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Florencia es bella, indómita, con piel del color del pan y ojos verdes ciencia ficción, cabello liso y negro y largo hasta la espalda y un aura de melancolía que la persigue. Nunca lo dijo pero siempre lo supo: lo suyo era el porno. “Siempre me habían llamado la atención los trabajos sexuales”, dice mientras bebe un sorbo de exprimido de naranja. Es vegana, activista por los derechos animales y tiene nombre de guerra: María Riot. “María”, porque es un nombre amable. “Riot”, por el enfadado movimiento riot grrrl.

Tiene 24 años y ya filmó más de 20 escenas. Pero antes fue webcam girl. “Lo empecé haciendo gratis y después descubrí que podía ganar plata.” De chica, sin siquiera pensar en este presente, tuvo algunos vaivenes: lo que veía en el espejo no la convencía. El porno fue su revancha, las webcams la empoderaron. Cada vez que se ponía online, una marea de deseosos y babeantes salía al acecho. Y cuando ganó confianza, ya nada fue lo mismo. Exponerse la ayudó. Así, se convirtió en María. Y María en Riot. Amable y enfadada: indómita.

El segundo objetivo detrás del destape fue juntar plata para ir al Primavera Sound 2014 y ver a Pixies en vivo. Consiguió la guita, viajó y se quedó más de la cuenta: hace un año que va de Barcelona a Amsterdam, que deambula entre piel y piel. Parando en casas de amigos, seguía pensando en “expresarse a través del cuerpo”. Mandó mails a productoras XXX y obtuvo respuesta de Abby Winters, responsables de un subgénero peculiar, el porno natural: no hay maquillajes ni operaciones ni tatuajes. Sí hay pelos. “Este porno repara en valores éticos, se respetan los deseos y se asegura un marco de contención”, comenta. Sin embargo, hubo una cuestión a definir: ¿quería dedicarse a esto para siempre? “Antes de rodar, firmás un contrato de por vida. Los videos nunca podrán ser borrados”, revela.

En su primera experiencia, María circula sola por los bosques de Amsterdam, asomando algo de carne. Riot termina tocándose frenéticamente en lo que para el género significa un “solo”. Recién en un segundo video hay un otro: Mitsuki Sweet, una actriz, una chica. “Ellos nunca te dicen qué hacer y lo cómodo es que todas en el staff son chicas.”

El porno ético es un fenómeno que asoma fresco. Los actores y actrices son tratados con respeto e igualdad, se trabaja en ambientes sanos, seguros y consensuados, y los caché no son mezquinos. En ese escenario se mueve María Riot, una joven de zona oeste que tuvo bandas de punk y, de tanto en tanto, mueve el avispero junto a su amiga Sol Marianela: “Toqué en su gira por Madrid, Barcelona y Santander”. Juntas cantaron: “Que el porno es machista/ las chicas no lo hacen así”.

Desde hace más de un año vive con Proxy Paige, una de las reinas del anal. “Una vez hicimos un video juntas y le metí el puño entero.” Andan en bici, compran comida orgánica, de vez en cuando cogen. Lo que hace cualquier joven promedio en cualquier metrópolis promedio. Pero son pornstars, entonces las aventuras varían un poco. “Le escribí a Erika Lust y me respondió enseguida. Participé de su serie XConfessions.” Erika Lust: pionera de la corriente llamada porno feminista. Incluso, María Riot se consiguió un hueco para filmar posporno en Francia con la directora Émilie Jouvet (invitada del último Festival Asterisco), e hizo My Body, My Rules, “Mi cuerpo, mis reglas”. Más claro, no hay.

Su próximo paso es filmar con Evil Angel. Y sueña con montar una productora en Argentina que aporte esa otra sensibilidad que cree que anda faltando. “El porno que me gusta no es sólo gente teniendo sexo, sino que tiene un discurso, una estética distinta”. No quiere ser una pornstar, pero quiere tener una carrera.

¿Y por qué hacés porno?

Porque me gusta formar parte de un cambio social, despojarme de los prejuicios y, fundamentalmente, entender.