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Odeon nació en un momento controvertido del año y, a pesar de los bombos y platillos de su presentación, es un arma de doble filo para la industria de producción audiovisual. Como se repitió hasta el cansancio, el “Netflix criollo” cuenta con 700 horas de series y películas en HD y SD, es completamente gratuito –aunque cuando los desarrolladores estén más alerta con las medidas de privacidad para tarjetas de crédito se lo deberá abonar– y tiene exclusivamente material “Made in Argentina”, de Nueve reinas a Pájaros volando, de La asombrosa excursión de Zamba a Gatica, “El Mono”.

Su interfaz es básica y útil para la cantidad de contenido, pero sin duda quedará obsoleta con la incorporación masiva de nuevo material. Con sinopsis escuetas y un océano de problemas técnicos, Odeon se va abriendo paso de forma simpática en los corazones. Pero siendo el catalizador de una tendencia nacional: lo primero que salta a la vista son las breves y apolilladas ideas que llegan a ser publicadas.

Hay una anticuada pasión por el melodrama que saca a relucir un filtro que pone límites al desarrollo de nuevas generaciones de actores y directores, pero permite que el cine independiente se convierta en resistencia de la originalidad y fomente un caldo de cultivo interesante entre sus líneas.

En la época en que todo el mundo tiene una serie de cabecera, las miradas pasan por sobre las películas y se concentran en las temporadas. Luego de que el espectador repita “mirá quién está actuando” y “ya sé qué va a pasar”, existe vida extraterrestre que se disputa entre el noir y el drama, pero que tiene un dejo de originalidad que compra al público.

Entre las que marcan cierta diferencia existen Vindica, Disparos en la biblioteca, Dos para una mentira y Babylon. Los Sónicos es la rescatable entre las comedias dramáticas y la biográfica Germán, últimas viñetas es de esas series que se recomiendan de amigo a amigo. Todas constan de una sola temporada, con capítulos de una hora, perfectos para los días de verano.

En cuanto a las películas, sin contar a los grandes clásicos, Odeon pone en evidencia la obsesión monomaniaca del cine local por el arte reaccionario, concientizador y dramático, que si bien es interesante y esencial, no tiene mucha vida en una era donde las series pochocleras absorben el tiempo libre. El género fantástico y la ciencia ficción parecen haber desaparecido entre las toneladas de contenido dramático, documental y policial.

Así, la pregunta que genera esta plataforma no es “¿qué hay para ver?” sino “¿qué cosa diferente hay para ver?”. Odeon deja en evidencia la clase de despliegue del trabajo audiovisual formal, e inconscientemente parece empujar al público a reclamar por la producción independiente.