Jue 07.08.2003
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REGRESA JANE’S ADDICTION

Ayer nomás, pero siempre es hoy

Los tiempos de la nostalgia se aceleran, y más en este circo de variedades y entretenimientos. La banda que profetizó el rock alternativo está de vuelta con nuevo disco y nuevas vidas limpias (Jane’s).

› Por Roque Casciero

Segundas partes nunca fueron buenas, dice el refrán, y la historia del rock no hace más que corroborarlo: casi la totalidad de los grupos que se embarcan en un “operativo retorno”, sin importar cuán legendarios sean, parecen más interesados en cuántos billetes podrán contar que en estar a la altura de lo que dieron en su momento. Pero toda regla tiene su excepción. Y, si de excepciones se trata, ¿qué mejor que Jane’s Addiction? La banda que revolucionó el hard rock a fines de los ‘80 (tanto por su música como por su actitud de cero machismo), la que sentó las bases del rock alternativo de los ‘90 y se llamó a retiro antes de disfrutar de su expansión, está de vuelta doce años después de dar las hurras del modo más imaginativo posible: con la creación del festival itinerante Lollapalooza. Quedó dicho que Jane’s es la excepción a la regla porque Strays (Vagabundos o Descarriados, posibles traducciones), su flamante disco, los muestra vitales y energéticos, como si el tiempo sólo los hubiera mejorado.
Jane’s Addiction 03 conserva tres de sus miembros originales: el cantante Perry Farrell, el guitarrista Dave Navarro y el baterista Stephen Perkins. Los tres hicieron las paces hace largo tiempo, tras las peleas en una época en la que parecían más interesados en conseguir drogas y levantarse chicas que en hacer canciones. “Me gustaría haber encontrado un modo de ser más maduro. Básicamente me inyectaba heroína y me subía al escenario. Esa es una vida muy inmadura, si lo pensás un poco”, reflexiona Farrell, ahora limpio. Precisamente, el estilo de vida de los Jane’s conspiró contra su longevidad como banda, dicen ellos. “Cuando el grupo estaba en su apogeo, no nos llevábamos tan bien”, recuerda Perkins. “La comunicación no existía, así que sabíamos que no tenía sentido tratar de hacer otro álbum. Para lograrlo, todo el mundo tiene que estar pintando sobre un mismo lienzo, pero si una persona quiere un cielo azul oscuro y otro lo quiere celeste, necesitás poder hablar sobre qué camino seguir. Ahora las avenidas se han abierto. Estamos comunicándonos de un modo que nunca antes habíamos logrado.”
El gran ausente en la reunión es el bajista Eric Avery, quien nunca se amigó con Farrell. Por eso no participó ni de los nuevos temas que grabó la banda para la recopilación de rarezas Kettle Whistle (1997) ni de los dos tours siguientes. Al principio lo reemplazó Flea (era la época en la que Navarro tocaba en los Red Hot Chili Peppers) y más tarde Martyn Le Noble, parte de los Porno For Pyros de Farrell. Pero cuando las sesiones de grabación de Strays recién comenzaban, Le Noble entendió que no encajaba bien en el espíritu de la banda. Con la llegada de Chris Chaney (Rob Zombie, Tommy Lee), los engranajes volvieron a moverse.
El baterista recuerda cómo, tras terminar un segundo tour “de retorno”, en el 2001, se miraron a los ojos y pensaron: “Bueno, no podemos hacer esto otra vez. Hicimos dos giras de reunión con la música de antes. ¿Estamos listos para un nuevo desafío?”. A pesar de que todos tenían proyectos individuales (Farrell se hizo DJ y hasta visitó Pachá, ¿se acuerdan?) y de que no contaban con ninguna canción, la respuesta fue positiva. En marzo del 2002 reservaron un estudio y se metieron con la consigna de grabar todo lo que saliera de sus encuentros. “Nunca tuvimos un solo modo de hacer música juntos”, asegura Navarro. “En muchos sentidos, no lo entiendo realmente. Es orgánico y es intuitivo, funciona por alguna razón. Es muy difícil tratar de explicarlo. Es lo que es: no hay un método en particular, simplemente sucede.”
“Ninguno de nosotros piensa en esto como en una reunión”, continúa el guitarrista. “Somos una banda flamante que tiene una gran historia en común. Hemos trabajado juntos intermitentemente durante unos cuantos años. Siento que todo ha evolucionado en esta dirección. Nos hemos separado y hemos crecido, como personas y como músicos, y ahora somos capaces de crear algo realmente especial.” Farrell dice que percibe en el estómago cuando la música necesita salir: “Uno sabe cuándo es fundamental juntarsey componer su mejor trabajo. Simplemente sentimos que era tiempo de ponerse serios y sacar más discos. Y sabía que cuando la música importara más en mi vida, sería con estos tipos. Hemos tomado muchas rutas alternativas, pero ahora estamos más unidos que nunca. Como los presos”.
Con la ayuda del productor Bob Ezrin (el mismo de The Wall, de Pink Floyd), Jane’s Addiction le dio forma a once canciones que conservan la explosión y la épica trepidante de otros tiempos, aunque concentrada (ya no hay largos recreos sonoros). “Tuvimos un enfoque más cancionístico. Hemos aprendido a ser épicos en tres minutos y medio, lo que es mucho más difícil de lograr”, asegura Navarro. Y Perkins lo apoya: “Jane’s Addiction es como manejar un Porsche o una Ferrari. Te subís ahí y sabés que vas a ir rápido. Nos metimos en el estudio pensando rápido, moderno, fuerte y directo”. O sea, el ritual de lo habitual para la adicción de Juana.
Si en su primera encarnación las historias de Jane’s eran de sensualidad, excesos y robos (como la magnífica “Been Caught Stealin’”), ahora Perry Farrell tiene nuevas cosas para decir. El y sus compañeros están lejos de las drogas y viven en familia. “El aprendizaje cuando uno está solo es aprendizaje, seguro. Pero cuando te convertís en padre, entonces te das cuenta de que la Tierra es tuya por un rato. Se la alquilaste a tu hijo. Y tenés que prepararla, como si le prepararas una fiesta de cumpleaños. Tenés que asegurarte de que los árboles estén en pie, de que haya buen césped real. El panorama es realmente amplio. Todavía podés divertirte, man, solamente tenés que asegurarte de mantener azul el océano.”
Puede que suene demasiado parecido al discurso de “estrella descontrolada que se reforma y se ablanda”, pero Farrell tiene en claro sus prioridades: “Lo primero es estar seguro de que todo el mundo lo esté pasando bien, pero en medio de esa burbuja de dicha debe haber un momento serio. Como pregoneros urbanos, estamos muy interesados en promover combustibles alternativos, que es de lo que trata ‘Hypersonic’. En Estados Unidos estamos en peligro de perder cada ley ambiental que se haya escrito, y la voz que le llega más a la gente es la musical”. De todos modos, sólo basta con escuchar los agudos de Farrell, los poderosísimos riffs de Navarro y el empuje de la batería de Perkins para que la imagen de reblandecidos se desvanezca: Jane’s Addiction es una banda tan viva como en 1990, cuando publicó el impresionante Ritual de lo habitual. Su nuevo álbum lo demuestra, con la típica (para Jane’s) y atípica (para el resto) amalgama de suciedad punk, inquietud indie, poder hard rock y melodías irresistibles.
“Strays es el disco más importante de mi carrera”, dice Navarro y suena convincente. “No es por compararlo con lo que hice en el pasado, pero éste se siente especial.” ¿Que segundas partes nunca fueron buenas? Si se trata de Jane’s Addiction, las reglas de oro se tornan de barro y la “sabiduría popular” de los refranes, pura charlatanería.

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