengo tiempo libre aprovecho para pasear al perro lo más posible.

Las siguientes 48 horas de Astro en Buenos Aires son maratónicas: un lunes libre que de tal no tiene nada, entre encuentros con amigos, ruedas de prensa y algunas reuniones. Al otro día, Chicos de la luz llega por primera vez a Niceto Club en un show épico, profundo y sensorial repleto de unas luces cósmicas y versiones aún más alocadas de esos hits únicos como Coco o Panda. Al finalizar el show, en el backstage, los cuatro chilenos se ven agotados pero felices con unas veinte personas que se acercaron a saludarlos y les piden fotos. Dos noches antes, Andrés le había dicho al NO: “Lo lindo de siempre que venimos acá es que hay amigos detrás. Si estamos en Buenos Aires, estamos entre amigos”.

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