PARA ALIEN TRISTE, ¿DIOS ES DIGITAL?
Las tiras de Pedro Mancini van del delirio de lo cotidiano al derrotismo.
› Por Andrés Valenzuela
Pedro Mancini los encandiló con su charme de alienígena de Ituzaingó. Sobre todo a los que alguna vez se sintieron los raritos de la escuela, los que se quedaban fuera de la joda, los que preferían una noche encerrados escuchando Joy Division aunque la pibita que les gustaba se fuera porque no sabían qué decirle para que se quedara. Aunque esos bichos raros crecieron, se adaptaron a algún nicho afín, el corazoncito de descastado les quedó y sintonizó inmediatamente con Alien triste, las tiras –mayormente autobiográficas– que Mancini publica hace algunos años en su Facebook y que ahora recopiló el pujante y joven sello de historietas Hotel de las Ideas.
Si años atrás alguien decía que Mancini iba a publicar un libro de tiras de humor autobiográficas, iba a recibir por lo menos una ceja levantada. Es que era una pieza central del colectivo-revista Niños Ultramundo y se destacaba por sus dibujos: paisajes demenciales y surrealismo hardcore. Un estilo donde la potencia de la imagen desconcertaba con creces al guión. La dispersión del grupo que lo contenía le planteó nuevas posibilidades estéticas y narrativas. ¿Por qué no hacer humor, también?
A la distancia, reconoce que esa imaginería “era como un refugio que permitía no dar tantas explicaciones”. La rareza, entonces, se le aparecía como “una máscara”, muy afín a su carácter introvertido. “Estaba con esa máscara de lo extraño, de que te muestro y no te doy ninguna explicación. Ahora con el humor la cosa es mucho más directa y no hay mucho que esconder”, reflexiona. Cuando se le plantea que reemplazar su rostro por un tentáculo extraterrestre en una tira autobiográfica es, en cierto modo, ponerse una máscara, concede: “Capaz que de alguna forma uno no termina nunca de sacársela en el dibujo, pero las ideas están más al descubierto”.
El alien–Mancini es dibujante, tiene novia y una rata que lo caga a latigazos para que produzca las páginas. “De alguna forma, cuando elegís dedicarte al dibujo o la historieta sabés que no vas a tener una vida del todo normal, pero por otro lado mi personalidad es muy contenida y estructurada”. La oficina no es lo suyo, pero su álter ego va de riguroso traje. Ese detalle, la ratita, la relación con una psicóloga que –estoica– siempre le dice “Ya lo hablamos esto”, o las sacudidas nerviosas del tentáculo –que muchas veces ofician de anticlimático remate– dan personalidad a la tira.
“En gran parte sí es autobiográfica, pero nunca me lo planteé. Lo que hago es manipular vivencias y llevarlas al tono de la tira: algo fantástico, absurdo o delirante, y siempre con el peso de lo dramático, lo negativo, o llevando al personaje al lado del derrotismo. Me baso en esa característica mía y la exploto y exagero.”
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