Jueves, 13 de agosto de 2015 | Hoy
HABLANDO DE LA LIBERTAD, SIG RAGGA
Su swing y su potencial melódico estarán en la despedida de Aquelarre en Vorterix. También su intransigencia y conciencia.
Por Santiago Rial Ungaro
Boca a boca y click a click, con su propio mundo y sus propias leyes para expandirse, sin escándalos públicos ni arengas políticas. Así fue que la santafesina Sig Ragga se convirtió en la banda más original del reggae local, título que buscará revalidar este fin de semana en el Teatro Vorterix. Hace tiempo que suelen tocar solos, por la necesidad de tener control de las puestas en escena y la producción de sus shows. Dice Gustavo Cortés, tecladista y cantante: “A veces, por el hecho de sumar gente, se pierde el sentido de las cosas. Está bueno que en un festival se puedan mezclar bandas y gente de distintos estilos, que es algo que antes no se podía hacer sin que te tiraran un botellazo, algo que nos pasó. Pero yo voy a ver a Les Luthiers y no me molesta que no haya nadie antes. Capaz algunos creen que te la creés, o alguna pavada así, pero si quiero leer un libro, capaz que no tengo ganas de leer el prólogo”, ejemplifica.
“Nosotros elegimos este camino: cuidarnos a nosotros y a la gente que nos viene a ver”, dice Gustavo. Esa gente cada vez es más. Con 17 años tocando y dos discos excelentes, el crecimiento de la banda es innegable. Tienen tanto potencial melódico, y un swing inconfundible. Su perspectiva es original, o quizá sólo consciente, porque cuando hablan de sus peores experiencias mencionan su participación en un festival internacional: “Aunque tuvimos la suerte de tocar en un buen horario, te tratan muy mal y siempre se marca cierto escalafón: tocás en un horario de mierda, con unas cajitas de mierda y capaz que te escuchan mil personas. Pero así funciona el monopolio: a pocos metros hay un escenario increíble de una banda que sí es exitosa”, ilustra el bajista Juan José Casal. Cortés asiente: “Hay un lenguaje del monopolio: si no estás con ellos, no existís. Para que una banda sea tan grande hay que marcar muchísimo la diferencia con las otras, con súper sonido, súper escenario y una iluminación increíble. Los festivales sirven a los monopolios para posicionar a sus bandas”.
Quizá sea por eso que su show del viernes en el Teatro Vorterix tiene tanto atractivo: escuchar y bailar a Sig Ragga con un sonido de primera categoría es un programón. Su música es fácil de disfrutar e imposible de encasillar, sus cadencias provienen del reggae pero también tienen algo spinetteano en sus letras, e influencias del jazz y el folklore. Se pintan y disfrazan, pero no hacen teatro. Tienen muy buenas melodías, pero tampoco son una banda de pop. Se puede bailar, pero no sucumbieron a la tentación de hacer música para preadolescentes.
Siguiendo su camino, han ido conquistado ciertos márgenes de libertad, al punto de que planean grabar ellos su próximo disco (N. de R.: el anterior, Aquelarre, es de 2013), aunque registrando las bases del baterista Ricardo Cortes (además ilustrador, responsable de sus inconfundible videos, ausente en la entrevista) en un estudio profesional, y quieren que la mezcla vuelva a hacerla Eduardo Bergallo: “Es muy temprano para hablar de qué forma va a tomar, pero viene bastante sinfónico, y con orquestaciones y armonizaciones que tienen que ver con la música clásica. Pero aunque haya cosas de música rusa o polaca, van a estar conversando con otros elementos. No todo gira alrededor de la música, incluso nuestra forma de componer no es solamente musical: muchas ideas musicales a veces parten de otros ámbitos, de una imagen, un color, una textura, un aroma”.
Los músicos de Sig Ragga mencionan a pintores como Goya o El Bosco y a músicos como Stevie Wonder, Litto Nebbia o James Brown: “Para mí el arte verdadero es atemporal, no tiene tiempo. Justo estaba leyendo un libro de Andrei Tarkovsky, un cineasta soviético que consideraba arte a aquellos movimientos que entendía que habían hecho escuela. Y Tarkovsky mismo hizo escuela en el sentido de que convirtió lo que él hacía en una forma de conocimiento”. Lo mismo vale para Sig Ragga y su ritual de lo no habitual: una forma de conocimiento bailable, cantable e inclasificable.
* Viernes 14 en Teatro Vorterix, Federico Lacroze 3455. A las 19.
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