LOS PERROS DE PAVLOV SIGUEN ALLí
La primera obra de texto del trío de humor reflexivo indaga en la farsa y la circularidad de la política contemporánea.
› Por Brian Majlin
Ante la multiplicidad de pequeños relatos, el ruido detrás de los discursos, la depresión generalizada, el clonazepam naturalizado, Facebook, las redes sociales en general, el vacío existencial y la máquina de la noticia y la información como entretenimiento, el humor nos hará libres. Esa es la noción que parece mover a los Perros de Pavlov, un trío de creadores que arañan los 30 años, y que pone en escena su primera obra de texto: Segundo subsuelo.
“El humor es para tolerar, para entender y para superar. Para atravesar un problema y reírse de él. No se trata de divertir, pero entretener no es sólo para anestesiar, también puede servir para reflexionar”, arriesga Ezequiel Bianchi, una de las cabezas del grupo nacido en las aulas del IUNA hace casi una década, que completan Elián López y Cecilia González.
Ambientada en una oficina híper burocratizada de una dependencia porteña en el año 2290, fue escrita por Cecilia y tamizada por los demás. Es una distopía, una lectura en clave de humor político tradicional –con ciertos puntos lindantes con el absurdo– sobre la política argentina contemporánea. Aunque, advierten, podría llevarse a una lectura sobre el ser humano. Es, en definitiva, una lectura crítica sobre el poder y el Estado, sin distinción de colores partidarios. “El texto planteaba una situación histórica de la Humanidad, y creímos que era mejor sacarle el jugo a la parte más de política contemporánea a través del formato”, dice Elián.
Ezequiel: Hay temas a los que es mejor quitarles solemnidad. El tratarlos se hace más impactante desde el humor: llega más que en otro formato solemne.
Cecilia: No hay otra manera de atravesar y aceptar toda esta contradicción y confusión que mediante la risa. Mediante este espejo roto de la realidad.
Cecilia: Sí, con los actores se buscó el distanciamiento, por ejemplo que hablen en español gallego, para que se produzca cierta abstracción del espectador y poder reflexionar sin atarse a la coyuntura.
Los Perros de Pavlov funcionan mecánicamente. Unos intuyen la respuesta del otro. La completan. Así, dicen, es su modo colectivo de enfrentar el arte como modo, por cierto, de enfrentar la vida. El teatro es su reflejo condicionado ante ella. Destacan la tradición de los grupos de creación colectiva de los ‘80: Los Macocos, Los Mellis, Gambas al Ajillo, y el Parakultural como sitio de unión. Se oponen al artista como emergente individual. “El rol del artista es el de ver todo y nunca conformarse. La idea de la obra es reflejar a todos los sectores, con sus idas y vueltas. Ver qué cosas hay que cuestionar”, define Bianchi.
Habrá quien la vea antikirchnerista y quien la vea antimacrista. También es una mirada desesperanzada, una idea de la circularidad, el devenir continuo. La farsa de la tragedia y, una vez consumada, la farsa otra vez.
“Para pegarle al espectador hay que superar muchas barreras. Es una época compleja: Facebook, el celular, la máquina de la noticia, el bombardeo de clonazepam. Hay un sentido de la vida desconectado de lo eterno y el vacío es muy profundo. No sé si la obra sea un mundo de desesperanza, pero sí un llamado de atención sobre lo que puede venir”, advierten, en un discurso coral preelectoral, los Perros de Pavlov.
* Domingos en La Pausa Teatral, Corrientes 4521. A las 19.
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