Jueves, 17 de septiembre de 2015 | Hoy
LOS FUTUROS #35: PALMER LUCKEY
Veinteañero y educado en casa, volvió real la realidad virtual.
Por Lucas Garófalo
“Hola, soy tu fan”, le dijo Palmer Luckey a Mark Zuckerberg la primera vez que se encontraron. “Pero ahora mismo tengo que volver a trabajar.” Cualquier otro chico de 20 años con una mínima pretensión de triunfar en el mundo de los negocios hubiera recibido al fundador de Facebook con honores, pero Luckey es un tanto especial. Por empezar, nunca fue al colegio: su madre lo educó por su cuenta en su casa de Long Beach, California. Fanático de la tecnología en general y los videojuegos en particular, desde muy chico se las rebuscó arreglando iPhones, y con esa plata empezó a comprar cascos de realidad virtual en remates. Hoy se jacta de tener la mayor colección del mundo. Aunque lo verdaderamente importante fue haberse dado cuenta de que ninguno de esos cascos lo satisfacía como gamer.
Así fue cómo este cachetón simpático se encerró en el garage de sus padres y armó el primer prototipo de Oculus Rift, los mejores lentes de realidad virtual creados hasta el momento. Su primera campaña en Kickstarter, lanzada hace exactamente tres años, apuntaba a juntar 250 mil dólares para fabricar la primera tirada que llegaría al público. Pero... ¡sorpresa! Juntó dos millones y medio. El aparato era tan bueno que Zuckerberg lo probó y automáticamente pensó: “Con esto podría ver un partido en primera fila”. Inicialmente pensados para fanáticos de los videojuegos, los Oculus se preparan para revolucionar a toda la industria del entretenimiento. No hay otra manera de explicar los 2 mil millones de dólares que Facebook pagó en 2014 para quedarse con Oculus VR, la compañía fundada por Luckey.
Mientras la mayoría de los jóvenes de su edad empiezan a insertarse en el mundo laboral, Palmer ya es multimillonario y lidera la próxima avanzada tecnológica del mundo del espectáculo. Aunque no por eso ha cambiado sus hábitos: es habitual verlo llegar a reuniones de trabajo en Silicon Valley en jean, remera y ojotas, o incluso descalzo, como en la tapa de la revista Time el mes pasado. Según él, una sola vez lo reconocieron por la calle: estaba entrando con su novia a desayunar a McDonald’s después de una fiesta. En la vida real, el pibe cultiva un perfil bajísimo. Quién sabe cómo es cuando se calza los lentes de realidad virtual.
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