Jue 01.10.2015
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200 PáGINAS DE NUEVA HISTORIETA ARGENTINA

El mapa de la tinta

Informe es un estado de situación de los hacedores sub-35 de cuadritos.

› Por Andrés Valenzuela

El NO condena la violencia, pero al próximo que diga que “la historieta argentina está muerta”, que “no existe” o una gilada parecida, se sugiere pegarle con Informe. No tiene tapa dura, pero sí un papel sólido y más de 200 páginas de contundencia. Eso: un librazo a la nuca o a la mandíbula, como decía Arlt que debía funcionar la literatura. Con semejante título, Informe tiene dos aristas. Por un lado es un libro que funciona como estado de situación de los nuevos historietistas argentinos, en su amplísima mayoría sub35 o directamente sub30. En segundo lugar, el libro manifiesta la tensión de toda buena antología: no redondea una forma definida, es informe. Acá, la gráfica de cada uno de los veinte autores que integran la selección es diferente, aunque todos hablen desde su presente.

Algunos autores que integran la selección ya tienen cierto prestigio ganado. Publicaron uno o más libros en Argentina o en el exterior. Otros circulan por internet o militan la cultura del fanzine. La selección, además, es súper federal: hay rosarinos, cordobeses de varias ciudades, bonaerenses de distintos distritos, santafesinos, una chaqueña, un entrerriano, porteños, una inmigrante israelí, y el libro mismo salió por la Editorial Municipal de Rosario. Un par, como Berliac o Nacha Vollenweider, hicieron las valijas y se afincaron en Europa, aunque ocasionalmente mandan algún dibujo para estas pampas. Otros, como Natalia Lombardo o Nicolás Mealla son figuras reconocidísimas del palo fanzinero.

Estilísticamente, la cosa también es hiper variada. Están los que vienen del rubro audiovisual (como Estefanía Clotti), otros vienen de la plástica (Vollenwider, Manuel Depetris) y algunos no pueden ocultar su afición por Chris Ware y la influencia del diseño gráfico, como Pablo Vigo (conocido en los kioscos como “el portadista de la Maten al mensajero”). Unos usan tinta de modos más tradicionales (Pablo Guaymasi) y otros le dan duro a la compu (Lombardo).

Más allá de orígenes, lo que queda claro tras estas 200 páginas es que el estallido post 2000 abrió un abanico expresivo y estilístico inabarcable pero muy, muy vivo. Y al dormido que diga que no hay historieta argentina, con esto se lo despierta de un saque.

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