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Desde Corrientes

Mario del Tránsito Cocomarola construyó su fama como músico folclórico. Su muerte, ocurrida ya hace 41 años, fue motivo para la declaración del Día del Chamamé (19/9), pero también para bautizar en su honor un anfiteatro con forma de platillo electrónico y capacidad para 7.500 personas sentadas, más otras tantas si se está de pie. Migraciones al día: mientras se presentaba una nueva edición de la Fiesta Nacional del Chamamé en el Teatro Colón porteño, en Corrientes, donde se puede escuchar Mi bien amada antes que Satisfaction, cerraba la sexta edición del Taragüí Rock, que convocó a razón de 10 mil personas por noche durante el último fin de semana.

Las lejanías y latitudes pueden ser un obstáculo para poder chequear si muchos de los artistas que mueven las agujas de convocatoria en otras partes del país son tan grandiosos como sus estadísticas. Con Ciro y Los Persas, No Te Va Gustar y Divididos como número final de cada noche, la oferta del Taragüí Rock se posicionó como una exitosa réplica de cualquier concepción festivalera que tenga que ver exclusivamente con la música, y no con el marketing. Por eso, muchos músicos festejaron las posibilidades técnicas, que se vieron espejadas en el buen sonido de las tres jornadas, con alguna inevitable pero no insalvable excepción.

Bajo la virtual premisa de entremezclar artistas consagrados con emergentes, la inclusión de Sig Ragga y su reggae spinettiano fue el pulgar arriba para una tentativa vanguardista, porque la apuesta audiovisual del cuarteto santafesino se referencia más en una mirada surrealista de la métrica que de la liturgia jamaiquina. “Hace un tiempo, se vieron muchos estereotipos alrededor del reggae en la Argentina. Se notaba que había algo artificial, mucha rotación en medios para grupos que antes no figuraban. Nosotros somos principalmente amantes del reggae de Marley, de la fusión de música negra, pero aquello fue una moda, como puede ser hoy la bachata. Quizás en el país no hubo una apropiación genuina, aunque hay bandas que lo resuelven bien”, destacó en conferencia de prensa el baterista e ilustrador Ricardo “Pepo” Cortés.

El festival más importante del NEA nació en 2010 como Corrientes Rock, y en su recorrido acopió nombres como Illya Kuryaki and The Valderramas, Attaque 77, Babasónicos, Almafuerte, Los Cafres, Juanse, La Mancha de Rolando y Tan Biónica, más los repitentes Divididos, Carajo, Ciro y Salta La Banca. Aún con un espíritu mucho menos hippie y grandilocuente que el de Cosquín Rock, tomó algunas referencias del evento cordobés: un caso son los concursos Pre-Taragüí para seleccionar bandas emergentes. Asomaron así grupos como Formosativa, cuarteto formoseño de vena stoner –”Más que lo musical, es un estilo de vida”, le confesó el guitarrista y cantante Juanchy Gauna al NO–, o los paraguayos Nhandei Zha, con un buen despliegue de hardcore y nü metal. Carajo reincidió en el formato “lista a la carta”, devolvió un set de sonido categórico y un poco de antipolítica con clásicos del estilo Chico granada, más fragmentos de su último disco, como Tracción a sangre.

Los números centrales, hartamente curtidos en noches festivaleras, tampoco esquivaron la contundencia: Ciro descargó 27 canciones en tres horas de pinceladas piojosas, No Te Va Gustar entendió que tenía que encauzar los alaridos agudos que brotaban desde el público –arrancó homenajeando a Marcel Curuchet con Su sombrero, y enseguida pegó Cero a la izquierda, favorita de las FM, para descomprimir– y Divididos forjó una versión resumida de su fresco paso por el Luna Park –de Haciendo cosas raras a Par mil, más el típico sprint final de Rasputín, Paraguay y Ala delta–, guardando celosamente el nuevo material que prepara para suceder a Amapola del 66 el año que viene.