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Jueves, 19 de noviembre de 2015

LA OLA QUE QUERíA SER CHAU TRAE LA PESTE ROSA

“El ataque de información no me parece bueno ni necesario”

Extravagante y unisex es la banda que comanda José Miguel del Pópolo, uno de los autores más particulares, picantes y sutiles del under local, con postales de enanos zarpados, mascotas insoportables, basureros cantores, fantasías de panadería, vinchas, birras y borrachines de delivery. Con un laburo permanente pero que no refriegan por ahí, La Ola suma más seguidores y cada vez más chicos, y él crece como cancionista lo-fi.

 Por Santiago Rial Ungaro

“Fuimos por primera vez a ver a La ola que quería ser chau. Estuvo hermoso. Primero tocaron Javi Punga y Discusay. Javi Puga horrendo, La Ola hermoso.” Transcribiendo y apropiándose de una cita textual de una carta de una fan de 16 años, con los tapones de punta y una sonrisa infantil torcida e inimputable, empieza el último fanzine de Migue, líder plenipotenciario y descontracturado de La ola que quería ser chau. Desde 2007 que José Miguel del Pópolo viene haciendo equilibrio en sus canciones entre el horror, el ruido, la hermosura, el error deliberado y la desmesura sentimental, logrando una propuesta original y convincente. Y viene demostrando en sus producciones —aparentemente tontorronas pero plenas en sutileza— una maestría en el uso del collage en todas sus formas: como la engañosa cita a Reirme más, de Leo García, en Ojalá que este verano no nos maten, un tema de un EP suyo de 2011 que fue incluido en el primer compilado de Geiser; o la cita a una melodía de The Cure en Canción robada, de su anterior casete.

Las canciones de La Ola (y en menor medida las de Los Migues, su proyecto paralelo) se abren camino vía Youtube y Bandcamp, sacándole la lengua a la industria. Pero aunque hace ya varios años que la banda suena bien en vivo y la gente los acompaña adonde vayan, sigue siendo un grupo deliberadamente poco profesional en varios aspectos: “Como no tenemos completo el backline y no tenemos batería, no nos podemos poner pretenciosos y decir ‘quiero armar tal fecha con tal y tal y llevar todo’. Tampoco tenemos auto, pero por suerte como a bastante gente le gusta la banda siempre tenemos fechas”.

“Capaz que puedo organizar todo yo, pero es un poco estresante y al final termina consumiendo demasiada energía. Trato de darles bola a las fechas, pero nunca fuimos de spamear. Siempre que me interesó algo lo fui a buscar y me interesé en informarme, no me manejo consumiendo por convencimiento. A los 16 empecé a hacer música, no tenía computadora y tenía poco acceso a la música, y capaz que leía un libro de Nirvana y ellos recomendaban bandas, me las anotaba y cuando podía ir al ciber las investigaba. Y cuando algo me tocaba el corazón y me emocionaba real y sinceramente, me preocupaba por llegar a esa información. El ataque de información, sea para vender remeras o comida, no me parece algo bueno y tampoco me parece necesario.”

No lo ha sido para armar esos collages humanos —La Ola es actualmente Migue más Joaquín Cañardo (guitarra y coros, también en Len Rocket, su proyecto solista), Feche Juarez (batería), Fradi Ocampo (bajo y coros) y Giulliana Bonello (voz)— musicales y visuales, como cuando usa fotos encontradas en la calle y rescatan la actitud rockera de bandas independientes como El Otro Yo y otras de vida efímera como Nerdkids. A lo que habría que sumar cierta influencia residual de cuando Miguel escuchaba la radio con sus hermanas mayores... y algunos toques de punk... y hasta de metal en las violas.

La Ola cultiva un estilo extravagante y unisex, aniñado y andrógino que seduce a niños de 0 a 99 años: “En los últimos años se fue acercando cada vez más gente muy joven, pibes y pibas de 15 o veinteañeros. Nuestro público nunca fue treinteañero, aunque ya estoy cerca de los 30”, dice Migue. Después, cuenta que hace poco le ofrecieron firmar contrato con el sello español Elefant por su tema El basurero: “Vengo a buscar la basura de su casa, ¡cómo todos los días!”, canta ahí el autor de A vos no te importa nadie, un tema dedicado a un cachorrito indómito y desconsiderado al que nada le importa.

Un poco como al propio Migue, que hasta llamó a los responsables de Geiser para que lo saquen de su página virtual: “Era algo que no tenía nada que ver conmigo ni con la banda. Cuando nos invitaron a tocar acepté porque me parecía divertida la experiencia, aunque ya me parecía medio choto. Pero después me pareció contraproducente y confuso. Ellos decían que había que ‘participar’, que básicamente era hacer bulto: te invitaban gratis a un evento medio careta porque capaz que sólo iban treinta personas y como te ofrecían tomar cerveza tirada gratis y comer canapés, capaz que al final estábamos todos los de las bandas chupando cerveza artesanal y comiendo empanadas y haciendo bulto para que saquen una foto y se vea que hay gente”, describe con lucidez y sinceridad Migue, al que no le molesta hacer bulto los domingos que le quedan libres en el Parque Centenario, yendo a tocar algunos temas nuevos con la criolla para el que se cope, de onda.

Ahí, entre patos y policías, Migue comenta que siempre todo se demora porque nunca tiene guita, pero que no le importa demasiado: “No quiero apurarme, dejo que fluya y se vaya materializando. Me parece al pedo desesperarse y acelerar los procesos, creo que cuanta menos expectativa tengas es mejor. Si gastas treinta lucas para grabar un disco y te rompés para que todo salga bien, después te vas a desilusionar un montón, porque para justificar toda esa inversión... ¡tenes que poner más guita! Para nosotros todo eso es ajeno, si hubiera nacido con un montón de plata lo haría, como hacen otros grupos y está bien también: cada uno hace lo que va queriendo y pudiendo”, dice sobre las demoras en la edición de La peste rosa, que en un par de semanas saldrá por el sello independiente Insomnio.

O no. Total, las canciones siempre terminan teniendo vida propia: “El proceso siempre es lento porque trabajamos con amigos (antes con Ezequiel Spinelli, ahora con Agustín Spinetto) y como laburamos de onda los tiempos siempre se van estirando: Agustín a veces trabaja solamente los sábados, y como lo hace porque le gusta la banda y disfruta y se divierte haciéndolo, no es que lo padece”.

Siguiendo esta suerte de ética del capricho, entre links, CD-R y casetes, sin prisa pero sin pausa y haciendo todo “de onda”, La Ola crece de manera poco convencional, pero innegable; y es una de las bandas del under con más hits dando vueltas: basta escuchar Que divertido —un clásico en sus shows— o Esteban, sobre un pibe que reparte pizzas y se compra revistas de autos y motos con “fotos de minitas”, para confirmar el irresistible encanto de La Ola.

Ahora caminando, desde Scalabrini Ortiz hacia la 9 de Julio, Migue analiza: “¿Por qué es normal sacar un CD si la gente escucha con la computadora, en el celular o de internet? Mucha gente te dice que no tiene ni computadora, ni bandeja ni casetera. A los últimos 10 discos que me regalaron, que son de bandas que me interesan, ni les saqué el celofán: los escucho o me los bajo de internet. Este casete —NdR: muestra uno de Comida de Humanos— lo voy a escuchar porque tengo casetera, pero después lo voy a bajar”.

En comparación a La fuerza del cariño, su disco de 2012, La peste rosa es quizás más crudo, con espacio incluso para los cuelgues instrumentales en plan ruidoso, pero las melodías siguen al frente. Por pregnancia melódica e incluso por imagen —desde hace un par de años que La Ola es sinónimo de globos y brillantina—, la banda tiene un potencial comercial inmenso, aunque con Migue y sus secuaces siempre hay un pero: “Los integrantes fueron cambiando por la energía y las ganas de compartir ciertas vivencias, más que por cuestiones musicales, pero somos una banda: si fluye y hay buena onda tocamos; si no, no. Más allá de quién sea y de cómo toque, funciona así. No es una filosofía de la falsa anarquía, obvio que ensayar está bueno. Quizá la manera de hacer bien las cosas es la que conocemos, pero a mí no me genera frustración no tocar en el Pepsi Music: me da igual. Y sé que si quisiera lo podría hacer, porque las cosas que hay que hacer para tocar ahí son cosas que no quise hacer, aunque creo que ese tipo de pelotudeces también hacen que se pierdan las esencias. Es lógico que para sumar un currículum tengas que tocar en determinados lugares y juntarte con cierta gente, pero de última para eso ponete una pyme. No entiendo por qué vas a encarar algo que te gusta hacer como si estuvieras haciendo algo que no te gusta hacer. Quizá sea porque tengo la posibilidad de que a mis viejos les gusta lo que hago: mi viejo es empleado pero también escribía letras y mi mamá a veces viene a los shows”.

Lo que seduce en La Ola es lo que suele faltar en tantas bandas de pop, las canciones. Rítulos como el flamante Aunque me tires del pelo (con María Fernanda Aldana), que siempre tienen el sello de Migue y la banda: canciones pegadizas y desprolijas con buenas melodías de guitarra que seducen casi inconscientemente; postales callejeras y juguetonas sobre chicas coquetas, enanos zarpados, mascotas insoportables, basureros cantores, fantasías de panadería, vinchas, birras y borrachines motorizados del delivery. Claro que los basureros de La Ola en vez de quemar bolsas de basura solo dejan un charco de brillantina en cada lugar al que van.

Migue sabe cómo tomar elementos según lo que activan emocionalmente en él: “Hay gente que capaz que piensa que somos fanáticos de las cosas nostálgicas, pero para mí pasa por otro lado: como la serie La fuerza del cariño —de los ‘90, protagonizada por un chico con síndrome de down— que nunca miré y que era una humillación camuflada de compasión, en esencia tan satánica como Tinelli mostrando a un ciego cantando. O usar una foto de Kurt Cobain de chico o fotos encontradas en la calle: son flashes internos que funcionan en un plano inconsciente y que me cierran emocionalmente, que capaz que entiendo yo solo y capaz que me causan risa a mí sólo”.

Lo sorprendente es la coherencia estética que Migue mantiene en el juego que se inventó: hacer lo que quiera cuando quiera y como pueda, pero producir, tocar y componer siempre, buscando y encontrando formas de desarrollar su glamour de la pobreza. “Disfruto grabar en mi casa porque además es lo que puedo hacer, no es un capricho o algo ideológico o estético. Mi objetivo es la música, que la canción esté registrada y listo. No me puedo poner a pensar en todas las opciones que se pueden derivar porque todo el tiempo que pierdo en eso prefiero aprovecharlo en no perder el tiempo.”

Quizás parezca caprichoso, inmaduro o despreocupado, pero esas actitudes de Migue pueden ser una estrategia artística o filosófica: los años pasan y no pierde la inspiración ni las ganas ni la inconsciencia. Volviendo al fanzine, en un poema que tiene algo de declaración de principios, escribe: “Tengo un escudo hecho con miga de pan y una bicicleta de agua. Voy corriendo sobre un montón de hornallas prendidas en fila infinita. Debo ser obra de un Satán Open Mind porque hay olor a gas y nadie prende un fósforo. ¿A alguien le interesará domesticarme? Debo ser la mascota de grupo porque alimento quiero, caricias quiero”.

Querendona y demandante, mimosa o histérica, La Ola inventó un mundo propio tan amable como odioso, inmaduro y al fin hermoso: “Creo que hay muchas personas que tienen una necesidad de que los respeten, o gente que tiene ciertas falencias personales o frustraciones y que necesita la aprobación y a través de la música lo canaliza. Mientras pueda, voy a seguir haciendo lo que quiera hacer. Soy agradecido porque desde 2009 hicimos un montón de cosas. Quizá podríamos producir más o editar los discos sin tanta espera, pero yo igual creo que hacer el disco y fabricarlo tiene que ver con algo curricular: tenés algo preciso, concreto y tangible para darle a alguien. No es lo mismo que darle en un papelito tu dirección del Bandcamp, aunque para mí sí: yo me encuentro con alguien que me pasa una dirección para escuchar algo y si me cabe la onda seguro que voy y lo escucho”.

Sábado 12 de diciembre en Plasma, Piedras 1856. Desde las 22 con Ignacio del Pórtico.

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Imagen: Cecilia Salas
 
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